El beneficio neto es la parte que más brilla en cualquier cuenta de resultados. Sin embargo, ese resplandor a veces puede llevar a conclusiones apresuradas. Y es que las ganancias son la partida más volátil, al estar sujetas en muchas ocasiones al albur de impactos extraordinarios o variaciones contables. Ese espejismo, sin ir más lejos, ocurre al observar el balance de los resultados obtenidos por las compañías españolas cotizadas en 2018. El pasado ejercicio, el beneficio atribuido agregado se situó en 45.988 millones de euros, cantidad que representa un retroceso del 12,57% respecto a las cifras del ejercicio 2017. ¿Quiere decir eso que la cosecha de ganancias fue mala? No necesariamente. El dato de beneficio total de las cotizadas en 2018 está muy condicionado por los efectos contables en tres compañías (Naturgy, Ferrovial y Abengoa), que tras determinados saneamientos las llevaron a registrar voluminosos números rojos.
Debido a esta volatilidad del beneficio, los expertos recomiendan analizar sobre todo la parte alta de las cuentas de resultados (ingresos y beneficio de explotación) para valorar realmente la solidez de las cifras empresariales. Y al hacer este análisis, la conclusión es que 2018 fue un ejercicio bueno. Las cotizadas españolas facturaron el pasado año por valor de 661.415 millones de euros, un 4,87% más. La mejora de las ventas vino empujada sobre todo por el buen comportamiento del mercado doméstico. Por primera vez en más de una década, la cifra de negocio generada en España creció más que los ingresos obtenidos en el exterior, gracias a la pujanza de la economía local.
El entorno invita a pedir prestado. Los tipos de interés siguen en zona de mínimos históricos y las previsiones hablan de que la primera subida del precio del dinero, prevista para después de verano, se puede posponer debido al frenazo económico y a la ausencia de inflación. Con unas condiciones de financiación tan favorables, la lógica sería ver cómo la deuda neta de las compañías aumenta. Sin embargo, la realidad es la contraria. La última crisis cogió a la mayoría de las cotizadas españolas con niveles de apalancamiento elevados. En la última década han purgado esos excesos y todavía siguen soltando lastre.
A 31 de diciembre pasado, la deuda financiera neta de las compañías del Ibex 35 (exceptuando a los bancos) sumaba 156.193 millones de euros, su nivel más bajo desde 2005. En 12 meses las grandes empresas lograron reducir sus compromisos en 3.847 millones, un 2,4%, gracias a la generación del flujo de caja y a determinadas desinversiones.
La compañía que más se está apretando el cinturón para aligerar su balance es Repsol. La petrolera acabó 2018 con una deuda de 3.439 millones de euros, un 45% menos que en 2017.
Otro caso de austeridad es el protagonizado por Telefónica. La operadora cerró 2018 con una deuda neta de 41.785 millones. Durante el pasado año recortó su volumen en 2.445 millones, un 5,52% menos. La empresa presidida por José María Álvarez-Pallete mantiene su compromiso de control financiero y hace una semana anunció la venta de sus filiales en Centroamérica, una operación que le permitirá reducir su deuda en 1.400 millones adicionales.
Aunque la tendencia generalizada es a reducir deuda, dentro del Ibex 35 hay compañías que están elevando su apalancamiento para mejorar su ritmo de crecimiento. En 2018 las empresas que más engordaron su balance fueron Inmobiliaria Colonial (elevó la deuda en 1.523 millones), Iberdrola (1.315 millones) y Amadeus (990 millones).
En 2019, sin embargo, un cambio en la normativa contable probablemente hará que el saldo total de deuda dentro del Ibex repunte. En concreto, los arrendamientos de inmuebles pasarán a computarse como pasivo, lo que subirá los gastos financieros y reducirá el resultado neto.
Es el segundo año consecutivo con crecimiento en las ventas, lo que contrasta con la larga travesía del desierto que realizaron las compañías tras el estallido de la crisis financiera que posteriormente se tradujo en la Gran Recesión. Desde 2012 los resultados empezaron a salir del pozo, pero lo hicieron muy lentamente; primero a base de achicar agua, de planes de austeridad draconianos, pero la recuperación de los ingresos no llegaba y, como todo el mundo sabe, el crecimiento solo mediante de la reducción de costes es finito. Y por fin en 2017, y posteriormente en 2018, se recuperó el factor imprescindible para garantizar un crecimiento sostenido de los beneficios: unas ventas fuertes.
