“George is coming”. Casi espera uno oír una fanfarria tras el anuncio y ver aparecer a George R. R. Martin (Bayonne, Nueva Jersey, Estados Unidos, 1948) acompañado por lanceros de Dorne, la Guardia Real, un destacamento de Inmaculados, unos cuantos dothraki y un puñado de broncos hermanos de la Guardia de la Noche (los dragones no hubieran cabido en el ascensor). Pero el autor de las novelas de Canción de hielo y fuego –90 millones de ejemplares vendidos en 47 idiomas–, en las que se basa la serie Juego de tronos (el título de la primera), llega solo y toma asiento no en el Trono de Hierro erizado de espadas, derecho que nadie podría negarle, sino en una silla corriente.
Los ventanales de la sala arrojan vistas de la avenida Broadway y de un Nueva York en el que sopla un viento helado que anuncia la proximidad del invierno. Martin, al que se le ve algo agobiado por todo el lío alrededor de su exitosísima creación —con la serie televisiva adelantando a las novelas en que está basada, fans exigiendo que salgan las novelas que faltan, rumores de nuevos desarrollos y proyectos y la presión de seguir en la cima— ha reunido a un puñado de periodistas en su editorial con motivo del lanzamiento mundial de su nuevo libro, Fuego y sangre (Penguin Random House), una precuela de 800 páginas de Canción de hielo y fuego que transcurre 300 años antes y narra la historia del reinado de la casa de los Targaryen (17 reyes), la dinastía criadora y amaestradora de dragones que ha sido depuesta cuando empiezan el famoso ciclo de novelas y la serie televisiva y a la que pertenece uno de sus personajes centrales, Daenerys Targaryen.
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Martin, vestido de negro cual Jon Nieve entrado en carnes, con su icónica gorra y un aspecto entre Peter Ustinov y Orson Welles, ha pedido que no se le pregunte por la nueva temporada de la serie de HBO, la octava y última (de seis episodios, prevista para abril), sobre la próxima novela del célebre ciclo, la sexta y penúltima, The winds of winter, en la que aún anda (hace seis años ya que publicó la anterior, la quinta, Danza de dragones), y acerca de su salud, que es buena, dice, pero que le tocan las narices y le da mal fario los rumores del fandom más radical y desconsiderado, harto de esperar y que le apremia a cerrar la serie original (la última novela prevista, la séptima, se titulará A dream of Spring y nadie sabe cuándo llegará) antes de que vaya y se muera. “Tengo lectores maravillosos pero hay también esos otros menos pacientes que conforman un territorio complejo”, medita preocupado.
“Fuego y sangre es una creación muy diferente de Canción de hielo y fuego”, explica, “espero que quede claro que no es una novela, sino un género distinto, historia imaginaria”. Martin desliga así estilísticamente el nuevo libro —que, vamos a seguir liándola, serán dos, el publicado llega hasta la regencia de Aegon III el Veneno del Dragón, siete reyes (tantos como los traductores que han hecho falta para tener la versión española a punto para el lanzamiento mundial) y la extinción de los dragones; el segundo, hasta el final de la dinastía, otros diez monarcas, aún lo tiene que escribir— de su popular serie. “Utilizo el recurso de decir que el libro es obra del archimaestro Gyldayn de Antigua y que yo solo lo he transcrito. Es un tipo de libro que se parece a las crónicas de los reyes históricos, como la monumental del escritor y periodista Thomas B. Costain sobre los Plantegenet (1949), por ejemplo, con la salvedad de que aquí todo es, claro, no académico sino inventado, y con dragones. Pero es un género que permite mucho juego porque el supuesto autor escribe años después y recoge diversas versiones de los hechos, algunas contradictorias. La historia real está llena de cosas así, ¿cómo murió Eduardo II?, ¿quién mató a los principitos en la Torre? Tenemos versiones, pero hasta que no dispongamos de una máquina del tiempo nunca conoceremos la verdad”. Martin aprovechó para confirmar que HBO está desarrollando varias ideas de precuelas y spin-off de Juego de tronos. Apuntó también que su prioridad ahora es acabar el sexto tomo de Canción de hielo y fuego.
