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El Gobierno francés refuerza la estrategia represiva ante la violencia de los 'chalecos amarillos' El presidente Emmanuel Macron se reúne con su primer ministro, Édouard Philippe (de espaldas) para decidir nuevas medidas antidisturbios. Ludovic Marin AP
Desbordado de nuevo por la violencia de los chalecos amarillos, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha decidido reforzar la estrategia represiva para evitar más disturbios. El Gobierno francés anunció este lunes que prohibirá las manifestaciones en los barrios donde se han producido altercados, entre ellos los Campos Elíseos, la gran avenida comercial y turística parisiense. Macron, además, destituirá al prefecto de la policía de París, Michel Delpuech, responsable de las fuerzas del orden en la región de la capital. Las escenas de caos y destrucción del último sábado ponen en riesgo la estrategia política del presidente para superar la crisis de los chalecos amarillos con el llamado gran debate nacional.
El problema es doble. Primero, de orden público: el Estado francés se ha mostrado incapaz de garantizarlo. Y segundo, político: Macron parecía estar saliendo airoso de esta crisis y ahora el regreso de la violencia amenaza con entorpecer los planes presidenciales. Era urgente, para él, enviar una señal clara de que el Gobierno mantiene el control: de la calle y de la agenda.
"A partir del próximo sábado, y cada vez que sea necesario, prohibiremos las manifestaciones que se reclamen de los chalecos amarillos en los barrios más afectados, desde el momento en que tengamos conocimiento de la presencia de elementos ultras y de su voluntad de causar destrozos", dijo, tras reunirse con Macron, el primer ministro, Édouard Philippe, en una declaración sin preguntas. Philippe mencionó, además de los Campos Elíseos de París, la plaza Pey-Berland de Burdeos y la plaza del Capitolio en Toulouse.
Al ser destituido y remplazado por actual prefecto de Nueva-Aquitania, Didier Lallement, el prefecto Delpuech se convierte en la primera víctima de la alta administración francesa desde que en noviembre estalló la revuelta de los chalecos amarillos. La protesta, inicialmente en contra de la subida del precio del carburante, enseguida sumó otras causas, desde la mejora del poder adquisitivo y la rebaja de impuestos a la dimisión de Macron y un cambio de sistema.
La apertura, a mediados de enero y a iniciativa del presidente, del gran debate nacional con miles de reuniones por todo el país calmó los ánimos. El 16 de marzo, un día después del final del gran debate, unos 10.000 chalecos amarillos, unidos a encapuchados vestidos de negro, se congregaron de nuevo en París. Era el 18º sábado consecutivo de movilizaciones. Grupos de violentos rompieron vitrinas en los Campos Elíseos, incendiaron quioscos y edificios y saquearon comercios. Desde el 1 de diciembre, el sábado de peor violencia hasta ahora, no se habían visto escenas similares.
"Son actos criminales, la respuesta del Gobierno debe ser fuerte", dijo el primer ministro.
Philipe reivindicó la estrategia policial adoptada tras los disturbios del 1 de diciembre, pero dijo que el sábado no se había aplicado adecuadamente. Argumentó que las críticas, procedentes incluso del Consejo de Europa, por el uso de balas de caucho por parte de la policía, había llevado a dar consignas erróneas a los agentes. La estrategia de seguridad ha recibido críticas por excesiva dureza y al mismo tiempo por excesiva permisividad.