En la recta final de las elecciones Netanyahu tocó a rebato en la noche del sábado para movilizar a los votantes que le dieron la victoria en 2015, con la que encadenó un tercer mandato consecutivo como jefe de Gobierno durante un decenio. Si logra revalidarla mañana, se convertirá en el primer ministro que más tiempo ha permanecido en el cargo —incluyendo su mandato entre 1996 y 1999—, tras batir la marca del fundador del Estado judío, David Ben Gurion.
Su política de mantenimiento a ultranza del statu quo de la ocupación, que considera favorable a los intereses de Israel, ha dado ahora un vuelco en favor de las tesis más refractarias al derecho internacional con el fin de atraer sufragios desde la ultraderecha nacionalista. Los últimos sondeos publicados arrojan un resultado adverso para el partido Likud de Netanyahu, por detrás de su principal rival, el exgeneral Benny Gantz (antiguo jefe de las Fuerzas Armadas), consagrado como alternativa a la cabeza la coalición centrista Azul y Blanco.
El primer ministro sostiene que “la creación de un Estado palestino puede amenazar la existencia de Israel”. Más de 400.000 colonos se han instalado en dos centenares de asentamientos tras la ocupación de Cisjordania en 1967, en la llamada Guerra de los Seis Días.
El debate sobre la ecuación paz por territorios ha estado ausente en la campaña. El célebre eslogan, que hace más de 25 años se tradujo políticamente en los Acuerdos de paz de Oslo y el nacimiento de la Autoridad Palestina, es hoy un mensaje vacío.
El teniente general retirado Gantz salió al paso de la promesa del líder del Likud. “Me parece irresponsable expresarse sobre una decisión estratégica e histórica en el marco de una campaña electoral”, alertó en el portal informativo Ynet. El candidato opositor favorito en los sondeos rechaza cualquier tipo de medida “unilateral”. “Haremos todo lo posible para alcanzar un acuerdo de paz regional y global”, prometió a su vez Gantz, que no se ha pronunciado sobre la creación de un Estado palestino, pero defiende la soberanía israelí en el valle del Jordán y sobre los bloques de asentamientos en Cisjordania.
El Gobierno de Netanyahu había interpretado hasta ahora que las grandes colonias como Maale Adumim (este de Jerusalén), Gush Etzion (suroeste de Belén) o Ariel (norte de Cisjordania) iban a formar parte del Estado judío tras un intercambio de territorios, fruto de un acuerdo de paz con los palestinos. Netanyahu ha dado ahora un giro radical a esa doctrina. “No distinguiremos entre grandes bloques de asentamientos o colonias aisladas, porque cada uno de ellos forma parte de Israel y no los pondremos bajo soberanía palestina”, precisó el líder del Likud en una promesa electoral que ha desatado la airada protesta palestina.
El secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, le replicó de inmediato a través de Twitter: “Con Netanyahu, Israel continúa violando de forma sistemática la legislación internacional, mientras la comunidad internacional le otorga impunidad”. Turquía también denunció el anuncio electoral. “Una promesa para ganar algunos votos no cambia la realidad: Cisjordania es un territorio palestino ocupado por Israel”, dijo el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Cavusolglu.
“Soberanía gradual”
Ofer Zalzberg, analista de International Crisis Group, puntualizó en las redes sociales que Netanyahu se ha introducido en el debate final de la campaña la política de hechos consumados de “aplicación gradual de la soberanía israelí” a los colonos judíos de los asentamientos.
La ONG israelí Paz Ahora, que sigue de cerca el crecimiento de las colonias informaba ayer de que la Administración había impulsado el jueves la construcción de 4.615 nuevas viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este. “La promoción de miles de casas para israelíes en territorios ocupados solo puede explicarse por la voluntad de Netanyahu de anexionarse Cisjordania”, rezaba un comunicado difundido por la organización pacifista. “Estos planes solo contribuyen a dificultar la solución de los dos Estados y la continuidad de Israel como país democrático.
Una “flagrante violación” de la ley internacional
La comunidad internacional considera que todos los asentamientos israelíes construidos en territorio palestino ocupado carecen de “validez legal”. El Consejo de Seguridad de la ONU lo reiteró por última vez el 23 de diciembre de 2016, en la resolución 2334, unánimemente votada, salvo por Estados Unidos, que se abstuvo por primera vez en décadas. En la recta final de su Administración, el presidente Barack Obama decidió no ejercer el habitual derecho de veto de Washington en favor de Israel, tras ocho años de marcado antagonismo con la política del primer ministro Benjamín Netanyahu sobre la cuestión palestina.
En una sesión presidida por España, que ocupaba la presidencia del Consejo por turno, la resolución 2334 calificó de “flagrante violación” del derecho internacional los asentamientos en territorios palestinos ocupados desde 1967, incluido Jerusalén Este. Netanyahu defendió hace diez años, en un discurso en la Universidad de Bar Ilan, la solución de los dos Estados, pero no se ha esforzado en aplicarla. Las últimas negociaciones con los palestinos, impulsadas por EE UU, quedaron canceladas hace cinco años.
Un activista árabe israelí llama al boicot electoral en Haifa. REUTERS
Los partidos árabes de Israel se presentaron unidos a las legislativas de 2015, en las que consiguieron su mejor resultado y se convirtieron en tercera fuerza de la Kneset (Parlamento), con una bancada de 13 de los 120 escaños. Representan a una quinta parte de la población: los palestinos y sus descendientes que permanecieron en el Estado judío tras su creación en 1948.
Las disputas internas han escindido ahora en dos bloques el voto de la principal minoría del país. La lista de Hadash-Taal, con un programa de izquierda y nacionalismo árabe, oscila en los últimos sondeos publicados entre los siete y los ocho diputados. La candidatura Balad-Raam (nacionalistas e islamistas) roza el mínimo de cuatro escaños, al límite del listón del 3,25% de los votos nacionales que abre la puerta de la Kneset.
En las calles de Haifa, capital metropolitana de la región donde se concentra gran parte de la población árabe de Israel, se entrecruzan los pasquines llamando a votar “en hordas”, en irónica alusión a Benjamín Netanyahu, a las dos listas de la minoría, con vídeos publicados en las redes sociales, como el del rapero Tamer Nafar. Pero también abundan los llamamientos a boicotear las urnas y las octavillas que denuncian que los árabes se han visto relegados a la condición de ciudadanos de segunda clase tras la promulgación, en 2018, de la polémica ley del Estado Nación judío.
Hace cuatro años, dos terceras partes de los árabes acudieron a las urnas. Las últimas estimaciones de voto apuntan a que solo la mitad de los árabes censados ejercerán el sufragio mañana. Aunque no se incorporen a un Gobierno de centroizquierda, los partidos árabes pueden ser decisivos para bloquear la quinta investidura del líder del Likud.