La política alemana llamada a suceder a Angela Merkel en la cancillería de Berlín ha enseñado sus cartas europeas. Annegret Kramp-Karrenbauer, presidenta del bloque conservador alemán, ha explicado en un largo texto publicado en un periódico dominical que la Europa que tiene en la cabeza no se parece demasiado a la que defiende París. La iniciativa supone la primera respuesta procedente de un destacado político alemán, al proyecto que detalló Emmanuel Macron hace una semana con vistas a las elecciones europeas.
Los conservadores alemanes comparten con París la necesidad de fortalecer Europa, así como de coordinar las políticas migratorias. Pero AKK, como se conoce a la líder conservadora en Alemania, rechaza la parte más social de la propuesta de París, es decir, la creación de un salario mínimo europeo y cualquier intento de mutualizar deudas en un contexto europeo. Quiere concentrar la sede del Parlamento europeo en Bruselas y que la UE tenga un asiento común en el Consejo de Seguridad de la ONU.
AKK fue elegida el pasado diciembre para suceder de Merkel al frente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y en Berlín se la considera la candidata de la canciller para tomar en el futuro también el relevo al frente del Ejecutivo. El hecho de que haya sido ella y no Merkel o ni siquiera alguien del Gobienro de Berlín, la que responda a París es un síntoma más de su creciente poder. Este domingo, en una tribuna publicada en el Welt am Sonntag, coincide con Macron en que ante los desafíos a los que se enfrenta la Unión “solo puede haber una respuesta: Europa tiene que ser más fuerte”.
Como el presidente francés, AKK cree que Europa se enfrenta a cuestiones urgentes. “¿Queremos que China o Estados Unidos determinen nuestras decisiones estratégicas, o queremos jugar un papel activo en el diseño de la coexistencia global?”, se pregunta. Las discrepancias surgen a la hora de definir cómo alcanzar ese objetivo común de una Europa fuerte e influyente en un mundo que muta a gran velocidad.
Kramp-Karrenbauer defiende estrategias de convergencia de las condiciones de vida en los distintos Estados Miembros, pero rechaza “el centralismo europeo, el estatismo europeo, la mutualización de las deudas, la puesta en común de los sistemas sociales y el salario mínimo”, porque considera que “sería el camino equivocado”. AKK prefiere la “subsidiariedad y la responsabilidad propia”. El presidente francés, sin embargo, defendió hace ahora una semana el establecimiento de “un escudo social que garantice la misma remuneración en la mismo lugar de trabajo y un salario mínimo adaptado a cada país y revisado anualmente de forma colectiva”. La socialdemocracia alemana, socios de los conservadores en el Ejecutivo alemán, plantean también como París la convergencia social en la UE.
En el texto publicado este domingo, Kramp-Karrenbauer pide un mercado único bancario “para que las empresas europeas continúen siendo financiadas por los bancos europeos”. Y aboga por una financiación europea en materia de innovación que permita un “futuro made in Europe”. No obstante, advierte de que no debe vulnerar las reglas de competencia europea. Berlín defiende redefinir las normas de competencia para promover lo que llama “campeones [empresariales] europeos”, con los que hacer frente a la innovación china.
AKK pide un “pacto Europeo para la protección del clima”, porque cree que Europa tiene una “clara responsabilidad” frente al cambio climático, pero a la vez advierte de que deben tenerse en cuenta las consecuencias económicas y para el empleo de las nuevas estrategias ambientales.
Más Frontex
En materia migratoria, la política conservadora alemana asegura que cierra filas con Macron ante “la necesidad de asegurar las fronteras exteriores”. Pide un acuerdo para una “total protección” de las fronteras de la UE y allí donde no sea posible, cree que Frontex deberá desplegar efectivos para patrullar.
Alemania ha acogido a una parte muy importante de los demandantes de asilo que han llegado a la Unión en los últimos años, como consecuencia de diversas crisis humanitarias, sobre todo, del conflicto sirio. Más de un millón de refugiados desembarcaron en el país entre 2015 y 2016, dando pie a una crisis logística y política en Alemania. Berlín, y ahora también AKK, defienden que la política migratoria pasa por reformar el sistema Schengen y que en ningún caso puede ser un asunto exclusivamente nacional. “Las soluciones europeas para acoger refugiados y rechazar migrantes económicos no han sido hasta el momento viables”, sostiene Kramp-Karrenbauer.
La conservadora quiere también reforzar la diplomacia europea, para lo que defiende que en un futuro la UE tenga un asiento común en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Propone también coordinar líneas estratégicas en el seno de la UE en materia de Seguridad, Defensa, exteriores y Comercio.
Pero Kramp-Karrenbauer, sometida a la presión del ala más conservadora de su partido, a la que se impuso por la mínima el pasado diciembre, también deja claro que las instituciones europeas no pueden reclamar “superioridad moral” frente a los gobiernos nacionales. El argumento de la pérdida de soberanía nacional frente a Bruselas es uno de los fantasmas que agitan las fuerzas populistas, que aspiran a transformar la Unión mermando sus competencias. También en Alemania, donde la extrema derecha, Alternativa por Alemania, entró por primera vez en el Parlamento tras las elecciones en 2017 y aboga por una reducción drástica de las competencias de Bruselas y por la abolición del euro. AKK trata de sofocar esos temores, pero a la vez advierte del peligro de ser rehenes de la ansiedad que genera el auge populista y cree que ahora lo que hace falta es “ponerse a trabajar con confianza” en el proyecto europeo.