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El Ajax somete claramente al campeón durante una hora, pero se lleva un chasco tras un gol anulado y los tantos de Benzema, asistido de maravilla por el brasileño, y del resucitado Asensio Marco Asensio marca el segundo gol del Madrid con Onana en el suelo. Peter Dejong AP
Jugó el Ajax, ganó el Madrid. Un soplo del VAR que traerá cola —un gol que pareció gol, anulado al cuadro local con 0-0—, la jovialidad de Vinicius y una resurrección final de Asensio aliviaron a un Real que pasó gran parte de la noche contra las cuerdas. Un campeón sometido durante una hora por un rival que redujo al Madrid al papel de inesperado resistente. El chasco fue mayúsculo para un Ajax expansivo y vigoroso.
El exigente Johan Cruyff se hubiera sentido jubiloso con esta nueva veta del Ajax, un grupo de jovenzuelos con aire de haber salido de pícnic adolescente que capitanea un chico de 19 años, De Ligt. Entre todos enchironaron a un Real Madrid desnortado, abatido por la frescura de su adversario, un equipo descamisado, transgresor. Tan audaz con la pelota como sin ella, sin tiritona alguna a la hora de birlar el balón a su oponente en campo ajeno. Frente a un rival tan vivificante, el campeón fue un equipo raso. Incapaz hasta el final de encontrar una ruta de evacuación en un duelo propicio para el contragolpe, para el turbo de Vinicius y Bale. Pero el grupo madridista se vio esposado, sin apaño con el balón, encapsulado por los cadetes del Ajax.
Ante el acoso holandés nadie advirtió cómo tutelar el juego. El Madrid no contaba tres pases seguidos. Empeñados los suyos en trastear con la pelota al pie con parsimonia, los robos del Ajax se sucedieron. Y eso que no se trata —nunca lo fue en su fascinante historia— de un conjunto con colmillo. Lo suyo es la plasticidad, el despliegue a toda mecha con ese 4-3-3, un formato que el club ha metabolizado hasta los huesos desde hace 50 años. A lo largo de su vida han pesado tanto los extremos que nadie se extraña de que aliste a tres velocistas como Neres, Ziyech y Tadic y prescinda de un ariete convencional. Así dispuso a su equipo Ten Hag. Y así sacó la cadena al Madrid una y otra vez, con Tadic de agitador y Schöne de baliza ante el papel más templado del ya azulgrana De Jong. A sus virtudes sumó este Ajax un ardor desconocido. Fue más que un equipo pinturero.
Aun cuando el choque no había enfocado alguna parada de Courtois, las alertas en su perímetro eran constantes. El Ajax se quedaba en la sala de espera del gol por un escobazo crucial de Casemiro, una interrupción vital de Nacho, otras cuantas de Sergio Ramos... Solo un acelerón de Vinicius le sirvió de sacudida al Madrid. El disparo del brasileño lo desvió el poco ortodoxo Onana. La jugada sirvió de sonajero para el equipo español. Un respiro. Pero solo un respiro, porque el Ajax cogió otra bocanada y vuelta a la carga. Incluso a Modric se le anudaban los pies en un Madrid sin hilo con Benzema, que suele ser el mejor sedante posible cuando se trata de embridar los partidos. Frente a un Ajax que llegaba aturdido por los últimos tropezones en su poco pujante liga doméstica, resulta que el Madrid se vio más intimidado que en sus recientes peajes por el Camp Nou y el Metropolitano.
Mazraoiu fue el primero en poner en jaque al Real, pero su disparo se fue cruzado por un palmo. Le siguió Tadic, con un remate al poste derecho de Courtois. Y el meta belga se lució con los pies ante Ziyech. Sin monsergas, el Ajax atornilló al Madrid en su trinchera hasta que llegó la gran trama de la noche. De Ligt ganó por el aire un córner, Courtois se hizo un lío con el balón y Tagliafico le hizo pagar el error. Solo aparentemente. El juez de VAR era el polaco Marciniak, que, en principio estaba designado como árbitro de campo. Un trueque a última hora hizo que el esloveno Skormina dejara las pantallas y cogiera el silbato. Nadie había sospechado ni por asomo que algo flagrante (como dicta la doctrina) hubiera sucedido. Skormina vio la tele a pie de césped y decretó que Tadic, en fuera de juego posicional, había bloqueado a Courtois. Ni Courtois había reclamado nada.
Con el susto, pero bendecido por este repentino empeño arbitral en enredarse de mala manera con el VAR, el Madrid pudo encarar el duelo tras el intermedio sin otro lamento que su inopinada inferioridad del primer tramo. No remitió el Ajax, pero el segundo relámpago de Vinicius fue terminal para el cuadro de Ámsterdam. El brasileño no especula. La portería contraria es su indisimulado destino en cada jugada. Desde el costado izquierdo arrancó hacia el área, dejó en la cuneta a tres rivales y citó a Benzema con el gol. Lo del galo y el brasileño comienza a ser una sociedad cotizada.
El gol rebajó algo al Ajax hasta que Ziyech encontró la red tras un quite previo en medio campo que pilló desajustados a los madridistas, que reclamaron falta en el origen de la jugada. Solari movió el cesto y con Lucas encontró el equilibrio que no había tenido el Madrid con Bale. Y no solo eso. Con Lucas, se agigantó Carvajal, un jabato. También irrumpió el mejor Asensio en muchos meses. Uno y otro articularon el tanto final. Carvajal abrió gas por su costado y su centró lo embocó Asensio.
También hubo protesta, esta vez por una presunta falta de Lucas a De Jong. Pero ya hacía tiempo que el árbitro pasaba de todo. Salvo de amonestar a Sergio Ramos, que tras cumplir 600 partidos con el Madrid se perderá la vuelta por sanción. Y a tenor de la ida, pese al marcador, quizá aún haya vuelta.