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Es inadmisible que España tenga el mayor abandono escolar de la UE Varios alumnos esperan en el patio el inicio del curso escolar, en una escuela de Barcelona. Albert García
Un año más, España es el país de la UE con mayor tasa de abandono escolar, es decir, en porcentaje de alumnos que han dejado de estudiar tras la ESO y por tanto solo han cursado los estudios obligatorios. La UE estableció como objetivo bajar el abandono escolar en todos los países por debajo del 10%. Lo han conseguido 21 de los 28 Estados miembros, pero España está lejos de lograrlo y, pese a los esfuerzos realizados, sigue teniendo el peor registro: el 17,9% de los jóvenes de 18 a 24 años solo tiene, como mucho, estudios de secundaria. En cinco años se han aprobado tres planes de lucha contra el abandono escolar, pero los resultados son muy decepcionantes. Otros países han mejorado mucho más que nosotros. Particularmente sonrojante es la comparación con Portugal, que partía de una situación mucho peor y desde el año 2000 ha reducido su tasa de abandono del 44% al 11,8%.
Esta es una de las grandes carencias del modelo educativo español. Sus causas hay que buscarlas en el funcionamiento del sistema escolar, pero también en las condiciones sociales del alumnado, pues la mayor parte del abandono afecta a escolares de familias con pocos recursos. Es preciso, pues, actuar sobre los condicionantes sociales que lastran los resultados académicos y trabajar aspectos individuales como la motivación, la autoestima o la capacidad de esfuerzo, cuya ausencia hace que muchos escolares fracasen en los estudios.
Para ello es preciso, por un lado, reforzar los equipos docentes con el fin de garantizar una atención personalizada a los alumnos rezagados o que tienen necesidades educativas especiales. Y, por otro, habilitar programas de refuerzo en el entorno comunitario en colaboración con los Ayuntamientos. Se trata de facilitar recursos y apoyos extraescolares para compensar las carencias que los niños que abandonan tienen en su entorno familiar. Los municipios son los que están en mejores condiciones de determinar las zonas de riesgo de fracaso y los colectivos que precisan soporte especial. Entre ellos está sin duda el de los alumnos de origen inmigrante. Una investigación del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona ha demostrado que estos escolares presentan casi el doble de fracaso escolar que los hijos de familias autóctonas.
La relación entre el modelo productivo y el formativo tampoco ayuda. España posee uno de los índices más altos de universitarios de la UE, pero la formación profesional, que en otros países es la principal estructura de cualificación para empleos técnicos intermedios, no ha conseguido los niveles de calidad, prestigio y penetración social que tiene en países de nuestro entorno. La historia del abandono escolar ha seguido las fluctuaciones de una economía demasiado dependiente de la construcción y el turismo, dos sectores que ofrecen empleo poco cualificado y que son muy sensibles a los ciclos económicos. El abandono subió durante la burbuja inmobiliaria porque muchos jóvenes encontraban fácilmente trabajo, y cayó con la crisis de 2008 por falta de alternativa. Pero la mayoría de los empleos poco cualificados que existen desaparecerán a causa de la automatización. Es preciso garantizar que todos los escolares puedan alcanzar la máxima cualificación posible si no se quiere tener una sociedad en la que una parte estructural de la población carezca de salidas profesionales.
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