Casillas y Pepe, durante el partido ante la Roma en la Liga de Campeones. CHRIS BRUNSKILL (GETTY ) / ATLAS
El corazón de Iker Casillas se ha convertido en 24 horas en el músculo al que más preguntas se quiere hacer y que menos respuestas puede devolver. Ni siquiera a la pregunta más importante. ¿Podrá Casillas volver a practicar el deporte de alto nivel? Ningún especialista es capaz de aventurarlo. Todos dan plazos que dependen de la respuesta a varias condicionales.
Cuando se le pregunta si Casillas podrá volver a jugar al fútbol de manera profesional después del infarto que sufrió este miércoles, Luis Serratosa, médico deportivo, responde: “Hombre, como poder, podría, ahora bien..., ¿querrá?”
Poco ha trascendido del alcance y menos de las razones del ataque al corazón del portero del Oporto pocos días antes de cumplir 38 años, por lo que ni siquiera Serratosa, miembro de la sección de cardiología deportiva de la Sociedad Europea de Cardiología y buen conocedor de Casillas en los tiempos en los que ambos coincidieron en el Real Madrid, puede hacer algo más que avanzar conjeturas sobre el futuro deportivo del guardameta que lo ha ganado todo. “Hay que partir de que de entrada un infarto superado no deja secuelas que imposibiliten el deporte de alta competición, aunque no recuerdo ningún caso de grandes deportistas que lo hayan sufrido”, señala. “Lo normal será que dentro de seis meses se evalúen una serie de cuestiones y se valore”.
Serratosa plantea tres preguntas fundamentales cuya respuesta en seis meses debe ser positiva. ¿Han quedado lesiones residuales producidas por la necrosis (muerte de fibras cardiacas) provocada por el infarto? ¿Está afectada la contractibilidad (la capacidad de contraerse para bombear sangre) de las fibras? ¿Las cicatrices de la lesión en el corazón le provocan arritmias? Y, de propina, una cuarta: ¿Ha recuperado su capacidad funcional medida en una prueba de esfuerzo?
Y añade algunos factores que pueden jugar en contra del futbolista. “Casillas es portero, quizás el puesto en el campo en el que más expuesto se está a los golpes y a los contactos, y el deporte de contacto no está recomendado para alguien que tome medicación antiagregante, esto es, que impida la formación de trombos en la sangre”, explica Serratosa. “Casillas deberá tomar durante al menos un año dos medicaciones de ese tipo, Adiro, que es aspirina, y otra más, y cada balonazo que reciba, cada choque, cada golpe supondrá un gran hematoma y más sangrado... Por eso tendrá que tener más cuidado”.
Un infarto agudo se produce cuando se obstruyen las arterias que llevan la sangre al músculo cardiaco (el miocardio) por acumulación de grasas.
Mientras que un infarto no suele dejar secuelas que impidan la práctica de un deporte, enfermedades del corazón como las que causaron la muerte de Antonio Puerta o Daniel Jarque, o la retirada temprana de Rubén de la Red, patologías que alteran el ritmo del corazón contrayéndose y expandiéndose para bombear sangre, los latidos, lo aceleran o lo hacen irregular, sí que afectan a la práctica del ejercicio, y su gravedad se puede incrementar justamente por practicar deporte.
“Un infarto no tiene nada que ver con las cardiopatías arritmogénicas o los síndromes de Brugada o de QT largo o los Wolf-Parkinson-White o las fibrilaciones auriculares que suelen provocar síncopes cardiacos o muertes súbitas”, señala Araceli Boraíta, cardióloga en la Agencia Española de Protección de la Salud del Deportista (AEPSAD). “Estas patologías, normalmente, de origen genético, detectadas a tiempo, sí que obligan a dejar la práctica del deporte de alto nivel”.
El segundo factor es la edad y el hambre. Cualquier deportista puede pensar que los 38 años no son mala edad para retirarse, y más uno como el portero madrileño, que ha ganado todo aquello a lo que puede aspirar un futbolista: cinco Ligas con el Madrid y una con el Oporto, tres Champions y, con la selección española, dos Eurocopas y un Mundial. ¿Cuánta motivación deportiva le queda? ¿Cómo le afectará el susto que le dio el corazón? ¿Tiene alguna necesidad económica?
Araceli Boraíta, cardióloga de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD), comparte los criterios de Serratosa, acepta que quizás deba estar un año sin jugar y añade otra cautela. “Durante dos meses no podrá hacer ningún ejercicio intenso, porque el ejercicio de alta intensidad es trombogénico, provoca pequeños trombos, peligrosos en la sangre”, explica. Y también le quita importancia a los hematomas producidos por la medicación anticoagulante. “Aunque si le han hecho un cateterismo para implantarle un stent, un tubito con un muelle que mantiene abierta la arteria, la lesión es significativa, aunque, por lo que he oído, el infarto solo afectó a un vaso, la arteria derecha, quizás la menos importante, por lo que las otras dos seguirían irrigando bien el corazón”, explica Boraíta. “Los golpes que reciba no afectarán al stent, el tubito con un muelle que le han introducido en la arteria para mantenerla abierta”.
Boraíta es una especialista que ha examinado los corazones de los grandes deportistas españoles, y también el de Casillas. “Vi ecocardiogramas suyos de hace unos años, y no se apreciaba ningún factor de riesgo. No tenía cardiopatías”, dice. “Y supongo que, por lo delgado que está, no tendría tampoco problemas de azúcar, que también influyen”.
Serratosa recuerda de sus tiempos en el Madrid que ninguna de las analíticas del guardameta detectara ningún problema de colesterol tampoco, ni que fuera hipertenso. Y tampoco fumaba. No presentaba ninguno de los factores de riesgo habituales.
El puesto de portero es más delicado debido a los golpes
“Quizás se haya un trastorno del metabolismo congénito; quizás el estrés, quizás una carga genética que naces con ella. Nadie está libre de un accidente isquémico”, explica Boraíta. “Puede haber tenido lesiones pequeñas, blandas, no lo suficientemente importantes para generar síntomas pero que pueden desarrollarse. Son como cristales pequeños que se rompen y liberan colesterol al torrente sanguíneo”.
El infarto de Casillas ha asustado a la sociedad, que considera que deporte es sinónimo de salud y no entiende que de repente una arteria de una persona sana se pueda obstruir. “Pero cuando me enteré de la noticia tampoco me extrañé tanto. Puede ser inesperado pero no es extraño. El infarto es así de traicionero”, sentencia Boraíta, que subraya que a partir de los 35 años en el mundo (y de los 30 años en España), la principal causa de muerte es eso, el infarto, la llamada cardiopatía isquémica. “Y aunque la FIFA no exige en los exámenes médicos más que un ecocardiograma, a una prueba de esfuerzo previa le podría haber pasado por alto el riesgo de sufrir un infarto”, dice Boraíta y Serratosa concuerda. “La prueba de esfuerzo tiene una especificidad y una sensibilidad bajas, da muchos falsos positivos y muchos falsos negativos”, comenta. “Por eso no se realiza habitualmente a menos que haya algún síntoma previo”.
Los anuncios publicitarios hablan de la existencia de test genéticos que pueden predecir la probabilidad de sufrir un infarto, pero Serratosa los rechaza. “Solo valen si hay factores de riesgo, como familiares que han sufrido muerte súbita, pero no en la población general, como screening para discriminar”, dice. “Lo que sí se utiliza más, y los grandes ejecutivos se someten a ellos cada vez más, es el llamado TAC de coronarias, que ya producen muy poca radiación y combinado con una prueba de esfuerzo puede ser un predictor”.
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