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Yvla Hansdotter defiende el uso de esta tecnología para concienciar sobre retos globales como el cambio climático o la deforestación Hansdotter en el evento Women In Tech en Estocolmo el 8 de marzo. Isabel Rubio
Cerca de dos millones de menores sufren bullying en España. No es lo mismo leer sobre un caso de acoso escolar que experimentarlo a través de los ojos de un niño. Así lo han constatado en Suecia varios influencers tras participar en un experimento. Equipados con unos cascos y unas gafas de realidad virtual han vuelto a la escuela, y sentados en un pupitre han aguantado insultos y comentarios desagradables de sus compañeros.
“Después de ver el vídeo, mucha gente se echaba a llorar. La realidad virtual es más poderosa y convincente que otros medios por la capacidad de inmersión”, explica Yvla Hansdotter (Estocolmo, 1972) en una entrevista en Estocolmo en un viaje al que EL PAÍS ha sido invitado por el Instituto Sueco y la Embajada de Suecia en Madrid. Esta mujer, que ayudó a crear la primera tienda de aplicaciones de realidad virtual del mundo mientras trabajaba con HTC Vive en Silicon Valley, también ha probado la experiencia: “Yo nunca sufrí bullying. Sabía que no me estaban diciendo a mí esos mensajes desagradables, pero mi cuerpo reaccionaba como si fuera así. Era realmente duro”.
La concienciación que se consigue con esta tecnología, según asegura, “puede cambiar el mundo”: “Es posible engañar al cerebro para convertirnos en mejores humanos y conseguir un cambio en nuestro comportamiento”. Con la realidad virtual, se puede, por ejemplo, crear conciencia de cómo es ser una persona mayor, un niño con discapacidad, un refugiado en otro país o incluso una persona en una zona de guerra.
Erradicar la pobreza y proteger el planeta
También se puede sensibilizar sobre la necesidad de abordar retos globales. “Todo el mundo siente simpatía por los osos polares al leer en el periódico que se están muriendo. Pero una experiencia en realidad virtual te lleva a la acción”, afirma. Hansdotter inició y dirigió el programa VR for impact para impulsar experiencias de realidad virtual con un impacto positivo en los objetivos y metas de desarrollo sostenible de la ONU. Entre ellos, están erradicar la pobreza y proteger el planeta.
A través de esta iniciativa HTC Vive ha invertido diez millones de dólares en diferentes proyectos de desarrolladores de realidad virtual. Por ejemplo, la iniciativa Tree muestra la vida de un árbol en la selva tropical y pone de manifiesto las trágicas consecuencias de la deforestación y el cambio climático. Con The Extraordinary Honey Bee, el usuario acompaña a una abeja que le muestra los riesgos a los que se enfrenta cada día y las soluciones que se están implementando para frenar el declive de estos animales vitales en cultivos como la alfalfa, las almendras, los pepinos y las fresas.
La realidad virtual también se está utilizando para tratar desórdenes alimenticios, depresión o incluso curar quemaduras. “Ya hay varios hospitales que usan esta tecnología con víctimas que han sufrido quemaduras. La realidad virtual ha demostrado ser más poderosa que la morfina en el tratamiento del dolor. Se trata de distraer al cerebro y hacerle creer que estás en un ambiente frío, por ejemplo, en un lugar nevado”, explica.
Pese a que cada vez más empresas experimentan con la realidad virtual, aún no se ha producido un uso generalizado de esta tecnología. De momento, las gafas “son caras y pesadas”: “Tengo unas en casa, pero no las puedo usar mucho tiempo seguido porque cansa”. En unos años se seguirá usando esta tecnología en los videojuegos, pero según Hansdotter sobre todo se utilizará con fines productivos. Por ejemplo, para no tener que acudir presencialmente a reuniones de trabajo. También será especialmente útil para los artistas y diseñadores y en el ámbito de la salud y la educación: “Ayuda a mostrar y enseñar a alumnos ideas complejas como qué es una terapia génica”.
Esta tecnología que puede tener efectos tan positivos en áreas como la salud o la educación, también puede generar consecuencias negativas si es usada, por ejemplo, para el acoso virtual. En 2018, Hansdotter se convirtió en miembro del prestigioso Global Future Council de Realidad Virtual y Realidad Aumentada del Foro Económico Mundial para debatir con otros expertos ambos aspectos. “La realidad virtual es como Internet. No es ni buena ni mala, es lo que queramos hacer con ella”, asegura. Para ella, aún hay muchos riesgos y dilemas éticos: “¿Hasta qué punto está permitido que manipules el cerebro de la gente? Tenemos que poner unas normas. Todavía no sabemos lo que la realidad virtual hace realmente al cerebro de una persona en largos periodos de tiempo”.