Aunque ni en el caso de los navíos ni en el de las instalaciones petroleras se han producido víctimas o grandes daños materiales, ambos incidentes suceden en medio de una guerra psicológica entre Irán y EE UU. Irán negó este martes cualquier relación con el sabotaje contra los barcos y el líder supremo, Ali Jamenei, afirmó que “no habrá guerra” con EE UU, porque se “verá forzado a retirarse”. “No estamos buscando guerra ni tampoco la están buscando ellos. Saben que no iría a su favor”, zanjó. En la última semana, Teherán ha suspendido algunos de sus compromisos nucleares como respuesta al reforzamiento de las sanciones norteamericanas que le impiden vender petróleo, y Washington ha enviado un portaaviones, bombarderos B-52 y una batería de misiles Patriot a la zona debido a “señales claras de que las fuerzas iraníes y sus afiliados preparan un ataque contra las fuerzas estadounidenses”.
“Dos estaciones de bombeo del oleoducto Este-Oeste han sido atacadas por drones armados lo que ha causado un fuego y pequeños daños. El fuego ya se ha contenido”, ha explicado el ministro de Energía del mayor exportador de petróleo del mundo, Khalid al Falih, en un comunicado difundido por los medios estatales.
El oleoducto Este-Oeste transporta el crudo desde la Provincia Oriental hasta el puerto de Yanbu, en la costa del mar Rojo, desde donde se envía a los clientes europeos. Aunque Saudi Aramco ha cerrado temporalmente esa conducción para evaluar su estado, el ministro ha asegurado que ni la producción ni la exportación de petróleo se han visto interrumpidas.
“Se trata de un acto de terrorismo y sabotaje que se suma a los recientes ataques en el golfo Arábigo [como los árabes llaman al golfo Pérsico] y que no sólo tiene por objetivo el reino, sino también la seguridad del suministro mundial de petróleo y la economía global”, ha defendido Al Falih. “Estos ataques prueban una vez más la importancia de que hagamos frente a las entidades terroristas, incluidas las milicias Huthi de Yemen que respalda Irán”, ha añadido echando en el mismo saco ambos incidentes y apuntando a su principal rival por la hegemonía en la región.
El bombardeo se produjo entre las seis y las seis y media de la mañana en los distritos de Dawadmi y Afif, al oeste de Riad, según ha precisado posteriormente la Presidencia de Seguridad del Estado (el principal servicio secreto).
Poco antes de que Al Falih lo comunicara, una cadena de televisión bajo control Huthi, Al Masirah, había anunciado que “siete drones habían atacado instalaciones vitales saudíes”, aunque sin identificar los objetivos. “Esta amplia operación militar es una respuesta a la continua agresión y bloqueo de nuestro pueblo, y estamos preparados para llevar a cabo acciones únicas y más duras”, aseguraba un oficial citado por la emisora, según la traducción de Reuters. No obstante, los rebeldes han completado hoy como estaba previsto su anunciada retirada del puerto de Hodeida, vital para la entrada de alimentos, combustible y medicinas, según ha confirmado la ONU.
Los Huthi, que se hicieron con el control de Saná a finales de 2014, han atacado Arabia Saudí con misiles y drones como respuesta a la campaña militar lanzada por Riad, unos meses después, para restablecer al Gobierno de Abdrabo Mansur Hadi. La guerra subsiguiente ha puesto Yemen al borde de la hambruna y desatado una crisis humanitaria sin parangón. Pero aunque los cohetes de los rebeldes yemeníes han causado un centenar víctimas mortales en el reino, sobre todo en las regiones fronterizas, es la primera vez que Aramco reconoce daños en sus instalaciones. El pasado julio, esa empresa suspendió brevemente el transporte de crudo a través del estrecho de Bab el Mandeb a raíz de que uno de sus petroleros fuera alcanzado por fuego Huthi en el mar Rojo.
Nadie se ha responsabilizado sin embargo del extraño sabotaje del domingo, que sucedió a 1.700 millas náuticas (unos 3.000 kilómetros) de la costa de Yemen controlada por los rebeldes. El ministro saudí de Energía dijo el lunes que los dos petroleros de su país habían sufrido “daños importantes”. Las imágenes obtenidas por los periodistas sólo muestran un boquete en el casco de un tercer navío, el buque noruego Andrea Victory, cuya consignataria dijo que resultó “dañado por un objeto indeterminado”.
Ni Arabia Saudí ni Emiratos Árabes han explicado qué ocurrió. Tampoco han acusado directamente a nadie, si bien sus alusiones (y sus propagandistas) apuntan a Irán. A falta de que se conozcan los resultados preliminares de la investigación abierta por Abu Dhabi, expertos estadounidenses que colaboran en ella han filtrado a medios de su país que creen que Teherán o grupos a los que apoya usaron explosivos para dañar los cuatro barcos. Las fuentes aseguran que en todos ellos hay un gran agujero, pero no han explicado la relación con la República Islámica.
Irán ha negado cualquier relación con el sabotaje y su ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, ha alertado en Nueva Delhi, donde se encuentra de visita oficial contra “las políticas que individuos extremistas en el Gobierno americano y en la región intentan imponer” en Oriente Próximo. El ministro ha recordado que en abril ya predijo la posibilidad de “accidentes” debido al que denomina Equipo B, por las iniciales de (John) Bolton (consejero de Seguridad Nacional de EE.UU.), Bibi (Netanyahu, primer ministro israelí), (Mohamed) Bin Zayed y (Mohamed) Bin Salmán (hombres fuertes de Emiratos Árabes y Arabia Saudí, respectivamente). A los cuatro se les atribuye buscar un cambio de régimen en Teherán.