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El guardameta del Oporto, cerca de cumplir los 38 años, evoluciona sin complicaciones después de sufrir un infarto de miocardio y de la rápida actuación de los médicos Dos aficionados del Oporto, con una pancarta de Iker Casillas, a las puertas del hospital donde está ingresado el portero. RUI FARINHA EFE
Provistos de banderas y fotografías, prestos a hablar con cualquier periodista que les inquiriese, una decena de aficionados del Oporto guardaban vigilia ante el hospital en el que descansa Iker Casillas. Hace falta tener voluntad para acudir hasta allí, en una transitada carretera de circunvalación próxima a la zona portuaria de Matosinhos, lugar de paso, pero no de estacionamiento, poco amable para recibir visitantes. “En España seguro que fue una conmoción, pero aquí no se crea que fue menos. Casillas es uno de los nuestros”, explicaba un hombre de avanzada edad, portista y portuense. Una nube de cámaras y unidades se agolparon durante la jornada en la mediana de la vía. Todo se alteró a media tarde, cuando un todoterreno plateado se dirigió al estacionamiento subterráneo del Hospital CUF Porto. Conducía Sara Carbonero, la esposa del futbolista ingresado allí tras sufrir un infarto agudo de miocardio. La periodista atendió entre amable y azorada. En el asiento trasero llevaba a sus dos hijos. Casillas quería pasar un rato con ellos. “No puedo decir mucho, Ya hablará él cuando salga. Está todo bien y él está muy tranquilo. Está controlado. Se quedará unos días hasta que digan los médicos”, apuntó Carbonero.
A estas alturas Casillas y los suyos ya tienen claro que dentro de la desgracia hubo una dosis importante de fortuna. El guardameta se sintió indispuesto durante el entrenamiento, con los servicios médicos vecinos a su posición y la opción de llegar a uno de los más prestigiosos centros médicos lusos en apenas unos minutos. “Sucedió de repente y lo que pensé es que se había llevado algún golpe o algo similar. La reacción de los médicos fue rapidísima”, explicó Felipe, central brasileño del Oporto. El episodio tiene impresionado a todos los que lo vivieron de cerca. Por ejemplo a Vaná, el meta brasileño que tendrá ahora que sustituir a Casillas y que de adolescente quiso dejar el fútbol después de presenciar como su padre sufrió un infarto del que le costó salir ante él y sus hermanos. “La vida es muy frágil”, resuelve Felipe. “Ahora lo mejor es que descanse”, apuntó su compañero Alex Telles. Más allá de la visita familiar, el meta español pasó el día tranquilo, le aconsejaron que guardase el teléfono móvil y que se aburriese un poco. Óliver Torres y Adrián López, los otros dos futbolistas españoles del equipo, pasaron por allí. El miércoles por la tarde también se vio al uruguayo Maxi Pereira y a Alberto Bueno, que tras jugar en el Oporto lo hace ahora en el Boavista. Todo apunta a que el lunes por la tarde Casillas podrá regresar a su domicilio.
Ahora llegan las preguntas. Las que tienen que ver con su recuperación personal y profesional de una persona que este mes cumple 38 años. Nélson Puga, el responsable de los servicios médicos del Oporto no quiso ser categórico en unas declaraciones recogidas por el canal de televisión del club: “Es temprano para pronunciarnos sobre si podrá volver a jugar. Dependerá de muchos factores, de la medicación que va a tener que tomar, del resultado de las diferentes pruebas en esfuerzo físico, de su voluntad para continuar. Va a quedar completamente recuperado, pero decidir si vuelve a la competición es cuestión de mucho diálogo”. Puga valora el compromiso de la situación y la importancia de que Casillas recibiese un diagnóstico rápido. “Los procedimientos funcionaron bien”. Cuando el futbolista llegó al hospital ya le estaban aguardando sabedores de lo que llegaba. A partir de ahí se realizó el cateterismo para resolver la situación de infarto y solucionar la obstrucción de una de las arterias coronarias.
"Uno de los nuestros"
Porque también se cuestiona cómo pudo sucederle esto a un deportista de larga trayectoria, se supone que más monitorizado en cuestiones de salud que la mayoría de las personas. Pruebas de esfuerzo o ecocardiogramas se realizan al menos al principio de cada campaña y ayudan a discernir si existen problemas de corazón. El patrón médico apunta al tabaquismo, el consumo de alcohol o drogas, de grasas, al colesterol alto, a la obesidad o sobrepeso o a aspectos genéticos como factores de riesgo. También al ejercicio físico puntual e intenso. Pero Casillas es un deportista, uno de los más conocidos y populares a nivel mundial y tampoco estaba corriendo una maratón. En muchos casos este tipo de dolencias evolucionan con sigilo, sin ofrecer pistas. La primera que recibió Casillas fue durante el entrenamiento, un dolor intenso, en pecho, parte inferior del rostro y brazos. Para entonces ya estaba infartado.
Oporto lo sufre. Casillas vive en una ciudad y en un entorno profesional exigente, pero agradecido. Y siente que está ante un tripeiro más porque así lo pregona el futbolista, orgulloso de vivir en esta ciudad de acogida. “Es un hombre impoluto con un carácter excepcional, uno de los nuestros. Casillas es Oporto”, apuntó ya en la tarde del miércoles su presidente Jorge Nuno Pinto da Costa. No es el primer susto de este tipo por el que pasa el veterano presidente, tampoco el club. Fue mucho más rebajado, pero Vitor Baia tuvo que dejar la final de la Copa Intercontinental en 2004 por una taquicardia. Todavía estuvo en activo casi tres años más. Ídolo de Casillas cuando el meta mostoleño soñaba con ser profesional, Baia publicó un mensaje en las redes sociales con una foto de ambos: “Los grandes campeones dan un puntapié fuerte a las dificultades y agarran el futuro con las dos manos”.
El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, telefoneó este jueves a Iker Casillas para interesarse por su estado tras el infarto que sufrió el miércoles, y según dijeron fuentes presidenciales, le encontró “muy animado”. “Estaba de muy buen humor, muy animado”, dijeron desde la Presidencia, e indicaron que la llamada se produjo al mediodía, “tan pronto” como el avión de Rebelo de Sousa aterrizó en Portugal procedente de un viaje de Estado a China. Casillas, según el equipo de Rebelo de Sousa, “estaba muy contento de hablar con el presidente, y le agradeció mucho la llamada, que fue muy breve”, porque debían hacerle más pruebas médicas.
La llamada del presidente portugués es una prueba más del enorme interés que genera el estado de salud de Casillas en Portugal, donde lleva residiendo desde julio de 2015. El guardameta, que cumplirá 38 años este mes, eligió el Oporto como destino tras abandonar el Real Madrid hace cuatro años, y llegó con la carta de libertad después de haber defendido la portería blanca durante 16 temporadas.
A su llegada a Oporto, Casillas y su familia se instalaron en Foz do Douro, una localidad de casi 11.000 habitantes, situada en la zona marítima occidental en la que desemboca el Duero en el Océano Atlántico. Allí no resulta extraño ver a Casillas recorriendo en bicicleta el paseo marítimo, o caminando por las calles principales. Dos años después, el jugador y su familia se cambiaron de domicilio, pero no abandonaron una zona desde la que se desplaza en coche a la Ciudad Deportiva del Oporto.
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