Un disco doble de 37 canciones en total. Se le fue la mano a Andrés Calamaro. Lo pensás ahora, veinte años después, haciendo una escucha completa y tratando de que no pase algo que después del tema 23 podríamos definir como estado de claustrofobia. Salís a tomar aire fresco a la terraza de este diario pensando que Honestidad Brutal fue sólo un preaviso y que del trastorno de ansiedad al secuestro extorsivo habrá un paso: El Salmón, 103 canciones, álbum quíntuple editado apenas un año después.
Al parecer 1999 marcaría un antes y un después en el rock nacional. Al menos eso publicaba este diario, dos décadas atrás, definiendo la edición de Honestidad Brutal, un disco que estuvo a esto de llamarse Aterrizaje forzoso.
Así reseñaba "Honestidad Brutal", en 1999, este mismo diario.
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No podría decirse que sea un álbum conceptual, pero a los centennials acostumbrados a duetos y featurings, habría que decirles que un disco ya es concepto, y que un disco doble, mucho más.
Hace un tiempo le pedimos a Calamaro que eligiera sus diez mejores canciones y él se atajó recordando que sería un requerimiento más que arbitrario para quien había publicado arriba de cien temas en un solo álbum. Entre Honestidad Brutal (1999) y El Salmón (2000), Calamaro sacó a la calle siete discos y 140 canciones.
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Cual emperador oportunamente entrado en celo, Andrés ideó su tour de force mientras la industria empezaba a estancarse. A fines de los '90, la invención del MP3, un formato apto para la digitalización masiva de la música, acaso haya sido la punta del iceberg de un sistema que entraba en franca decadencia. Calamaro podrá darse el lujo de contar la proeza de haber publicado un álbum doble y otro quíntuple cuando ya se dejaba de pagar por la música.
Honestidad Brutal es el disco excluyente y es más que un disco. Fueron nueve meses de grabaciones, los días y las noches, hasta grabar cien canciones. Fue aquella una grabación espontánea pero interminable, repetimos con la espontaneidad demasiadas veces, hasta en quince estudios de grabaciones y estadios de emociones en tres países distintos. Experimentando con (todas) las drogas y sexo duro, escribiéndole al futuro entre cincuenta muchachas. Un tren que no paraba en las estaciones del año. Había tanto de todo en la que, según dicen, fue la grabación mas cara de la compañía de discos. Y advierto que me pagaba mis gastos personales. Es el lugar mas alto para un disco, elegimos 37 de cien posibles, trabajamos mucho en todas, demasiado. Fueron tres días de “miedo y asco en las vegas”, multiplicados por treinta o por trescientos. Literalmente. La última grabación analógica del siglo veinte, la apocalíptica.
Unimos los discos, Honestidad Brutal y El Salmón, porque lo "conceptual" de estos álbumes es el humor que reina puertas adentro de Calamaro, un humor que se termina traduciendo en el clima de un mundo sin censuras. Honestidad Brutal es algo así como el no va más de la libertad de expresión. ¿Qué quiere decir esto? Que Calamaro, lo piensa, lo escribe, lo canta, lo publica. El criterio de autodeterminación se convertiría en un derecho adquirido cuando, un año más tarde, el músico se presente en las oficinas de su discográfica multinacional con un proyecto aún más ambicioso y delirante.
¿Resultado? Calamaro pide la palabra y no la suelta nunca más. Un verborrágico con piano y guitarra que logró sortear el drama de las generaciones para instalarse en el statu quo de un público de padres e hijos, menos propio del rock nacional que de un Paul McCartney. En otras palabras, Calamaro es un clásico al que deberíamos rendirle tributo por este disco doble, por Los Abuelos de la Nada, por Los Rodríguez y, por qué no, por Hotel Calamaro, el primer trabajo de una carrera solista conmovedora.
La arrogancia de Honestidad Brutal arranca desde el vamos cuando abre el disco con esa maravilla llamada El día de la mujer mundial, donde el jodido corazón del cantautor manda una derrota sentimental justo un 8 de marzo, ponele, preguntádose: “¿Con quién estarás ahora? ¿Quién te va a dar de comer...” Observado por el actual feminismo punitivista, una “incorrección” a todas luces imperdonable.
