Su hijo, que va a cumplir tres años, le preguntó por qué lloraba cuando se iba del campo el pasado sábado. “Tenía una pupa”, le explicó Iago Aspas. Los héroes también se conmueven. Tres meses después de lesionarse en el Camp Nou, de pilotar con dos goles la remontada del Celta (3-2 al Villarreal) y rescatarle de una racha en la que había sumado cinco puntos de 39 posibles, el mejor futbolista celeste, el único que mira a los ojos a Messi como más determinante para su equipo, se derrumbó. Todos le esperaban y no falló. Pero el Celta sigue en puesto de descenso, a un punto del Villarreal, afronta este miércoles una nueva final en Huesca y la cuestión es inevitable: ¿Jugaría Iago Aspas en Segunda División si el Celta desciende?
Aspas es un futbolista de maduración tardía. O quizás es que quienes debían no retiraron la fruta del árbol cuando ya estaba preparada para degustarse. Cuando debutó en Primera División, con el Celta en 2012, ya había cumplido los 25 años y meses antes no tenía estatus de titular en su equipo. El conjunto gallego había fichado en su posición a Bamogo, Okkas, Quincy Owusu-Abeyie, Papadopoulos, Cellerino o Arthuro. Ahora va camino de los 32, tiene un contrato que le vincula al equipo las tres próximas temporadas y no se plantea un futuro lejos de Vigo. “Me siento un emigrante”, dijo cuando la ambición y su crecimiento deportivo le llevó a salir primero a Liverpool (2013-14) y después a Sevilla (2014-15).
Un eventual descenso le obligaría de nuevo a tomar las maletas. Le duplicarían, como poco, el sueldo, eso sí. El Celta destina este año a salarios y amortizaciones de fichajes poco más de 50 millones de euros. Una caída dejaría ese tope salarial marcado por LaLiga aproximadamente en la mitad y como es habitual el club se ha blindado con bastantes contratos que contemplan esa rebaja en los emolumentos de los futbolistas. En ese caso el sueldo de Aspas se reduciría a unos 1,5 millones brutos, más o menos la mitad de lo que percibe en Primera. Ahora mismo en Segunda son contados los futbolistas que pasan del millón de euros. Aspas rechazó no hace mucho una oferta china de ocho y el pasado verano el Real Madrid pensó en él para cerrar la plantilla. “No llegaron a hablar conmigo, pero hubo interés porque buscaban un nueve. Al final ficharon a Mariano”, explicó el pasado mes de noviembre.
Aspas no se quiere ir del Celta. Pero un gallego lo mismo te dice una cosa que la contraria. “No me veo fuera del Celta. Estoy muy a gusto aquí, pero nunca se sabe lo que pude deparar el futuro”, afirma. Acaba de estrenar una vivienda en su pueblo, Moaña, siempre con los suyos, ha formado una familia con dos pequeños, se despierta cada día con las incomparables vistas de la ría de Vigo y se considera bien pagado. Acaricia la posibilidad de reengancharse tras la retirada como director deportivo porque tiene mirada para el fútbol y le sobran ojos para ver decenas de partidos: este domingo, en la resaca de una de sus tardes más victoriosas, se vio cuatro por televisión. En Vigo vuela ya la idea, como en su día con Mostovoi, de que hay que levantarle un monumento. Le quieren y no solo en casa. Cuando encendió el teléfono móvil tras el partido ante el Villarreal, que terminó entre lágrimas, se encontró con mensajes de compañeros de un sinfín de equipos de la liga: Rodrigo, Bartra, Íñigo Martínez, Filipe, Morata... “Hasta Iborra, al que acababa de ganar, me escribió felicitándome. Todos se alegran de que haya vuelto y me enorgullece tener compañeros así”, explica Aspas.
Las dos últimas temporadas fue el futbolista español que más goles marcó en Liga (19 y 22, respectivamente), un tiempo en el que solo le superaron Messi, Suárez y Cristiano. En el presente ejercicio, con los dos tantos del pasado sábado al Villarreal, lleva 12 y ha marcado con la zurda, la diestra, la cabeza, de libre directo y de penalti. En el pichichi nacional ya está a un gol de Jaime Mata y Raúl de Tomás después de perderse 10 partidos y jugar entre medias, renqueante y sin recuperar, unos minutos en Getafe. “Apuramos y jugué con molestias”, recuerda.
La situación del Celta y Aspas esboza una curiosa paradoja: el descenso sería un varapalo económico para la entidad, pese a que ha limpiado su deuda y no tiene números rojos, y al tiempo serviría para que el futbolista, en otro destino, duplicase como poco sus ingresos. Pero también toda esta historia deja una enseñanza, la del futbolista-hincha que juega por el escudo y por su gente. Para propios y extraños, Aspas es el futbolista que todos quisieron ser. Nada puede ser comparable a hacer lo que él hace para el equipo que lleva en el corazón. “Todos me preguntaban cuándo volvía y yo quería echar una mano al equipo, con toda la adrenalina, tanto tiempo parado, la emoción..., la situación me desbordó y salieron las lágrimas”. Su única renuncia el pasado sábado en Balaídos consistió en no entrar en detalles ante la duda que le planteó su hijo. “Es muy pequeño, todavía no entiende lo que es el celtismo”. No tardará en comprenderlo.
Desde que debutó con el Celta en Segunda en la temporada 2007-2008, Iago Aspas acumula 147 goles en 355 partidos disputados como profesional entre los clubes y la selección. Pero por encima de los datos en bruto, lo más llamativo de la trayectoria de Aspas es su evolución hasta convertirse en una referencia del fútbol español. Una progresión que le ha llevado a convertirse en internacional.
En su primera campaña en la élite, la 2012-2013, el de Moaña marcó 12 goles en 37 partidos (0,32 por partido), unas cifras que le valieron para ser fichado por el Liverpool. Tras una campaña decepcionante con los reds, con los que solo anotó un gol en 15 partidos, Aspas recaló en el Sevilla, donde a pesar de no contar mucho para Unai Emery vio puerta en 10 ocasiones (0,4 por encuentro). La temporada siguiente el delantero volvió a Vigo, donde ha mejorado progresivamente su media año tras año, pasando de los 0,45 goles por partido que registró entonces a los 0,62 que ostenta esta campaña.
Puedes seguir Deportes de EL PAÍS en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.