Último gran premio de Fórmula 1 para Fernando Alonso y última comparecencia en la rueda de prensa previa para él, en este caso sentado al lado de Lewis Hamilton, el único compañero de equipo que fue capaz de terminar la temporada por delante de él, el único que logró desestabilizarle hasta hacerle perder un título, el de 2007, que Kimi Raikkonen se encontró finalmente en Brasil. Tiene miga que el español se refiriera a aquel curso como uno de los que más le marcaron y que precisamente lo expresara en Abu Dabi, donde en 2010 perdió un título que tenía en la mano, ya enfundado el mono de Ferrari, y que seguramente terminará siendo su peor recuerdo.
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Han pasado 18 años y 17 temporadas (en 2002 hizo de probador de Renault) desde aquel debut en Australia en el que al salir del garaje casi se estampa contra los coches que formaban delante de él, al no ser capaz de encontrar el interruptor que ponía el cambio en punto muerto. En este tiempo, Alonso fue capaz de crecer de forma meteórica y de convertirse en el único capaz de destronar al mismísimo Michael Schumacher, a quien doblegó en 2005 y 2006 al volante de un Renault, cuando el alemán reinaba sin oposición.
La trayectoria y los números del asturiano no son tan importantes seguramente como el hueco que dejará en un campeonato que le echará de menos, como ya han reconocido la mayoría de estrellas del momento. A la espera de que este domingo suceda algo realmente inesperado, el ovetense se despedirá con 32 victorias, 97 podios, 22 pole position y 23 vueltas rápidas en 312 pruebas en las que se alistó. Habrá competido con cuatro escuderías distintas (Minardi, Renault, McLaren y Ferrari) y, con la excepción de Hamilton, habrá derrotado a 14 vecinos de taller.
Él, por ahora, se centrará en adjudicarse el Mundial de Resistencia (WEC) con Toyota y en tratar de ganar las 500 Millas de Indianápolis, una hazaña esta última que le colocaría en el mismo plano que Graham Hill, el único que hasta el momento se ha encasquetado la Triple Corona, el galardón honorífico que se otorga a quien consigue imponerse en Mónaco, las 24 Horas de Le Mans y las 500 Millas. Cuando este domingo se baje del coche que McLaren ha decorado especialmente para rendirle homenaje al que ha sido su único sustento en los últimos cuatro años.
"El Príncipe de Asturias, el mayor logro mi vida"
“Más que carreras o victorias, lo mejor que me llevo de la F1 es la gente con la que trabajé y compartí la mitad de mi vida. La filosofía detrás de un gran premio, la preparación. En otras disciplinas en las que ahora me muevo me doy cuenta de que esto está por encima”, resumió Alonso cuando se le preguntó qué recuerdos se lleva de su paso por el Gran Circo. “Lo que más voy a extrañar es conducir estos coches, que son especiales. La tecnología que hay detrás de estos monoplazas es muy difícil de replicar”, añadió el todavía piloto de McLaren, que una vez más optó por marear la perdiz cuando se le pidió si existe la posibilidad de que pueda regresar en 2020. “Es difícil pensar en regresar en estos momentos, pero la puerta no está cerrada. Tampoco sé cómo me voy a ver el año que viene, puede que esté desesperado en el sofá y busque la manera de volver. No sé qué pasará en 2020, pero la F1 siempre me ha encantado”,
Si la magnitud de la huella de Alonso en el certamen es indudable, el impacto que tuvo su irrupción en España y Asturias podría catalogarse como un fenómeno sociológico fuera de lo común. “Fernando puso patas arriba a un país que pasó de discutir en la cafetería sobre penaltis y faltas a hacerlo sobre adelantamientos y cambios de ruedas”, según escribía Marc Gené en EL PAÍS, el 14 de agosto pasado, día en que se anunció su retirada. “En España ni siquiera se daban las carrera por la tele en 2001, sino que comenzaron en 2003. El premio Príncipe de Asturias es lo más grande que he logrado en mi vida, más que ningún título de F1, porque es un galardón que se otorga a alguien que ha cambiado la vida de otros”, remachó Alonso.