El fiscal general, William Barr, en primer plano, junto al número dos del Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, este jueves en rueda de prensa. En vídeo, declaraciones de Barr. BRENDAN SMIALOWSKI (afp) | reuters
El Departamento de Justicia hizo público el documento de Mueller en pleno Jueves Santo, con el Congreso cerrado y medio país a punto de tomarse un fin de semana largo, pero desbarató todas las agendas en Washington. Esas cerca de 400 páginas concentran 22 meses de investigación sobre un asunto explosivo, si el presidente de EE UU cooperó o no con Rusia, el viejo enemigo de la Guerra Fría, para interferir en las elecciones presidenciales a su favor. Se trata de una versión con pasajes censurados -por motivos de seguridad o privacidad, entre otros- pero al minuto de estar disponible en la página web del Gobierno, ya se podían encargar las primeros ejemplares editados a cargo de la cadena Barnes & Noble o The Washington Post.
Ningún informe había sacudido la política de este modo desde 1998, cuando el fiscal Kenneth Starr presentó 11 cargos para destituir a Bill Clinton, entre ellos, mentir sobre su relación sexual con la joven Monica Lewinsky. Algunos aspectos de la jornada de este 2019 parecían sacados de entonces, como cuando trascendió que el fiscal general de EE UU, William Barr, pretendía entregar el documento en un cedé en el Congreso.
No hay cargos contra el mandatario esta vez, eso quedó claro cuando Mueller entregó su informe al Departamento de Justicia el 22 de marzo y el fiscal general explicó las principales conclusiones en una carta dos días después. Pero el relato sí abre la puerta a toda una suerte de contactos poco ortodoxos entre el entorno de Trump y miembros de su campaña o personas cercanas a su círculo, exhibe la tonelada de mentiras que los investigados o interrogados han vertido y hace evidentes los intentos del mandatario de interferir en las investigaciones. En concreto, menciona un total de 10 episodios que involucran a Trump y que, a juicio de Mueller, pueden suponen material para acusar de obstrucción a la justicia, pero el fiscal especial no fue capaz de llegar a esa conclusión después de su detallado trabajo de casi dos años, sino que se limitó a describir los acontecimientos y ofrecer un marco teórico.
El documento recoge escenas corrosivas políticamente. El 17 de junio de 2017, con la investigación del fiscal especial recién activada, el presidente llamó a Don McGahn, exconsejero de la Casa Blanca, para pedirle el despido de Mueller. Trump se encontraba entonces en la residencial presidencial de recreo Camp David y pidió a Gahn —que dimitió después— que hablase con el número dos del Departamento de Justicia, el fiscal adjunto, Rod Rosenstein, y le dijera que Mueller tenía conflictos de intereses, según la declaración del exempleado. Mueller también señala cómo Trump intentó condicionar a los testigos.
“Nuestra investigación descubrió varios actos realizados por el presidente capaces de ejercer una influencia indebida sobre las investigaciones policiales, incluidas la investigación sobre la interferencia y obstrucción de Rusia”, dice Mueller en el primer volumen del documento. “Los incidentes se llevaban a cabo a menudo en reuniones individuales en las que el presidente buscaba usar su poder oficial fuera de los canales habituales”, añade.
Barr defendió ante la prensa su decisión de no acusar al presidente de un delito de obstrucción a la justicia, recalcando que se había basado en el marco teórico descrito por Mueller en el informe, pese a que ni siquiera lo comparte del todo, añadió. “Como el fiscal especial deja claro, el Gobierno ruso trató de interferir en nuestras elecciones. Pero gracias a la exhaustiva investigación del fiscal especial, ahora sabemos que los operativos rusos que perpetraron estas campañas no contaron con la cooperación del presidente Trump o de su equipo, ni se sabe de la ayuda de otros ciudadanos estadounidenses en dichos asuntos”.
