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La cofundadora del colectivo Johanna Mannung afirma que la postura de los jefes frente al acoso marca la diferencia en la empresa Una mujer dibuja en la pizarra el hastag que agrupa al movimiento sueco contra la discriminación en la tecnología.
La experta en ciberseguridad Johanna Mannung (Estocolmo, 1977) tenía 19 años cuando fue contratada por primera vez por una multinacional tecnológica. Sus compañeros guardaban en el servidor central de la compañía un gran archivo de pornografía. “Cuando las mujeres nos reuníamos con clientes, al volver habían puesto algunas de esas fotografías en nuestras pantallas”, recuerda. Se sentía fuera de lugar, y tras esta primera experiencia, estuvo a punto de abandonar el ámbito tecnológico. Pero no lo hizo. Hoy trabaja para la Policía Nacional de Suecia y es una de las cofundadoras de #teknisktfel: el #metoo sueco que denuncia el acoso y la violencia sexual en el ámbito de la tecnología.
El movimiento, que en español significa error técnico, nació a finales de 2017 en un grupo de Facebook tan solo unas semanas después del #metoo para romper la cultura de silencio que prevalece en la industria tecnológica. Desde entonces, casi 2.000 mujeres han firmado el manifiesto. “Además, hemos recibido más de 500 historias. Hay desde casos de discriminación durante los estudios y en los trabajos hasta intentos de violación”, cuenta Mannung, que ha sido una de las encargadas de revisar los testimonios. Algunas historias muestran un abuso “demasiado calculado y planificado”: “Una mujer llegó al trabajo por la mañana y habían pintado una gran imagen de ella desnuda en un papel. Alguien tuvo que pasar mucho tiempo pensando en ello y haciéndolo”.
En algunas ocasiones, los jefes estaban al tanto de lo sucedido pero no hicieron nada: “Es terrible que haya empresas en los que los managers son responsables de oprimir a las mujeres con el acoso. Tan pronto como se empieza a aplicar una tolerancia cero con el acoso sexual y los chistes inapropiados, la situación de la mujer mejora notablemente”. Uno de los testimonios de #teknisktfel corresponde a una mujer que fue agredida sexualmente en un viaje de trabajo al extranjero por uno de sus compañeros. Cuando llamó a su jefe para contárselo, este le respondió que “simplemente le quedaban unos días más allí”. “Un jefe no puede hacer eso”, asevera Mannung en un entrevista en Estocolmo tras participar en Women in Tech, un evento al que EL PAÍS ha sido invitado por el Instituto Sueco y la Embajada de Suecia en Madrid.
#teknisktfel no ha sido el único movimiento que ha surgido en Suecia a partir del #metoo. Otros profesionales han alzado la voz para denunciar abusos que desde años se llevan perpetrando en sus profesiones. Los cantantes han reunido sus historias bajo el hashtag #visjungerut (cantamos); los políticos han usado #imaktenskorridorer (en los pasillos del poder) y los trabajadores de la restauración, #vikokarover (hervimos).
Johanna Mannung.
“Nosotros hemos recibido más historias que otros sectores”, afirma Mannung, que considera que este tipo de situaciones son comunes en países de todo el mundo. Entre otras razones, apunta a que se debe a que el ámbito tecnológico está dominado por hombres, ya que en él tradicionalmente “las compañías apenas han contratado a mujeres”. Además, #teknisktfel fue de los primeros movimientos en surgir tras el #metoo gracias a Mannung y a otras mujeres que trabajan en el ámbito de la tecnología como Linda Rydén, Linda Sandberg, Jessica Nettleblad, Andrea Westling, Julia Ekholm y Sara Jonasson Ginters. El sector militar y el teatral, según la experta en ciberseguridad, son junto al tecnológico los más afectados: “El primero está dominado también por hombres y en el segundo hay actores que tienen dificultades para encontrar un trabajo y personas que abusan del poder”.
Aún queda camino por recorrer, pero la situación ha cambiado mucho en los últimos años: “Cosas que aceptaba antes como chistes o comentarios sexistas ahora no las aceptaría de ninguna manera. No todo lo que ocurre es criminal, hay muchas historias simplemente inapropiadas. Si una actitud de este tipo es normalizada, acabamos pensando que se trata de un comportamiento normal”.
Informaciones generadas por el movimiento sueco.
A las víctimas, Mannung les diría que “no es su culpa y que no sientan vergüenza”. Afirma que contárselo a su jefe e informar a las autoridades competentes es el mejor camino. “Pero también tengo que entender a las mujeres que esto le produce más dolor y simplemente se cambian de trabajo. Tenemos que respetar a las que dicen que ya es suficiente para parar esa lucha. La principal responsabilidad de una persona es cuidar de sí misma. Necesitamos a personas que luchen para cambiar el mundo, pero no todo el mundo tiene la responsabilidad de luchar”, concluye.