En Goya, Corrientes, cae la tarde y Luciana acaba de preparar unos mates. En Aix-en-Provence, Francia, ya caía la noche cuando Alicia se conectó a Internet para atender a su paciente a la distancia. Alicia es psicóloga y adoptó una de las metodologías que utiliza para atender algunas de sus consultas.
Cada vez son más los especialistas y pacientes que continúan con sus tratamientos a través de la Web gracias a las ventajas que brinda la tecnología. Lo hacen a través de Skype o videollamada de WhatsApp, algo que hasta hace algunos años parecía impensado.
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A pesar de la distancia, las sesiones a través de Internet suelen ser similares a las presenciales: una hora de duración, en un horario pactado de antemano, donde la cita se hace a través de la pantalla. “Se recomienda que busquen lugares tranquilos, silenciosos y privados. El paciente tiene que generar un mini consultorio del otro lado, donde debe continuar siendo un momento especial, armarse de un clima determinado para poder concentrarse”, destaca la psicóloga María Cecilia Romano.
Alicia Cáceres, psicoanalista, comenzó con este tipo de sesiones hace 10 años, cuando los pacientes que atendía migraron y, en vez de buscar nuevos terapeutas, eligieron seguir atendiéndose con ella. “Me tuve que aggiornar. Al principio, surgieron dudas, ya que en la Argentina valoramos mucho la relación personalizada. Me sorprendió, pero ahora estoy acostumbrada. Llega un momento en el que te olvidás de la pantalla en el medio”, cuenta, desde Francia.
Para la mayoría de los pacientes y terapeutas esta modalidad abre un mundo de posibilidades. Se acortan las distancias manteniendo la misma intimidad que con el cara a cara. Aunque todos los especialistas hacen hincapié en la importancia de tener un contacto presencial en algún momento del tratamiento, para poder observar el lenguaje no verbal, lo que a veces no se percibe vía Internet.
“El encuentro me permite ver y recoger más información. La transferencia, que es cómo el paciente entra en onda con vos, si empatiza, para los dos es importante. Es una construcción, nos elegimos mutuamente. Lo analógico se pierde de esa manera y lo frío que puede resultar una relación a través de la Web lo compenso con un encuentro en algún momento”, destaca Romano.
Si bien es algo que está en auge, esta forma de tratamiento no es para todo el mundo. Siempre es importante ver el tipo de patología y el contexto de cada persona. “No es lo mismo una crisis o un ataque de pánico, que planteos de cuestiones del orden existencial. Este tipo de modalidad es conveniente cuando ya conocés al paciente personalmente. Por ejemplo, en el caso de que estudien o se vayan a vivir a otro lugar. Es más, en la actualidad estoy atendiendo a pacientes que viven en Inglaterra, en Chile y en Neuquén. Esas tres personas primero estuvieron sentadas en mi consultorio y ya conozco su narrativa. Eso para mi es clave”, dice el psicólogo Gustavo Laplaca.
Del otro lado de la pantalla: los pacientes. Máximo Casetta, de 32 años, recurrió a esta modalidad mientras vivió por trabajo en La Pedrera, Uruguay. Estaba dirigiendo un proyecto de arquitectura fuera de temporada. En esa época, la población de la zona llega sólo a los 40 habitantes. El aislamiento y la distancia lo llevaron a comenzar terapia. Fue a través de la recomendación de un amigo y la experiencia fue un éxito.
“Que haya sido a distancia no me cambió en nada. Funcionó porque la pegué con el psicólogo. Recuerdo que cuando lo conocí, después de ese año, fue un poco raro. En la primera sesión estaba como más contenido. Nos conocíamos mucho, pero nunca nos habíamos encontrado personalmente”, reflexiona.
La tecnología puede ser un gran aliado, siempre que las condiciones estén dadas para que eso suceda. Florencia Dainotto tiene 27 años y no tuvo la mejor experiencia. Cuando su psicólogo de toda la vida se mudó a Ginebra, le planteó seguir a la distancia. Aún recuerda el día que se lo dijo. Se iba a vivir afuera y le planteaba esta novedosa propuesta de seguir los encuentros, pero por un nuevo formato. Ella, que estaba transitando un momento complicado, aceptó porque sentía que ya habían avanzado mucho, que había mucha información dada como para empezar de cero con otra persona. “Creo que se pierde bastante el encuadre, establecer día y horario, saber que vos tenés tu espacio, hasta físico también. En cambio, en la terapia online uno por ahí está en su casa, es distinto. Es que estaba muy acostumbrada a las sesiones tradicionales, por eso terminé dejando”, cuenta Florencia.
Las terapias a través de Internet, seducen mucho más a los jóvenes, que según los expertos de alguna manera entienden más los códigos digitales. María Cecilia Romano cree que en esto hay un cambio de época y que como todos los cambios, algunos tardan un poco más en ser aceptados. “Para generaciones de 50 y más es complicado incorporar la modalidad, se la propuse a una paciente de 52 y me dijo que se siente rara”, marca.
Terapia 2.0 surgida por la necesidad de un mundo en constante cambio. Cada vez son más los que la eligen por diversas cuestiones. Desde valorar un trabajo terapéutico en la lengua materna o continuar el tratamiento con el especialista de años. Hoy, el diván logra trasladarse a cualquier hogar, sin importar en qué rincón del planeta uno esté.