Con guitarras distorsionadas, dice más: “No entendí si vas a ser libre o esclava, no entendí si fui tu dueño...”. Pero AC tiene un grado de machirulismo que no escaparía a una sobremesa entre Borges y Bioy; es más, en estado de gracia, y siguiendo cierta línea irritante -el porro ya es menos rebelde que un gerente de marketing- desactualiza el debate de género en Más duele: “Cuando no estás es muy feo (...) Voy a ponerme la ropa mojada. Voy a brindar con agua mineral. No hay relleno para la empanada. Cuando no estás duele más...”
Es un disco notable con no menos de 15 canciones buenas o muy buenas y algunas que pasaron a la historia como el El día de la mujer mundial, Te quiero igual, La parte de adelante, Los aviones, Paloma, Prefiero dormir, Con Abuelo.
Paloma se transformó en un hit involuntario. Fue el elegido de la gente y es un himno infaltable en los recitales en vivo. Pero Honestidad Brutal empezó a sonar en las radios con un tema que odiamos cariñosamente. Te quiero igual fue consumido de manera algo irónica o culposa, aunque sin nunca dejar de mover la patita. Otra perversión marca Calamaro es rigorearte desde la cuna. Sin gamulán, en medio de tanto rock testimonial, fue el tema de Los Abuelos que nos presentó su voz en sociedad y habrá sido la primera canción mainstream que descorchó un Chandon por la democracia.
Dudo que exista suficiente fantasía para inventar aquello. Harían falta muchas memorias para recordarlo todo. Realmente, hay que multiplicar lo hablado por cincuenta, quizás por mas veces. Subyuga recordarlo, ni siquiera es aconsejable hacerlo. Honestidad Brutal y después, fueron años brillando en la oscuridad de los diamantes y sobrevolando los tachos de basura. Amanecía tres veces por día, a veces cuatro. Canilla libre, la patria desquiciada. Para la fantasía, y las habladurías, fue una secuencia delirante de sexo, drogas y rock. Así esperamos el fin de un milenio, la página terrible de los calendarios, la que nadie había visto, la que no volveremos a ver nunca. Para ejecutar la partitura de Prince, escrita en pentagramas de cielo y sangre, chatarreros de sangre y fuego, en 1.999. Dudo que exista invento que haga justicia a la realidad, o fantasías que se permitan inventar aquello. Pero existen cien testigos, hombres y mujeres. Entre todos podríamos con el rompecabezas. Del disco que pudo haberme matado.
Hay frases perfectas en Honestidad Brutal. “Prefiero dormir pensando en nosotros dos que dormir con vos”, es una declaración de amor platónico sin precedentes. Si bien la suya es una escritura que cultiva el desvío, hay huellas circulares. Finalizando la experiencia de Honestidad Brutal, Para qué redondea la idea con un infantilismo: "Quisiera dormir contigo, pero no quiero porque te quiero"
Se trata de un disco con firmas de peso y mirada caleidoscópica: Mariano Mores compone con Calamaro Jugar con fuego, Maradona tiene su canción y también mete coros. Aparece una versión de Naranjo en flor... Asomaba el Calamaro magnánimo que más tarde cerraría filas con Pablo Lescano, el cantante de Damas Gratis que te caga a tiros con el teclado.
Hasta hay una letra del Bebe Contepomi (Me pierdo), por todos conocido como el conductor de La Viola.
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Puede que Honestidad Brutal sea uno de los mejores diez discos del rock nacional. Si después de esta obra Calamaro se estrellaba contra una rima y moría de una hemorragia interna, hubiera dejado, sin dudas, un cadáver exquisito.