Tengo lectores maravillosos pero hay también esos otros menos pacientes que conforman un territorio complejo
A Martin se le califica de “Tolkien americano” y, lógicamente, se compara este Fuego y sangre con El Silmarillion, la precuela de El Señor de los Anillos (aún por delante con 150 millones de copias vendidas). Martin, que admira a Tolkien y lo considera una de sus principales influencias (echa balones fuera, en cambio, cuando le pregunto por los dragoneros de Pern de Anne McCafrey, tan parecidos a los suyos, o por la relación con Dune), marca aquí un poco de distancias. “Tolkien dejó El Silmarillion inacabado y lo completó su hijo. No tiene detalles. Yo he tratado de que no fuera lo mismo. Fuego y sangre está lleno de historias, de pasión y de vida, incluso hay humor”. Martin recuerda que Tolkien y él pertenecen a mundos muy distintos y sus creaciones lo reflejan. “Era monárquico y yo desde luego no. Su creencia en los gobernantes de una pieza no la comparto, como se ve en mi obra. Se limita a decir que Aragorn fue un rey justo. Y yo tiendo a pensar que sí, que Sauron está vencido, pero que quedan todos esos orcos sueltos y me pregunto si Aragorn no habrá realizado alguna campaña genocida contra ellos, matando incluso a los bebés orcos. No creo en la teoría de los grandes hombres. En mi opinión, los héroes cometen también errores, al igual que los malvados tienen a veces comportamientos nobles. La gente real es así. Hay que tratar de dar lo mejor de nosotros sabiendo que no somos perfectos. Eso es una verdad tan grande como que todos los seres humanos mueren, algo que también es evidente en mis libros, donde nadie está a salvo”.
Dragón Balerion. Doug Wheatley
Lo que si comparten y Martin lo reconoció enseguida al leer por primera vez El Señor de los Anillos es una atracción melancólica por los reinos que se desvanecen. La idea triste de la decadencia —con un punto personal: su familia había ido a menos— está presente, como la de la redención, en toda la obra de Martin, desde su maravillosa primera gran novela Muerte de la luz, uno de los libros más hermosos y desesperanzados que jamás se hayan escrito (y que pudo acabar, por cierto, gracias a un préstamo de dinero que le hizo Roger Zelazny), pasando por los vampiros y la conmovedora amistad de Sueño del Fevre o por Una canción por Lya, hasta el mundo de Poniente.
Hoy seguimos teniendo un mundo lleno de conflictos, guerras, racismo, sexismo
Hablar de su nueva obra invita a Martin a reflexionar sobre el desarrollo de la historia. “Parece que la humanidad no aprenda de sus errores, hoy seguimos teniendo un mundo lleno de conflictos, guerras, racismo, sexismo. Aunque creo que hemos hecho progresos desde la Edad Media. Al menos ya no se descuartiza públicamente”. Sobre si sus obras contienen alguna metáfora sobre nuestro mundo y una visión política, Martin, muy crítico con Trump, dice que una de sus principales influencias formativas fue la lectura de ciencia ficción de clásicos como Poul Anderson o Robert Heinlein que mostraban a la humanidad unida para salir del planeta y conquistar las estrellas o defenderse juntos de ataques alienígenas. “Crecí con esa idea de que no somos estadounidenses o mexicanos o chinos, sino terrícolas todos. No creo que levantar muros sea una buena idea”, dice, puntualizando que el suyo, para el que, como es sabido, se inspiró en el viejo Muro de Adriano, es solo literario. “En EE UU, además, todos somos descendientes de emigrantes”. Admite que en Canción de hielo y fuego hay ecos de las amenazas del cambio climático. “Seguimos ignorando este y otros riesgos de nuestra civilización, vivimos en la inmediatez. Igual que se ignoró la amenaza que suponían los nazis y pasó lo que pasó. Tenemos que prestar atención al cambio climático ¡y otra vez a los nazis también!”.
Fuego y sangre, que explica la génesis de muchos elementos de la obra de la que es precuela (la fundación de Desembarco del Rey, la creación de la Guardia Real y del puesto de Mano del Rey, la construcción de la Fortaleza Roja y del Trono de Hierro, el devenir de las casas), mezcla material ya publicado por el autor en forma de relatos paralelos a las novelas con creación nueva y ofrece un montón de emociones con el característico sello de la casa Martin. La historia de los Targaryen (a destacar en esta primera entrega la del cruel Maegor I el Cruel y Matasangre) supera con creces la de familias como los Ptolomeos o los Borgia y en ella abundan los incestos (lo de Cersei y Jaime Lannister luego es una broma en comparación), las conspiraciones, las guerras, los parricidios, las torturas, las mutilaciones y los crímenes más espantosos.
