No sabe el Barça cómo meter un gol, responsabilizado y mejorado como equipo en la Champions, superior al Lyon y, sin embargo, negado ante la portería contraria, igual que en San Mamés. Ya necesitó de un penalti para ganar al Valladolid en LaLiga y se escapó con un empate a uno ante el Madrid en la Copa. A veces le tiembla el pulso, en ocasiones le puede la confianza en el remate y siempre aparece la figura del meta contrario, que en el caso del Lyon se llama Lopes. Ni siquiera quedan como recurso las faltas de Messi.
Nadie expresa mejor la frustración azulgrana que Luis Suárez: el uruguayo no marca en campo contrario desde el 16 de septiembre de 2015. Y la última victoria azulgrana fuera del Camp Nou en una eliminatoria europea fue en 2016: 0-2 al Arsenal. Los azulgrana no supieron terminar un buen ejercicio futbolístico en el Groupama Stadium. Ni 25 tiros alcanzaron para descerrajar el arco del Lyon y el 0-0 siempre ha sido un resultado muy peligroso en Europa.
Olympique Lyon: Lopes; Dubois, Marcelo, Denayer, Mendy; Ndombele (Cheikh, m.85), Aouar; Traoré (Trousart, m. 69), Depay, Terrier (Cornet, m. 76); Dembélé. No utilizados: Gorgelin; Marçal, Tete y Solet.
Barcelona: Ter Stegen; Semedo, Piqué Lenglet, Jordi Alba; Rakitic, Sergio Busquets, Sergi Roberto (Arturo Vidal, m. 81); Messi, Luis Suárez y Dembélé (Coutinho, m. 67). No utilizados: Iñaki Peña; Umtiti, Murillo y Aleñá.
Árbitro: Cüneit Çakir (Turquía). Mostró tarjeta amarilla a Aouar, Dubois, Sergi Roberto y Semedo. VAR: Danny Makelie (Holanda).
Groupama Stadium de Lyon. Unos 59.000 espectadores.
El problema fue de delanteros y no de centrocampistas porque agradeció el Barça la entrada de Sergi Roberto. A veces alcanza con tocar a un jugador para que cambie un equipo o recupere la memoria perdida. Acusado de politiquear con las alineaciones, Valverde apostó en el regreso a la Champions por el centrocampista catalán, hoy más volante que lateral desde la consolidación de Semedo. Aunque no es Arthur, el futbolista que mejor guarda la pelota y tira la línea de pase, Sergi Roberto garantiza el orden posicional, una mejor posesión y control y da el punto de seguridad que necesita un equipo nervioso como es hoy el Barça.
Arturo Vidal compite más que juega y hay pocas noticias de Coutinho. Así que para salir de un apuro como el que se le presentaba después de varias jornadas desesperantes podía valer Sergi Roberto, volante fallido en los encuentros de la presente temporada contra el Alavés y la Real y, sin embargo, una garantía si se atiende a su currículo en partidos exigentes como el clásico y a su formación en la Masia. Alineado Sergi Roberto en el costado derecho, los azulgrana ganaron equilibrio y pudieron desplegarse a partir de un 4-3-3 mientras se recogían con un cuarto medio: 4-4-2.
A gusto en la cancha, el Barça presionó muy bien y recuperó la pelota para llegar con facilidad al marco del Lyon. Busquets encontraba a Messi y Dembélé desequilibraba a una zaga desordenada y condescendiente, condicionada por las molestias físicas de Mendy. El equipo francés defiende mal y en cambio ataca muy bien a pesar de la ausencia de su figura Fekir. Depay buscó a menudo los espacios propios del mediapunta, siempre a espaldas del medio centro y de los centrales barcelonistas —siempre muy puesto Piqué—, y enfiló con determinación a Ter Stegen, exigido por los tiros durísimos de Aouar y Terrier.
Aunque las ocasiones fueron varias en las dos porterías, las llegadas del Lyon eran más selectivas que las del Barça. No chutaba Luis Suárez, impreciso y desairado, cabreado con el mundo; tampoco afinaba Messi y erraba Dembélé en la última decisión, ya fuera en el pase o en el disparo, siempre encarado a Lopes. La indulgencia azulgrana favorecía el ataque en manada de los muchachos de Genesio, jugadores poderosos físicamente, profundos e incisivos, difíciles de defender con espacios. No daban tregua las delanteras a las defensas en un partido intenso, de ritmo alto, divertido.
Al Barcelona le convenía apretar y también tener y guardar el balón, consciente de que cada pérdida, cualquier jugada mal acabada, podía suponer un contragolpe del Lyon. El plan funcionó relativamente hasta el descanso porque le faltaron los goles para expresar la superioridad táctica y futbolística ganada en la medular.
El Lyon, invicto en el torneo después de batirse con el City, se creció en la reanudación después de que decayera el fútbol del Barça. Anudados, los azulgrana perdieron mando, tono y frescura, menos fluidos y más imprecisos, excesivamente lentos para sorprender al Lyon. El partido cayó por un momento del bando de equipo de Genesio. El jovial despliegue francés se imponía al embudo del Barça hasta que apareció Alba. Las entradas del lateral desestabilizaron al Lyon, cada vez más conservador, muy pendiente de la marca de Messi, decidido a mantener a cero la portería.
El partido se convirtió en un ataque del Barcelona. Las oportunidades se sucedieron a pies de Luis Suárez, Coutinho, Alba y hasta de Busquets. Nadie tuvo pegada, ni precisión, ni tampoco finura y claridad, para rematar el partido, víctimas los azulgrana de una racha negativa, cegados todos, incluso el infalible Messi. Todo un misterio.