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Zidane asegura que cuenta con el malagueño, marginado y expedientado en la época de Solari Isco, en el entrenamiento de este viernes. FERNANDO ALVARADO EFE
“Para jugar, primero hay que ponerse en forma física”, sentenció Santiago Solari en sus últimas horas como entrenador del Real Madrid. La frase, en referencia a Isco, retumbó en Valdebebas. A nadie culpó tanto el entrenador argentino tras el triple gatillazo del equipo en una semana. Seis días después, el discurso que sale de la misma sala ha cambiado radicalmente. “Voy a contar con Isco”, proclamó Zinedine Zidane en la rueda de prensa previa al partido de este sábado contra el Celta (16.15). Señalado y marginado en los últimos tiempos, al malagueño se le ha abierto el cielo con el regreso del técnico francés, y así lo hace ver sin disimulo. “Esta es mi oportunidad”, escribió el pasado jueves en sus redes sociales aprovechando un anuncio que protagoniza con Adidas.
Isco, de 26 años, consiguió en la etapa final de Zidane al frente del Madrid el estatus largamente reclamado: titular indiscutible. Durante los dos años y medio que permaneció el galo en el cargo, hubo un debate recurrente: Bale o Isco, símbolos de dos modelos distintos. Una de las primeras cosas que dejó claras Zidane al llegar al Bernabéu en enero de 2016 es que la BBC, el tridente atacante formado por Benzema, Bale y Cristiano, era innegociable. Una declaración de principios que afectaba a la posición en la plantilla de Isco, titular frecuente aunque sin el privilegio de imprescindible. El preparador también declaró su gusto por el malagueño y James; sin embargo, las necesidades defensivas del equipo, condicionadas por esa apuesta en ataque, abrieron paso a Casemiro como sostén en el centro del campo en perjuicio de ambos, una fórmula que dio pronto sus réditos con la Undécima de Milán.
Bale (29 años), dentro del esquema 4-3-3, aportaba verticalidad, gol y oportunismo en las finales. Isco, en un 4-4-2, ofrecía más juego combinativo y equilibrio dado el habitual poco empeño defensivo del galés. Entre los dos, la apuesta ganadora durante mucho tiempo fue la primera, aunque las lesiones habituales de Bale concedieron más minutos totales al malagueño (6.524 frente a 5.531 con Zidane en la banda). El ejemplo más claro de esa inclinación fue el clásico liguero de la temporada 2016-17 en el Bernabéu, al que Bale llegó con el gancho, recién recuperado de uno de sus continuos percances físicos. En realidad, supuestamente recuperado, porque a los pocos minutos de empezar el encuentro tuvo que enfilar el camino a los vestuarios. Esa lesión empujó a Isco a la titularidad en el final de esa campaña que el conjunto blanco abrochó con el título de Liga y de Champions, arrollando a la Juventus en la Duodécima de Cardiff, con Isco sobre el césped. Pero aquel triunfo, el momento cumbre de la era Zidane, no resolvió el debate porque la titularidad del malagueño había llegado más por la fragilidad física del galés que por una decisión deportiva.
El cambio de criterio se produjo medio año después, a principios de 2018. Entonces, con la segunda parte de la temporada aún por disputarse, Zidane viró. La BBC dejó de ser innegociable, mandó a Bale al banquillo y concedió a Isco un puesto fijo en el once. No se arredró el galés, que empezó a reivindicarse con goles, incluido uno en el Camp Nou. Pero la decisión del entrenador ya no tuvo vuelta atrás, tampoco en la final de Kiev. Sin embargo, cosas del destino, la Decimotercera la agarró Bale, saliendo desde el banquillo en el minuto 60, por Isco precisamente, y marcando un gol de chilena para la eternidad. Despechado, con las manos todavía calientes de levantar la orejona, el galés mostró sobre el césped su enfado por la pérdida de importancia y deslizó que estaba dispuesto a irse del club. Las salidas a los pocos días de Cristiano y, sobre todo, de Zidane frenaron su marcha y renovaron su posición estratégica en el equipo, llamado a aliviar el agujero anotador de Ronaldo.
Diez meses y medio después, este triángulo vuelve a reencontrarse en el Bernabéu, aunque con los dos jugadores muy magullados por la grave crisis deportiva. Isco, expedientado, sin apenas minutos y fuera de la última lista de selección española. Bale, superado por el aire fresco de Vinicius y todavía más penalizado por sus habituales lesiones. Dos frentes, entre otros, que deberá atender el francés para restañar la salud de un equipo enfermo.
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