El fiscal general compareció ante la prensa a las nueve y media de la mañana, cuando ni la prensa, ni el público ni los legisladores habían podido echar un vistazo al informe en cuestión, que se entregaría a las once. Su declaración, desgranando uno a uno los cargos relacionados con la trama rusa y repitiendo en cada uno de ellos que el informe no había hallado pruebas de coordinación con el republicano, otorgó una gran carga dramática a sus palabras, centradas en la exoneración del mandatario: “El presidente Trump se ha enfrentado a una situación sin precedentes. Cuando asumió el cargo y trató de llevar a cabo sus responsabilidades como presidente, los agentes federales y los fiscales estaban controlando su conducta y la de algunos de sus colaboradores de antes y después de asumir la presidencia”.
Los demócratas, que han pedido la comparecencia de Mueller en el Congreso y la publicación del informe sin censuras, criticaron este jueves a Barr y cuestionaron su imparcialidad. Esta ya se puso en cuestión cuando llegó al cargo. Trump lo nombró fiscal general en noviembre, tras despedir a Jeff Sessions, con quien estaba molesto precisamente por su gestión de la trama rusa. Barr, que ya fue fiscal general con Bush padre, despertó recelos por, entre otros motivos, haberse manifestado el pasado verano en un informe en contra de la investigación de la trama rusa sobre Trump.
La trama rusa acabó en manos de Mueller en mayo de 2017 por decisión de Rosenstein, quien era responsable máximo de supervisar el caso después de la recusación de Sessions, debido a que había ocultado en el Congreso su reunión con el embajador ruso en Moscú. En mayo, Trump había destituido al jefe del FBI, James Comey, lo que disparó las sospechas de obstrucción a la justicia, y Rosenstein optó por una investigación independiente para evitar toda duda. Cuando aquello ocurrió, Trump se vio perdido. “Oh Dios. Esto es terrible. Este es el final de mi presidencia. Estoy jodido”, dijo en una reunión, según las anotaciones de Jody Hunt, jefe de gabinete de Sessions.
El informe no cuestiona en ningún caso la injerencia de Moscú en las presidenciales de 2016. En enero de 2017, cuando Trump no había aún siquiera jurado su cargo, los servicios de inteligencia estadounidenses y el FBI señalaron públicamente a Vladímir Putin como responsable de una campaña de interferencia en los comicios con el objetivo de favorecer la victoria del magnate neoyorquino. La injerencia se sirvió sobre todo de propaganda y ciberataques, que incluyeron el robo de correos de los demócratas, destinados a denigrar la candidatura de Clinton. La trama rusa de convirtió en una investigación sobre el presidente y su posible conchabanza con el Kremlin poco después, cuando comenzaron a salir a la luz reuniones y contactos poco ortodoxos entre miembros del entorno del magnate.
Para el presidente, la narrativa ha empeorado este jueves con todos los detalles expuestos a la luz pública. Mueller concluye que el despido de Comey se debió a que este rechazó afirmar públicamente que Trump no se encontraba bajo investigación. El documento también repasa el papel de su yerno, Jared Kushner, o su hijo mayor, Donald júnior, y sus controvertido encuentros con personajes cercanos al Kremlin, así como sus contactos con WikiLeaks, la plataforma que difundió los correos robados del Partido Demócrata. El informe señala incluso que Michael Flynn, fugaz consejero de Seguridad Nacional de Trump y que dimitió a raíz de este caso, trató de hacerse con correos borrados de Hillary Clinton por orden de Trump.
La gran conclusión, sin embargo, no ha cambiado: ha salido indemne de todos lo cargos que planeaban sobre él y su círculo. Los investigadores no ven esos episodios suficientes para determinar colusión. Antes incluso de que saliera publicado el informe, Trump cantó victoria en su peculiar estilo, publicando una imagen suya, de aire épico, caminando de espaldas entre la niebla y con el siguiente mensaje, en tipografía de la serie Juego de Tronos: “No colusión. No obstrucción. Para los enemigos y demócratas de la derecha radical GAME OVER”. Pero la batalla política seguirá en el Capitolio y, para muchos individuos, en la cárcel y en los tribunales. Las largas y complejas pesquisas de Mueller han levantado tantas alfombras que han servido para acusar de diversos delitos a más de una treintena de personas y de remitir hasta 14 casos de otra índole a otros departamentos.