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Los goles del argentino, el primero después de una falta botada al estilo Panenka, abaten a un rival tan bueno en defensa como sin pegada, a la expectativa del fútbol del Barça Ampliar foto Messi, en un lance del partido, rodeado por varios defensas del Espanyol. ALBERT GEA REUTERS
Ahora que le molesta el pubis, a Messi le alcanza con soplar una falta para marcar un gol y abatir al Espanyol. Tiró el rosarino suave y picado en la frontal del área, igual que si se tratara de un penalti al estilo Panenka, y el balón se levantó a cámara lenta hasta dar con la cabeza de Víctor Sánchez, tapado por Busquets y tan sorprendido con el lanzamiento como Diego López. Nadie supo qué había pasado ni porqué el volante cabeceó hacia su portería y no rechazó el cuero, asombrado quizá por la treta del 10. El público exculpó a Víctor Sánchez y se puso a hablar del embrujo de Messi.
No hay goles tontos ni jugadas afortunadas si de por medio está el 10. Las acciones del argentino son genialidades, sus intervenciones se festejan como únicas, sus faltas ya son célebres y sus partidos son un martirio para el Espanyol: 25 tantos en 33 derbis, 31 en la Liga porque también marcó el 2-0, 10 derrotas blanquiazules seguidas en el Camp Nou. Messi marcó las diferencias en un partido tranquilo, sin pleitos, escaso de fútbol por la palidez del Barça, afectado por el virus FIFA, y la sumisión del solidario Espanyol: defendió, compitió y sufrió para perder sin que mediara Piqué.
4-3-3
Cambio 59' Sale Sergi Roberto
Nelson Semedo
Tarjeta amarilla 86' Tarjeta amarilla
Adrià Pedrosa
Tarjeta amarilla 92' Tarjeta amarilla
Rosales
Cambio 77' Sale Alfa Semedo Tarjeta amarilla 68' Tarjeta amarilla
Víctor Sánchez
Tarjeta amarilla 72' Tarjeta amarilla
Granero
Cambio 65' Sale Sergio García
Óscar Melendo
5-3-2
Aunque ha quedado reducido a cuitas personales —ninguna como las que sostiene Piqué contra los rivales históricos del Barça—, el derbi todavía tiene cierta miga ciudadana y no se pliega a aspectos como el de la audiencia que despiertan en China los partidos de Wu Lei. Rubi planteó un partido expreso para negar al Barcelona, plan en el que no entraba de salida el delantero chino sino por vez primera una defensa de tres centrales y cuatro jugadores de la cantera del Espanyol. No pensaba el entrenador en la Liga sino en ganar en el Camp Nou. Le condenaron Víctor Sánchez y Messi.
Valverde tiene en la cabeza el título y sabe que no hay mejor manera de respetar a la competición y al contrario, y por supuesto al Espanyol, que con la alineación, así que dispuso del mejor once, con la excepción si se quiere de Sergi Roberto. El derbi ayuda a mantener la tensión competitiva cuando la clasificación invita a las rotaciones y a la vuelta de la esquina aguarda el United en la Champions. Aunque la hinchada anda preocupada con la pelvis de Messi y el tobillo de Luis Suárez, el Txingurri va de partido a partido, siempre realista, quizá porque jugó y entrenó al Espanyol.
No pareció que al 10 le doliera nada porque nada más tomar el balón sentó a Roca mientras que Pedrosa y Melendo caían ante Piqué enfrente de una Grada d'Animació que tomó asiento en el Gol Nord con una pancarta dedicada a los periquitos e ilustrada con un espantapájaros: Som el vostre malson (somos vuestra pesadilla). Los blanquiazules buscaban al central y Messi apuntaba a Diego López. Maniobras de distracción para un partido sin ocasiones por la densa defensa del Espanyol. El partido quedó a merced de la creatividad de Messi y de la sorpresa de Melendo.
Al Barça se le planteaba un derbi a largo plazo: había que insistir en un ritmo alto, apretar con los laterales e interiores, exigir al comprimido Espanyol. Nada nuevo en la mayoría de partidos de los azulgrana cuando enfrentan una zaga de cinco y no pueden correr, faltos del desequilibrio de Dembélé, poco anchos y profundos, centrifugados alrededor de Messi. La mejor oportunidad blanquiazul llegó después de que el árbitro se interpusiera y Lenglet impidiera el remate de Borja.
No erraban los españolistas y no acertaban los barcelonistas en un encuentro quieto y sin picante en el soleado Camp Nou. A falta de espacios, Arthur no sabía cómo filtrar un pase, no rompía Coutinho y Luis Suárez se mostraba torpe, resguardado por Naldo. Necesitaba el Barça a un agitador, a un extremo que desbordara, y salió Malcom, al tiempo que Sergi Roberto sustituía sorprendentemente al incisivo Semedo.
Valverde mantuvo a Coutinho como interior y Rubi se animó con Wu Lei y Sergio García. El encuentro se puso muy interesante y disputado hasta que Víctor Sánchez metió la pata y derribó a Messi. El 10 picó la bola, Busquets despistó a Víctor Sánchez con su pantalla y la bola se coló ante la incredulidad del Camp Nou. Messi reapareció para poner el 2-0 después de un muy buen desmarque y centro de Malcom, cuando el Espanyol había puesto dos balones muy peligrosos desde la izquierda a los que no llegó Wu Lei. Apareció entonces Lenglet y no Piqué. El partido nada tuvo que ver con la previa sino con el guion de siempre: derrota del Espanyol con goles de Messi. La duda está solo en saber cómo serán los tantos del 10.
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