Publicó 86 libros de narrativa, cuentos, antologías (casi tanto como César Aira). Lo editaron en los Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, Portugal, Italia, Alemania, Rumania, Hungría, Servia, India. Semejante grado de trascendencia debería hacer que nos preguntemos por qué Fernando Sorrentino no es una celebridad. ¿Por qué decimos Sorrentino y sólo pensamos en la pasta? Podríamos –a la manera de los suplementos de cultura- insinuar que es un escritor de “culto” o apelar a lo del “secreto mejor guardado”. Sorrentino pide piedad.
“Soy muy retraído. Ser autor también implica hacer relaciones. Publiqué bastante en la Argentina, no puedo quejarme, pero yo no tengo ganas de llevar un original mío a una editorial para que me atiende una pendeja que no sepa nada de mí y me haga rendir examen. Hace poco llevé un original a la editorial Planeta y se lo dejé a Nacho Iraola, que está al frente de la editorial. Pasaron 12 meses sin una sola respuesta. La situación conmigo es la siguiente: si a mí una editorial me dice que sí, me pone contento; si me dice que no, no me amargo, pero si no me contestan, me revienta... Y como a veces soy calentón, mandé un mail duro... Tampoco fue respondido. Se ve que este señor Iraola es un duque y yo, un plebeyo que no merezco el menor respeto. Que eso se lo hagan a Juancito López está mal. Que me lo hagan a mí, con mi trayectoria, es inadmisible.
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Todos los lunes.
-No vivís de la literatura...
-Vivo de la jubilación de profesor de Lengua y Literatura de escuela secundaria. Di clases durante 40 años.
A la pregunta frívola de por qué no es (tan) conocido, la respuesta de este vecino de la Zona Norte resulta sencilla como todo él:
“No voy a reuniones”.
El escritor tendría que ser retraído por definición. No debe existir ninguna otra actividad más solitaria que la literatura. Calculemos que si alguien está hecho de leer y escribir es muy probable que el encierro sea sólo el resultado de una personalidad.
Lo editaron en los Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, Portugal, Italia, Alemania, Rumania, Hungría, Servia, India. "Pero acá tengo que andar explicando quién soy".
Decimos esto porque presentar a Fernando Sorrentino es dificilísimo: pocos lo conocen como merece y él lo percibe entregándonos catálogos informativos de su extensa obra. Sin embargo, Sorrentino es un autor bastante genial como para gozar de tamaño descuido.
Para decirlo de otro modo, si sus cuentos más conocidos llevaran el nombre de Julio Cortázar diríamos, sin lugar a dudas, que esos cuentos son los mejores de Julio Cortázar.
Tiene uno traducido hasta el cansancio cuyo improbable título es: Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza. Si Casa tomada, de Cortázar, gozó de un espléndido abanico de interpretaciones, comparado con el cuento del paraguas, podría quedar reducido a una típica comedia de puertas que se abren y se cierran.
-¿Por qué no vas a reuniones con otros editores y autores?
-No tengo ganas de conversar, estoy muy a gusto en mi casa y no quiero relacionarme con otras personas. No soy de hacer sociales. Me aburren las conversaciones de escritores y además detesto el temeroso espíritu gregario de las camarillas que funcionan como la jauría de lobos que, en conjunto, se protegen y se elogian entre ellos.
-Sos de guardarte al estilo de Salinger…
"Tenés que ser de izquierda para el compromiso político. No me interesa. No se puede tener compromiso político de derecha".
-Salinger bebía de su propia orina. Yo no haría tal cosa. Aparte tengo un temor adicional: relacionarme con alguien me quiera regalar su libro.
-Tu generación es la del ‘70. ¿Puede haberte faltado compromiso político para ser tenido en cuenta?
-Jamás tuve ningún compromiso político. Y yo no sé si eso influyó en mi contra...
-¿Por qué no tuviste compromiso político?