Incluso con algunas de sus rancheras, la música de AC llega mucho antes que la letra. Pasa con Los aviones, donde uno se enamora de la bossa más linda que escuchó –bossa & bandoneón- y de movida no entiende bien si lo de los aviones es una cuasi colisión o una noche en el Aeropuerto de Ezeiza. Es pop, nada grave, pero también es una pena porque Calamaro resulta ser un animal textuado con enormes melodías. O sea, una combinación de estribillos cegadores con frases increíbles hechas de palabras comunes.
Andrés maneja dos poderes fácticos y nunca fue un Salieri de Charly. Logró imponer su propia matriz, yendo de una punta a la otra de la música popular: de Coti al Pity Alvarez.
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Ahora mismo, vía mail, Calamaro nos dice que lo más importante de las letras de Honestidad Brutal era escribirlas. Sin letra no había canción. En el doble de 1999 estuvieron presentes los que seguían su ritmo de consumo, los que lo iban a saludar en las grabaciones interminables y los amigos. En la construcción que él hace de sí mismo, la sofisticación consiste en evocar veladas narcóticas para un resultado comercial de alta rotación. “Consumo profesional y artístico", dirá. "Estábamos encantados con sexo y drogas”.
Me temo que la principal influencia (que ejerció en el rock argentino) fue la mas casual de las canciones, escrita con maldad insolente para burlarse de si misma. Decir cien veces te quiero y no creer en el amor. Mentar floreros verdaderos y vivir despiertos o con los ojos abiertos. Paloma es el oasis argentino, veinte años de honestidad no es poca cosa. Grabamos con Diego, Virgilio, Mariano y Norberto. Y la producción recuerda a Francis Ford Coppola en Filipinas, filmando la guerra de Vietnam. Yo mismo grabé la mayoría de los instrumentos, baterías, bajos, guitarras y teclados. En un disco plagado de artistas, músicos, compañeros, aeropuertos, muchachas y varones expulsados de sus domicilios. Es el disco del destino que refluye, mucho más que rimas tontas y melodías. Los influyentes prestaron atención a la producción imposible y a los versos desatados treinta veces. El disco transversal, que corta el rock, el tango, la realidad y el fútbol. El que se sigue cantando en las tribunas. En España fue aplaudido por el rock alternativo, porque abrió a patadas la puerta de los letristas.
La pretensión de extrapolar los 37 temas del disco al 2019 no le resultan incomprensibles ni surrealistas. “Cuidado con los teenagers -advierte-, los de 16 son profundos para la música. Me gusta esa generación”.
Honestidad Brutal, el CD, tiene un booklet que no le hace justicia al contenido lírico. El mercado suele funcionar de manera inversa, pero el estuche no trae las letras de los temas. A cambio, un manifesto donde Calamaro escribe sobre una experiencia “temeraria” y sobre “un manantial que fluye”. Parafrasea a Javier Martínez, de Manal (“hay tiempo para todo y no hacemos nada”), cita a su amigo e ingeniero de sonido Mario Breuer y al mago de la mezcla, Joe Blaney. Aclara que Honestidad Brutal llegaron a ser 100 canciones.
La canción número 100 fue la que le dedicó a Miguel Abuelo.
La pulcritud de Alta Suciedad y la presunta mugre de Honestidad Brutal tienen como diferencia, según Calamaro, la intervención furiosa de la cocaína en cantidades industriales. Eso quizá explique el apetito por la cantidad. Habría que entrevistar ahora mismo a los ejectutivos de la Warner y hacer un emoji con las caras que habrán puesto con un disco que les saldría alrededor de 250 mil dólares.
Habría que entender también que Calamaro es el César Aira de la música. Que mientras uno desarticuló el mercado editorial, el otro hizo lo propio con la música.
Nos dice Andrés: "El Salmón sale pensado para vender 5 CD a precio de uno y medio”. Claro, el asunto de los artistas es llegar a su gente y Calamaro –su incontinencia– nos perdona el bolsillo a cambio de una dedicación full-time. Con Honestidad Brutal ocurrió lo mismo: dos discos al precio de uno.
Jura Calamaro que las canciones descartadas de Honestidad Brutal quedaron para siempre en el olvido.
W.D. - E.S.