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Los azulgrana derrotan al Valladolid en un partido mal jugado y resuelto con un tiro desde los once metros de Messi Ampliar foto Messi marca de penalti al Valladolid. Manu Fernandez AP
Hay victorias que se esperan, se necesitan y, una vez alcanzadas, hasta se celebran, incluso cuando son de penalti, aburridas y discutidas, como la de este sábado en el Camp Nou. Ante un rival que flota sobre la zona de descenso, el líder sudó la gota gorda cuando se preparaba para una jornada de recreo después de una semana limpia de partidos, camino de una serie de cuatro salidas de aúpa: Lyon, Sevilla y una doble a Madrid.
No encuentra el Barcelona el tono ni el ritmo de juego, demasiado estresado, resumido para mal en el fútbol alborotador de Arturo Vidal y para bien en la lucidez de Messi, finalmente negado por un extraordinario Masip. El meta le paró uno de los dos penaltis que le tiró el 10, el segundo cometido por Kiko Olivas sobre Coutinho. No pudo el arquero en cambio con el que pitó el árbitro por una sospechosa caída de Piqué ante Míchel. Y cuando no se marca la diferencia con el juego y las ocasiones, tal es ahora mismo el caso barcelonista, las decisiones de los colegiados y el Var cobran una capital importancia en LaLiga.
El gol fue muy festejado porque al Barça no solo se le había olvidado jugar sino también ganar desde el empacho de goles contra el Sevilla. Había quedado clavado en el empate hasta el tanto de penalti de Messi después del arrebato del coloso Piqué, hoy el único santo y seña del plantel junto con Messi, aunque ahora mismo no hay un futbolista azulgrana más refrescante y también más controvertido que Dembélé.
El francés es el único que no necesita del pase para jugar sino que regatea y conduce sin reparar en si está en campo propio o contrario, ajeno incluso a la presencia de Messi. El equipo se dispara con Dembélé para desespero de Busquets. Al mediocentro le interesa que las líneas estén muy juntas, el fútbol corto y paciente, los espacios bien ocupados, un paisaje antes muy familiar y hoy extraño en el Camp Nou. Los barcelonistas no le toman el pulso a los partidos, excesivamente atropellados también ante un Valladolid que defendía y atacaba, parapetado en tres centrales y dos puntas y medio, dispuesto a que la suerte se disputara en las áreas.
Messi tardó un cuarto de hora en intervenir, desinteresado hasta entonces con aquel descontrolado encuentro que Dembélé quería resolver por su cuenta ante el organizado Valladolid. El Barça no sabía atacar como equipo, falto de extremos y de fútbol por fuera, extraviado Boateng, sin más recurso que las aceleraciones de Messi y las carreras de Dembélé. Aunque el escenario era el Camp Nou y el entrenador aplicó la política de rotaciones, la noche remitía al fútbol pesaroso de Girona y San Mamés. Alcanzada la media hora, no se contaba ni una ocasión del Barça. Ofuscado ofensivamente, tampoco defendía bien, reiterativo en las pérdidas, negado en la elaboración y la presión.
4-3-3
1 goles 42' Gol (p) Tarjeta amarilla 66' Tarjeta amarilla
Messi
Cambio 59' Sale Luis Suárez
Boateng
Tarjeta amarilla 33' Tarjeta amarilla
Anuar
Tarjeta amarilla 69' Tarjeta amarilla
Míchel
Cambio 66' Sale Toni Villa
Daniele Verde
Cambio 78' Sale Keko Tarjeta amarilla 10' Tarjeta amarilla
Enes Unal
Cambio 66' Sale Toni Villa 75' Sale Stiven Plaza
Toni Villa
3-4-1-2
El equipo no tiene ritmo, las jugadas no se mastican y los partidos discurren como una pesadilla para desespero de Messi. Los rivales se aplican en la marca sobre el 10, le invitan a jugársela en el dos y hasta tres contra uno y por norma el balón sale rebotado, preparado para la transición del rival, un disparate para un equipo de la talla del Barça. Los dos equipos se batieron a partir del contragolpe y del debate salió ganador Piqué. El central cayó ante Míchel y el árbitro señaló penalti ante la sorpresa general y después evitó el gol del empate del Valladolid.
El tanto acentuó la locura del Camp Nou. Ambos equipos alternaron las idas y venidas ante la sorpresa de la hinchada del Barça. El exazulgrana Masip le sacó hasta tres remates de gol a Messi. El problema del equipo de Sergio González no es de portero ni de juego sino de remate: es el menos goleador (19). A Valverde no le quedó más remedio que apurar los cambios en favor de los titulares para intentar asegurar el marcador y cerrar el partido, convencido de que con los espacios que cedía el rival, dispondría de una bala para cantar victoria después de tres empates consecutivos (Athletic, Madrid y Valencia).
Así llegó el penalti a Coutinho, el tiro de Messi y el paradón de Masip. El mano a mano continuo del meta con el 10 levantó un partido muerto y especialmente preocupante para un Barça tan impreciso y desnortado que hoy no se sabe muy bien hacia dónde va: si hacia la tumba o directo a la gloria.