Control de costes
Además, las políticas de austeridad de la última década han hecho posible lo que los analistas definen como apalancamiento operativo. Es decir, aunque el crecimiento de los ingresos sea modesto, las compañías son capaces de convertirlo en una tasa de ganancia operativa más elevada debido al control de los gastos. Este fenómeno se observa bien al analizar la evolución del resultado de explotación de las cotizadas españolas el pasado año. Esta partida, que viene a reflejar grosso modo la evolución más pura de un negocio (ingresos menos costes), se situó en 81.823 millones de euros, un 6,4% más que en 2017.
El proceso de internacionalización de las compañías españolas, primero en Latinoamérica y después en el resto de mercados exteriores, que empezó en la última década del siglo XX, fue un colchón de vital importancia para los resultados cuando llegó la crisis. Mientras las ventas en España estaban deprimidas, en otros mercados las compañías españolas eran capaces de compensar ese bajón. En 2018, por el contrario, se produjo un cambio de tendencia llamativo: fue la actividad doméstica la que tiró de las cuentas en un momento en el que las filiales en el extranjero tuvieron un comportamiento más flojo.
En concreto, las compañías del Ibex 35 —sin contar a ArcelorMittal, que no desglosa la procedencia de sus ventas, ni a Inditex que, al tener un ejercicio fiscal irregular, aún no ha publicado sus datos anuales— facturaron en España por valor de 141.667 millones de euros en 2018, lo que supone una mejora interanual del 7,85%. En cambio, los ingresos exteriores se situaron en 275.267 millones de euros, con un crecimiento de solo el 2,22%. Este diferencial ha permitido que el negocio doméstico gane algo de peso después de años de reducción y pase a representar el 33,98% de las ventas totales, frente al 32,79% que suponía en 2017.
Este año la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha introducido algunos cambios en el documento que las compañías tienen que cumplimentar para explicar la distribución geográfica de su cifra de negocio. La división anterior de las ventas foráneas (UE, países OCDE y resto) ha dado paso a nuevas categorías (zona euro, UE no euro y resto). Mientras que las ventas en la zona euro y en la categoría resto (con gran peso de las actividades latinoamericanas) crecieron, la facturación en los países europeos que no comparten moneda común empeoró un 6,7%, en buena medida debido a la incertidumbre generada en torno a la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Mejor los grandes
Otro análisis clásico de las cuentas empresariales es ver la evolución de las mismas en función del tamaño. En términos agregados, la foto de 2018 es más favorable a los grandes grupos cotizados. Las empresas que pertenecen al Ibex 35 obtuvieron un beneficio neto de 42.005 millones, apenas un 0,07% inferior al del ejercicio precedente. En cambio, las ganancias conjuntas del resto de compañías del mercado continuo sumaron 3.983 millones, un 62,3% menos que en 2017. En el caso de las firmas de mediana y pequeña capitalización, el balance se ve muy afectado por el impacto de Abengoa —pasa de ganar 4.277 millones a perder 1.497 millones debido a la valoración de la deuda financiera— y por los números rojos de OHL —1.529 millones en su tercer ejercicio consecutivo de pérdidas—. Por el contrario, en términos de ventas, la evolución fue bastante pareja entre los diferentes grupos. Las compañías del Ibex elevaron sus ventas un 4,84% hasta los 502.243 millones, mientras que en el caso de los grupos de menor tamaño la mejora fue del 4,96%, lo que situó sus ventas agregadas en 159.172 millones.
El sector bancario es, de largo, el que mayor peso tiene en la Bolsa española. Las entidades han sufrido un duro proceso de ajuste en la última década y sus márgenes aún se resienten debido a la persistencia de los bajos tipos de interés. Sin embargo, en 2018 la gran banca cotizada (Banco Santander, BBVA, Banco Sabadell, Bankia, Caixabank y Bankinter) sumó unos beneficios de 16.676 millones, un 22,4% por encima.
