24/11/2018 - 3:02
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La voz de Palo Pandolfo suena como si supiera que el vinilo está por morir. Aúlla. Cada tema es una porción de sombra, una voz hueca saliendo del agujero negro ubicado en el medio de su cara.
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Patria o muerte, editado en 1988, el segundo y último disco de estudio de Don Cornelio y la Zona, habría sido desaconsejado por la discográfica. Se lo consideraba un subgénero raro, sucio. Demasiado alternativo. Cornelio venía de tener la mejor canción del año según la Rock&Pop, casi la única FM que importaba. Ella vendrá -uno de los mejores diez temas del rock nacional- se ubicaba por encima de Soda Stereo.
Patria o muerte era el paso siguiente para un grupo que se había convertido en un rumor desmesurado. La lógica expectativa, de todos modos, estará lejos de la satisfacción garantizada. Con su segundo disco, Cornelio decidió refugiarse en el paréntesis de la novedad. Su carrera, flamígera, estuvo respaldada por una multinacional: EMI. Patria o muerte fue el disco que adelantó el sonido de lo que se escucharía tres años más tarde con Nevermind, el álbum cegador de Nirvana.¿Habrá habido conexión Flores-Floresta-Seattle? Delicada inferencia: en el semestre que duro el grunge, Kurt Cobain pudo haber sido Palo Pandolfo.
Patria o muerte. La tapa del disco publicado por Don Cornelio hace tres décadas.
Pasaron 30 años de Patria o muerte. Se terminó de grabar en septiembre de 1988. Pandolfo debe ser el único músico de su generación que trascendió al margen de lo masivo; sin agravios ni grandes triunfos mundanos. Tras el segundo disco, Don Cornelio se separaría en medio de la hiperinflación y la más absoluta indiferencia.
Venían de grabar el primer LP, Don Cornelio y La Zona (1987), con producción de un inadvertido Andrés Calamaro. Alguna vez Pandolfo criticó el sonido, algo amortiguado, de su producción artística. Daba a entender que el registro severo y crudo de la banda había perdido base y sustancia (aún no se le decía "impronta").
En ese momento, Calamaro no era el Salmón sino un ex Abuelos de la Nada buscando su destino dentro de la industria de la música. Para el millennial interesado en la historia del rock nacional, vale aclarar que Calamaro, en los '80 y ya con un par de discos solistas encima, era un tipo que podía tocar a la gorra y completar un salario digno produciendo primeros y segundos discos de bandas emergentes como Fabulosos Cadillacs, Enanitos Verdes, Don Cornelio.
Recuerdo un recital en Mediomundo Varieté, dinámico reducto de la época, donde Fito Paéz, todavía pajuerano, estaba ahí escuchando como le volaban la peluca esas bestias poseídas. El sonido era ensordecedor. Y Pandolfo -tan parecido a Joe Strummer-, reía como una hiena. Cuando esa noche anunció “el puto hit”, cantó Ella vendrá como si el estribillo tuviera carozos.
Palo Pandolfo, modelo 2018, y un testimonio del lanzamiento de "Patria o muerte", que sobrevivió al naufragio de Don Cornelio.
En Patria o Muerte se producen ellos mismos junto al inefable Mario Breuer, el ingeniero de sonido del rock nacional. Recortan el nombre de la banda. Dejan de lado lo de "la Zona". El vinilo fue a parar sin escalas a la batea de ofertas. Lo compré en una disquería de la calle Florida con un tercio de mi sueldo de colimba.
Nos había impactado Ciudad de pobre corazones (1987): "En esta puta ciudad todo se incendia y se va, matan a pobres corazones..." Fito cantando luego de hacerse gárgaras con fibra de vidrio. "Puta ciudad", gritaba. Delante de Patria o muerte, Páez era Paolo el Rockero.
El sobre interno trae las letras manuscritas en papeles sueltos y servilletas con errores de ortografía. Fotos blanco y negro acompañan la edición mostrando a Palo lookeado como por un sastre skinhead.
El veneno de las canciones de Patria o muerte también dejan al hit Ella vendrá reducido al arroz con leche. Patria o muerte no se compara con nada que se haya hecho antes o después. Tiene frases de poeta posmaldito (“querés perderte entre la basura/ querés mi ayuda”). Con una oportunidad malograda como el corte Bajaremos, Pandolfo escribe su primera página del autoboicot. Un sujeto extraño, Palo, reactivo a su propia capacidad para el éxito.
Palo Pandolfo, modelo 1988. Lookeado, en el sobre interno del disco, "como por un sastre skinhead".
El cantante además integraba un feroz colectivo literario llamado Los Verbonautas. Su estrella era el suicidado Vicente Luy (1961-2012), un poeta que recién ahora logra cierto reconocimiento en la revista Ñ.
Las letras de Patria o muerte son asfixiantes y opresivas. Nunca es fácil Pandolfo. Y en los ochentas, el cantautor alcanzaba un grado de conjuro tal que hasta resultaba imposible para géneros picantes como el punk o el heavy metal. Basta escuchar Cabeza de platino, Patearte hasta la muerte o Tarado y negro. Sin mencionar la palabra "noche", los niveles de oscuridad resultan irritantes.
Las letras, asfixiantes, opresivas, escritas en papeles sueltos, con errores y de manera visceral, como el sonido del disco.
El disco tuvo una presentación en vivo que duró sólo un tema. Ocurrió en un boliche porteño llamado La Monroe. El recital había empezado poco antes de las cinco de la mañana y Palo no encontraba el micrófono.
Don Cornelio fue la banda under que alguna vez relegó a Soda Stereo a un segundo lugar. Su último y solitario disco final nació de culto. Treinta años se cumplen de un material de anticipación que, según palabras del propio Pandolfo, fue lo mejor que hizo en toda su larga y sinuosa carrera.
La argentinidad "de" Palo. "Patria o muerte" fue una manera de transformar en caricatura una consigna que costó vidas.
Palo Pandolfo celebra su trayectoria con “El vuelo del dragón”, nueva plataforma audiovisual con sus canciones desde Don Cornelio hasta hoy. Se presenta el 15 de diciembre en el Teatro Picadilly (Av. Corrientes 1524). A las 23, con entradas a $650.