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Las grabaciones de las fuerzas de seguridad demuestran que Brenton Tarrant se desplazó de un templo a otro en un coche en el que tenía dos bombas con las que planeaba continuar el atentado
Ofrenda floral junto a la mezquita de Al Noor Masjid en Christchurch, Nueva Zelanda. En vídeo, resumen de lo que se sabe del atentado. Foto: EFE | Vídeo: EPV
El principal detenido por el atentado contra dos mezquitas de Christchurch, el ciudadano australiano Brenton Tarrant, ha comparecido este sábado ante un juzgado de esta ciudad neozelandesa acusado de asesinato. Tarrant, que ha sonreído a la prensa con una mueca de suficiencia cuando dos oficiales de la policía le han acompañado hasta el banquillo, fue quien perpetró los ataques contra los dos templos, según ha revelado la policía. Las grabaciones de las fuerzas de seguridad demuestran que se desplazó de una mezquita a otra —están a pocos minutos de distancia en coche— en un episodio de terror que duró 36 minutos. Los agentes lo detuvieron justo cuando entraba otra vez en el automóvil, donde tenía dos bombas con las que planeaba continuar la masacre. Los datos oficiales cifran en 49 víctimas mortales y de 39 heridos que siguen hospitalizados, 11 de ellos en la unidad de cuidados intensivos.
El juez ha ordenado este sábado a los medios de comunicación que no publiquen fotografías de la cara de Tarrant para garantizar su derecho a un juicio justo. Seguirá en prisión preventiva sin fianza hasta el 5 de abril. Los agentes han hecho un registro exhaustivo de la vivienda de Tarrant en Dunedin, en la isla sur de Nueva Zelanda, donde vivía desde finales de 2017. El detenido, que había trabajado de entrenador personal, era miembro de un club de tiro donde acudía a menudo. Según sus vecinos, era un hombre tranquilo y discreto a quien le gustaba hablar de sus viajes.
Quién era Tarrant y por qué escogió Nueva Zelanda para su atentado son solo algunas de las miles de preguntas que intenta resolver este país, que por primera vez en su historia ha elevado el nivel de alerta terrorista al máximo. La policía ha enviado 125 agentes adicionales a Christchurch y ha comunicado que aunque no está buscando activamente a ningún otro sospechoso, aún no puede descartar que haya riesgo de más violencia.
Ardern promete que cambiará la legislación de armas de fuego
Las muestras de apoyo hacia la comunidad musulmana, que representa un 1% de la población, se han extendido por todas las ciudades. En Christchurch los habitantes han dejado ramos de flores, velas y mensajes de solidaridad cerca de las dos mezquitas atacadas este viernes. La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, ha viajado este sábado a la zona y ha comparecido en el Centro de Refugiados de Canterbury, donde ha extendido su más sentido pésame a las víctimas. El Gobierno ha aprobado una ayuda económica para las familias afectadas por la masacre. Las mezquitas del país siguen de momento cerradas al público por motivos de seguridad.
Para Ardern, el primer deber del Gobierno es reformar la legislación de posesión de armas del país. La líder laborista ha revelado que el australiano Tarrant adquirió una licencia de armas en noviembre de 2017. Cinco armas fueron utilizadas en el atentado, y dos de ellas eran rifles semiautomáticos. Ardern ha dicho a los ciudadanos que "ha llegado la hora de cambiar la ley". Lo mismo ha dicho el fiscal jefe de Nueva Zelanda, David Parker, delante de las de más de 3.000 personas que se han reunido en una vigilia en el centro de Auckland, la principal ciudad del país. La multitud ha aplaudido cuando ha anunciado que el Gobierno va a prohibir los rifles semiautomáticos. En Nueva Zelanda, se calcula que hay alrededor de un millón de armas de fuego, pero se registran cifras mínimas de víctimas por disparos.
Las redes sociales, en el punto de mira
La otra gran pregunta que se plantea el Gobierno es si el atentado se podría haber prevenido. La primera ministra ha admitido que la policía está investigando si en los días previos a los atentados hubo alguna publicación en Facebook u otra red social que no se investigó. De momento, ningún miembro de las agencias de espionaje ha presentado su dimisión pese a la presión pública.
Se trata de una investigación muy compleja, según la dirigente neozelandesa. Ardern responde así a los que acusan al Gobierno de concentrarse solo en la amenaza de terrorismo islamista e ignorar el crecimiento de simpatizantes de la extrema derecha. Christchurch se considera un caldo de cultivo de los supremacistas, que en los últimos años también han bebido del discurso antiinmigración en otras partes del mundo. Ni Tarrant ni los otros dos detenidos por los atentados del viernes estaban en ninguna lista de sospechosos de los servicios de inteligencia en Australia o Nueva Zelanda.
Uno de los focos de investigación de la policía de Nueva Zelanda son las redes sociales. El australiano filmó el ataque y lo divulgó en directo por Internet, al mismo tiempo que publicaba su manifiesto de más de 70 páginas, en el que detalla las razones para perpetrar semejante matanza.
El Gobierno ha recordado que la incitación al odio es un delito penado por la ley. Este sábado había muchos mensajes en Twitter y Facebook de rechazo a cualquier forma de violencia: "Esta no es nuestra Nueva Zelanda", "Nos mantendremos unidos" o "Ellos [las víctimas] somos nosotros. Nosotros somos ellos", eran algunos de ellos.
Estos mensajes reflejan la principal pregunta que resuena en las calles de Nueva Zelanda: cómo pudo pasar algo tan atroz en un país tan pacífico. Hasta ahora este pequeño Estado de menos de cinco millones de habitantes había mantenido la reputación de ser uno de los lugares más seguros y tranquilos del mundo. La primera ministra ha reiterado delante de la comunidad musulmana que “Nueva Zelanda es un país que queremos por su diversidad y su voluntad de integración": "Mi misión primordial será defender este ideal durante todo mi tiempo restante en el cargo”. Un desafío que se ha hecho mucho mayor desde el viernes, el día que Aotearoa (el país de la nube blanca, según los nativos maoríes) perdió la inocencia.