Un concierto impecable desarrolló la mezzo soprano galesa Katherine Jenkins, una artista de una voz prodigiosa que acompaña con un glamour natural y buenos modales. Esta cantante era una de los artistas más esperadas del Festival Únicos y ciertamente no defraudó con su propuesta de abordar desde el canto lírico diferentes materiales como arias de ópera, que sonaron de manera fluida, canciones de musicales y otras composiciones vestidas de tal manera que realzan su voz, una labor que el director inglés Anthony Inglis que la acompañó desde la batuta, domina a la perfección.
Este estilo crossover, que reúne dos extremos musicales, no es para todos los espíritus. Si bien la cantante mostró su talento sobre el escenario de un Teatro Colón con una platea raleada, no deja de ser una fusión con un enfoque evidentemente comercial que a veces puede bordear lo pretencioso. Jenkins se libera de todas esas objeciones con su excelente voz y un repertorio elegido que no busca por lo general subirse a ninguna moda de turno. Elude, de manera acertada, los temas que lideran los charts, por ejemplo.
Katherine Jenkins logra liberarse de las objeciones que suele despertar el género que aborda, merced a su excelente voz y un repertorio que no busca subirse a la modas. (Foto: Gentileza CZ Comunicación)
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Tras la presentación de la orquesta que sonó ajustada y supo arropar a la vocalista, Jenkins abrió la noche con la poderosa Marcha triunfal, de la ópera Aida, y luego la Habanera, de Carmen, en las que exhibió su frescura vocal y una forma de abordarlos sin falsas imposturas.
La cantante hizo doce canciones, en cuatro entradas, y en cada una de ella cambió de vestido. Del verde agua al coral y del azul violáceo al rojo intenso; un gesto que deja en evidencia la importancia no sólo de la cuestión vocal, sino también el gusto por mantener la atención sobre su presencia en el escenario.
Para abrir su segunda entrada eligió Amazing Grace (1779), un tema que no por conocido resulte menos conmovedor y uno de los caballitos de batalla de esta vocalista, que consigue darle una forma ideal al más conocido de los himnos populares de origen cristiano. Su voz se eleva por sobre la orquesta con ese énfasis que deviene de haber logrado el perdón y redención para sus males.
Del verde agua al coral y del azul violáceo al rojo intenso, Katherine Jenkins hizo varios cambios de vestuario. (Foto: Gentileza CZ Comunicación)
En Somewhere Over the Rainbow, de la obra El Mago de Oz, y escrita para Judy Garland, Jenkins mostró su calidad de intérprete. Se podría decir que llevó esta canción a los límites expresivos sin cruzar esa frontera, logrando así transmitir -como en el tema anterior- una gracia singular, un aspecto artístico que la señala como una de las voces importantes de este género.
Para la última parte del concierto, eligió dos temas de su habitual repertorio, Never Enough, intenso y en el que la cantante desplegó su voz y un elaborado manejo de los matices en crescendo orquestal que levantó el ánimo de la platea que siempre respondió calurosamente a la calidez de la artista, que en todo momento tendió un puente de simpatía hacia el auditorio.
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Luego, el conocido Till There Was You, cuya melodía de tan buena resiste todo experimento; aunque por cierto, la versión de Jenkins no sólo es respetable también está muy bien su fraseo lírico. El público de pie despidió a la artista, que regresó para hacer el bis y sacó de la galera su versión de We Are The Champions, la recordada canción de Queen, que sonó muy adecuada como despedida; tanto que fue acompañada desde la platea y los palcos. El balance del concierto, más allá de las cuestiones estilísticas, es que Jenkins sabe cómo llegar al corazón de su auditorio.
ES