'Fuego y sangre' es más recta, más simple, vas siguiendo una cronología, no hay una simultaneidad de acciones en diferentes lugares
Arranca con la conquista de los Siete Reinos de Poniente (el mundo de Martin) por parte de Aegon I el Conquistador, el primer rey de la dinastía, que para mantener su pureza de sangre se desposa con sus dos hermanas, una vieja tradición valyria. Curiosamente, Martin también tiene dos hermanas. Los tres Targaryen reinan y cabalgan, además de entre ellos (hay mucho sexo en el libro), a sus dragones (el rey monta la gran y afamada bestia llamada Balerion, el Terror Negro), con el aliento ígneo de los cuales destruyen los ejércitos y las ciudades de sus enemigos.
Martin dice que en cuanto a sus personajes no hace distinción alguna de género. “No pienso si son hombres o mujeres sino en ellos como individuos. Una de las grandes cosas de mis obras es que tienen un reparto muy amplio. Tengo hasta 17 grandes personajes en la serie que son mujeres y son todas muy diferentes entre sí. Mis personajes son gente real, capaces de odiar, de amar, de cometer equivocaciones, realizar acciones loables y actos terribles. En Fuego y sangre es lo mismo, hay Targaryen nobles y villanos y algunos son a la vez las dos cosas. Creo que todos tenemos esa dualidad”.
Fuego y sangre, que incluye 75 ilustraciones en blanco y negro del dibujante Doug Wheatley, narra escenas sensacionales como el derribo de un dragón con una catapulta y su caída sobre una torre, la lucha entre dos dragones montados por dos hermanos pretendientes al trono, funerales de reyes cuyos cadáveres se incineran con el fuego de las míticas criaturas, una boda sangrienta (!) en la que violan a la novia y castran al novio y otra en que las novias son tres y todas viudas, y un rey que muere en el Trono de Hierro empalado misteriosamente por las espadas que lo forman (el recopilador Gildayn nos ofrece varias versiones de este hecho).
Sería hipócrita decir que me gustaría volver al relativo anonimato y a recuperar la privacidad de antes
Salen un montón de dragones (una feliz proliferación como la de los jedis en la precuela de La Guerra de las Galaxias): Balerion, Azogue, Fuegoensueño (“una dragona esbelta de color azul claro con vetas plateadas”), Ala de Plata, Vermithor (“bronce y canela”), Vhagar… Los dragones tienen algo de “arma total, definitiva”, reconoce Martin, que los aproxima a metáforas de las armas nucleares. “Son fuerzas destructivas muy poderosas. Su empleo es una opción tremenda. Gobernar es otra cosa”.
De los diferentes desarrollos de su obra y la extensión que ha cobrado, el escritor dice que “es un reto acordarse de todo” pero que tiene el conjunto en la cabeza. Agradece la ayuda de un equipo de seguidores que le ayudan a no cometer errores en detalles o a corregirlos. De la relación con la serie televisiva afirma que verla, y aunque “los actores están magníficos”, no le influye. “Yo imaginé a los personajes mucho antes y sigo viéndolos como los creé”.
Señala que Fuego y sangre es en cierta manera más fácil de escribir que la serie Canción de hielo y fuego, con la que siente además que se ha puesto el listón muy alto. ”Fuego y sangre es más recta, más simple, vas siguiendo una cronología, no hay una simultaneidad de acciones en diferentes lugares”. Recalca que escribir “es trabajo, es duro y cuando lo acabo me produce una gran satisfacción”. En la situación actual se siente presionado. “Acabo de publicar un libro de ochocientas páginas y hay gente que lo que hace es preguntarme cuándo saldrá el próximo”. Pero no se queja del éxito. “Sería hipócrita decir que me gustaría volver al relativo anonimato y a recuperar la privacidad de antes. ¿Qué si me gusta ser rico y famoso?, no voy a mentir, soy muy feliz por cómo han ido las cosas. Los aspectos positivos superan con mucho a los negativos”. Tras más de una hora de charla, Martin, ese hombre complejo que describe con deleite las batallas más tremendas pero se hizo objetor para no ir a Vietnam y que no tiene hijos pero ha alumbrado millares de personajes, se deja fotografiar con paciencia, firma libros y se marcha musitando un “thanks for coming” que queda flotando en el aire con todas las incertidumbres del invierno.