-Tenés que ser de izquierda para el compromiso político. No me interesa. No se puede tener compromiso político de derecha. Hay que ser un muchachito progre. Cuando Vargas Llosa era izquierdista, porque los lectores deben saber que Vargas integraba la llamada izquierda paqueta, vivía en Europa. García Márquez y Cortázar, también. Yo creo que Cortázar se hizo el pibe cuando era viejo porque quizá fue Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia. Fijate sus cuentos: el ambiente que describe era netamente burgués. En cuanto a su apariencia, antes estaba afeitadito, prolijo y depués, de viejo, se dejó la barba.
-¿Qué literatura te gusta?
-La literatura argentina no me interesa mucho. Ni Germán Rozenmacher, ni Saer, ni Haroldo Conti. En 1955, cuando se produjo la epidemia de poliomielitis, yo estaba en la primaria y me pasaba el día encerrado en casa. Nadie salía a la calle. Yo vivía en la calle Costa Rica, Palermo, y enfrente veo a un chico con un libro gordo en la mano que me llamaba la atención. Cruzo en un gesto de arrojo, me le acerco, le pregunto y me lo regala. Tenía 12 años y ahí comprendí que Salgari y Conan Doyle estaban por debajo de esto. ¿De qué libro hablo? De David Copperfield. Nunca sufrí una emoción semejante.
-¿Qué suponés que pasó con el hábito de la lectura?
-Nada. Leer siempre fue raro. Yo intercambiaba libros sólo con uno o dos compañeros.
-En tus cuentos la realidad no existe…
-Me preguntan qué quise simbolizar con lo del paraguas, por citar ese ejemplo, y mi respuesta es siempre la misma: absolutamente nada. Cuando escribo un cuento intento que resulte literariamente lo mejor posible, pero sólo quiero escribir un cuento. No pretendo pintar una alegoría de ninguna cosa ni construir metáfora alguna. No busco transmitir mensajes de carácter moral ni social ni político ni nada. Tampoco es mi objetivo sacudir al lector, hacerlo vibrar éticamente o convertirlo en un hombre mejor.
...
Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza. Justamente hoy se cumplen cinco años desde el día en que empezó a pegarme con el paraguas en la cabeza. En los primeros tiempos no podía soportarlo; ahora estoy habituado.
No sé cómo se llama. Sé que es un hombre común, de traje gris, algo canoso, con un rostro vago. Lo conocí hace cinco años, en una mañana calurosa. Yo estaba leyendo el diario a la sombra de un árbol, sentado en un banco del bosque de Palermo. De pronto, sentí que algo me tocaba la cabeza. Era este mismo hombre que, ahora, mientras estoy escribiendo, continúa mecánica e indiferentemente pegándome paraguazos...(la versión completa del cuento, acá)
-¿De dónde sale esa literatura tan tuya?
-Hay una mano misteriosa que me lleva siempre a escribir cosas insólitas. Mi intención es escribir cotidianamente y esa cotidianeidad se me va hacia lo absurdo (...) Puedo ufanarme de que unos cuantos de mis libros fueron publicados en varios países. Eso, para mí, es un regalo del cielo. La más exótica de estas ediciones fue una selección de mis cuentos publicada en la India, en idioma tamil. Cuando me llegó la invitación no sabía que existía ese idioma.
-¿Qué opinión tenés de los agentes literarios?
-Tengo 76 años y nunca usé. No me interesa la idea lucrativa de la literatura.
-¿Cortázar pudo haberte leído?
-No creo... ¿vos tenés alguna noticia al respecto? Lo que sí me llamo la atención es que en 1969 yo escribí Libro de Daniel y él después publicó Libro de Manuel.
-¿Algún autor joven que te llame la atención?
-Estoy un poco anquilosado. Prefiero releer. Si releo sé que me va a volver a gustar.
-¿Te molesta que nos hayan hecho recordar perfectamente el nombre, y sobre todo el apellido, de “Samanta Schweblin”?
-Aquí sí puedo opinar. Hace años una revista había publicado un cuento de ella y me encantó. Era una cosa rara que me gustó mucho.