El abuelo está erguido y radiante, vestido de sport, con una botitas como las que usaba en la época de The Cavern. Tiene 76 años. Lo que nos impacta de Susana Giménez es un poroto delante de lo que puede ofrecer este extraterreste conocido como por todos nosotros como Paul McCartney. Impacta también lo grande y grandioso que se ha vuelto el rock.
Paul sigue siendo capaz de mover todos los huesos de la cara con elocuente expresividad. De su rostro natural deben haber salido los emojis. Su show es un show perfecto e internacional, al punto de que se entiende todo lo que dice en inglés, y de lo que dice, nada es demasiado importante.
El de Paul McCartney es un show perfecto, que esta vez debió pagar los platos rotos por el ruido molesto que hace unos días hizo el DJ Hernán Cattaneo, y por momentos debió competir con la bocina del tren. (Foto: Ricardo González)
Serán más de dos horas y media en el Campo de Polo donde justo esta gloria viviente tuvo que pagar los platos rotos por el ruido molesto que, semanas atrás, hizo el DJ Hernán Cattaneo. Así que de a ratos Paul sonaba como una locutora de Aspen. Pasaba el tren, tocaba la bocina y Lady Madonna dejaba de escucharse o, según la ubicación, era lícito preguntarse si eso que sonaba era Lady Madonna. Unos copados estos de La Fraternidad. En fin.
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Paul no se despeinó ni se le salió la camisa del pantalón, ni tomó agua, ni transpiró. Subió y se bajó del esceanrio como si nada hubiera ocurrido. Ni siquiera un lamparón en las axilas después de Helter Skelter, el primer tema heavy de la historia.
Paul McCartney es capaz de transformar "Ob-La-Di, Ob-La-Da" en una 'misa ricotera'. (Foto: Ricardo González)
McCartney -que de estas cosas sabe bastante- provoca alegría cantando All My Loving o temas como Birthday, canciones que producen un estado instantáneo y genuino de emoción. Pero también está ahí arriba para que pasemos revista al estado más devocional de su obra: Let It Be la canta para que nosotros le agradezcamos a él por un tema, Paul, que a esta altura de la soiree, amamos como se ama después de 40 años de matrimonio.
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En Hey Jude nos invitará a cantar el mantra beatle. El público también será correspondido por el mito y los argentinos, de ahora en más, podremos decir que Paul musicalizó nuestro simiesco Oooh oh oh oh oh. A propósito, Paul convierte Ob-La-Di, Ob-La-Da -el tema beatle más odiado por Lennon- en una misa ricotera en pleno Campo de Polo, el lugar más cool que existe (la noche es perfecta y sólo faltan las reposeras con vistas a La Mansa).
Cuando Paul camina tiene un andar a lo Beto Casella. Cuando se le salte la cadena –por ejemplo Live and Let Die- todo será un hermoso caos organizado.
Erguido y radiante, McCartney camina sus 76 años con una prestancia que provoca impacto. (Foto: Martín Bonetto)
No es un showman sir Paul McCartney. Al respecto se puede argumentar que lo suyo es pura y exclusivamente música. Lo demás es un problema de Mick Jagger.
Es flaquísimo de cerca. No debe pesar ni 65 kilos. El jean negro le sobra por detrás. La lista de temas incluye de todo un poco. A Paul, más autor que intérprete, le gusta que las versiones suenen como los temas originales. No le interesa experimentar. Se comporta como un autor, no como un intérprete. Con los temas de los Beatles quizá sea una cuestión de respeto que se agradece. Con algunas canciones de su carrera solista no estaría de más un refresh.
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El comienzo es con A Hard Day's Night. Paul es un beatle arrancando por la beatlemanía. O sea, haciéndose cargo. En escala, acá no lo sufrió ni Charly con Serú, ni Spinetta con Almendra. Paul, en cambio, tiene la dulce condena del eterno que no puede mirar para adelante. ¿El resultado? Presentar sus nuevas creaciones como pidiendo perdón.
Un verdadero prócer, que reunió en el Campo Argentino de Polo a padres, hijos y abuelos. (Foto: Bonetto Martin)
Sin embargo, aceptar el pasado es un tema de terapia superado porque Paul se hará tiempo para una dedicatoria a John Lennon y para cantar Something, mientras el estadio saluda las fotos proyectadas de George.
Estuvimos en el recital de un prócer, de uno de nuestros verdaderos padres de la patria. Hubo hombres con hijos, hubo abuelos. Los Beatles fueron un legado familiar y decir McCartney dentro de 50 años será como decir Mozart.
Urge decir que no hizo Yesterday y que nadie se la pidió.
También que Paul 2019 es un señor cabal que finalmente aceptó sus canas.
Flaquísimo, McCartney deja en claro que lo suyo hace foco en la música, y juega al showman sólo por momentos. (Foto: Martín Bonetto)
El show sufre algunos baches correspondientes a sus distintas etapas solistas o con WIngs. Hasta para Paul es imposible competir con Los Beatles.
En un momento uno se descubre como un energúmeno cantando Love Me Do. Encima toca Blackbird y I've Got a Feeling. Al piano hará una canción escrita para su mujer Nancy y después dejará a todos cola pa’l norte cuando cante la primera canción que grabaron Los Beatles antes de ser Los Beatles (¿cómo se llamaba?).
Eleonor Rigby cantada con enorme dificultad acaso sea de lo más visceral que haya pasado.
Muchas que sabemos todos. Aunque Macca alterna algunos temas nuevos, vuelve una y otra vez al repertorio de Los Beatles, donde el show toma su verdadera dimensión. (Foto: Martín Bonetto)
Sobre el final, la máquina de excitación real, la de no poder dominar realmente la situación, toma vuelo con Carry That Weight.
La gente está feliz y a la salida hasta parece más buena. Miles y miles de personas sonriendo. Una multitud que funcionaría como contramarcha de tantas pálidas.
El show estaba sold out hace un mes. Había plateas súper preferenciales de hasta 40 mil pesos. La botellita de agua mineral costaba 120 mangos. Una certeza: Paul no tocó para el gran pueblo argentino salud.
Rusty Anderson (Izq.), Abe Laboriel Jr. (Detrás) y Brian Ray (Der.), más Paul Wickens y una sección de vientos; el respaldo para que McCartney transite confortablemente una y otra vez sus 60 años de historia musical. (Foto: Martín Bonetto)
No hubo viento y encima de nuestras cabezas estaba lleno de estrellas. Alguien denuncia que no hizo Hope of Deliverance.
Lo acompañó un cuarteto de músicos equilibrados y un tanto ochentosos donde destacaba su simpatiquísimo baterista. También hubo unos vientos que soplaron épicos y cebaron el volumen.
El rock fue música de jóvenes cuando Paul era joven. Hoy es música y punto.
"Nos vemos la próxima". El beatle se despidió de Buenos Aires dejando la puerta abierta para un nuevo regreso. (Foto: Bonetto Martín)
A la salida se oye el rumor fatalista de que tal vez ésta, su cuarta visita, haya sido la última. Ingenuos: Paul vivirá 150 años.
E.S.