En el capítulo individual, ArcelorMittal fue un año más la compañía que más facturó. El gigante siderúrgico (tiene su sede en Luxemburgo, pero forma parte del Ibex 35 por los acuerdos de la fusión que dieron lugar a la compañía actual) ingresó 66.930 millones de euros en 2018, un 10,7% más, gracias a la mayor demanda mundial de acero y a la incorporación de algunas compañías adquiridas en los últimos meses. El segundo puesto en el ranking de ventas correspondió a Airbus. El fabricante aeronáutico vendió por valor de 63.707 millones, con un incremento interanual del 7,9%. Cierra el podio de ventas Banco Santander, con 54.324 millones (un 3% menos que en 2017).
Precisamente la entidad presidida por Ana Botín encabeza la clasificación de ganancias. El Santander acabó 2018 con un beneficio neto atribuido de 7.809 millones, un 18% más, gracias a la buena marcha del negocio en Brasil, donde consigue el 26% del resultado, y de España (donde gana un 21% más tras integrar al Banco Popular). Después del Santander se situó el BBVA. En el último año con Francisco González al frente de la entidad, el beneficio fue de 5.324 millones, un 51% más, la segunda mejor cifra desde 2017. En su caso, la venta de la filial chilena compensó las turbulencias de dos mercados importantes para el negocio como son Turquía y Argentina. Los terceros mayores beneficios correspondieron a ArcelorMittal (4.532 millones).
Por último, las mayores pérdidas las soportó Naturgy. El grupo energético tuvo unos números rojos de 2.821 millones debido a la puesta al día del valor de sus activos en el negocio de generación en España, con un deterioro superior a los 4.000 millones.
a solidez de las cuentas empresariales en 2018 se dejó notar en las políticas de contratación de las compañías. La plantilla media de los grupos del Ibex 35, sin contar los casos de ArcelorMittal e Inditex, durante el pasado curso se situó en 1.154.383 empleados. Esta cantidad supone 22.308 personas más en nómina en relación con los trabajadores que tenían estas mismas empresas en 2017. Se trata de un crecimiento del 1,97% en la fuerza laboral de los grandes grupos españoles cotizados. Eso sí, al tratarse de medias, no quiere decir automáticamente que el aumento se deba a más contrataciones, sino que puede deberse también a la incorporación de las plantillas de aquellas compañías que han sido adquiridas.
El reparto de las contrataciones por sexos fue más o menos parejo. El número medio de varones que trabajaron fue de 660.911, un 2,09% más que en 2017. Por su parte, el número de mujeres en nómina de los grupos del Ibex creció un 1,8% hasta totalizar 493.472 empleadas. Este crecimiento de las contrataciones mantiene por tanto la brecha de genero en favor de los hombres, que representan el 57,25% de los trabajadores del Ibex, frente a un peso de las mujeres del 42,75%. Grifols, Banco Sabadell y Bankia son las compañías con mayor peso de las mujeres en su fuerza laboral. Por el contrario, los grupos con menor presencia femenina son Acerinox, Ferrovial y Cie Automotive.
Tras la absorción del Banco Popular, el Banco Santander se consolida en el primer puesto como el principal generador de empleo del Ibex. La entidad que preside Ana Botín tuvo una plantilla media de 201.829 empleados en 2018, un 3,11% más que un año antes. El segundo lugar es para ACS, con una nómina compuesta por 191.823 trabajadores, un 5,6% más que en 2017.
En términos absolutos, la mayor destrucción de empleo durante el pasado curso corrió a cargo de Telefónica. La plantilla media de la operadora fue de 121.853 empleados, 3.518 personas menos. También fue notable el ajuste llevado a cabo por el BBVA. La entidad dio empleo a 129.336 personas, 3.168 menos que un año antes. Aunque no todos los bancos destruyeron empleo en 2018, sí hubo un recorte generalizado de oficinas. A 31 de diciembre pasado, las entidades financieras del Ibex tenían 31.489 sucursales, 1.224 menos que 12 meses antes.