Es locutora desde hace un cuarto de siglo y conduce Sarasa junto a Ronnie Arias por La 100 desde hace una década. Muy querida por los oyentes, Alejandra Salas fue compartiendo en redes sociales el increíble cambio físico de su último año (45 kilos menos) y los seguidores la felicitan y le preguntan la fórmula. Todo ese esfuerzo implicó un largo camino y no tuvo un fin estético, sino de salud: "Si no lo hacía, me moría", admitió a Clarín emocionada.
Frente al micrófono. Hace dos años y hoy.
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Criada en Banfield, egresada del ISER, co-conductora de "El Pelado" López en Ranking Yenny (también por La 100), a Salas (48) no paran de decirle por los pasillos de la emisora que "los ojos ahora brillan distinto". Ella bromea: "Me saqué una Luciana Salazar de encima".
Todo comenzó con la advertencia de una amiga: "Nos reunimos y me dijo: '¿Te das cuenta cómo estás? Tengo que decirte que así te vas a morir a los 50'. Pero yo no recibía la imagen real del espejo cuando me miraba", admite.
"'Tenés que hacer algo. Hay una operación que te cambia la vida y la gente no sabe que es gratuita', me dijo mi amiga. Lo primero que hice fue preguntarle a Ronnie si conocía a un doctor que operara. Me recomendó hablar con Fernando Felice. Y Felice me derivó al cirujano Matías Quesada, a quien le debo la vida", cuenta.
"Vi a una nutricionista y me dijo que lo primero que necesitaba para comenzar el trámite era dos años de historia clínica y dos años de seguimiento con una nutricionista. Fue frustrante escuchar eso. Porque yo estaba un mes a lechuga y bajaba un kilo. Y tenía que bajar 45", continúa el relato la conductora.
"Hubo que esperar seis meses, a los seis meses me anunciaron que la espera sería de seis meses más. Finalmente el 18 abril del año pasado me operé. Y desde ahí me cambió la vida física y mental. No voy a decir cuánto pesaba antes", agrega.
Conductora de "Sarasa" junto a Ronnie en La 100. (David Fernández).
Salas jura que no podía atarse los cordones de las zapatillas. Ni caminar una cuadra. Ni subir las escaleras. "Me quedaba sin aire, me ahogaba". Ahora se cuida en las comidas para mantenerse en peso. "Ya no tolero la carne roja. Me cambiaron los gustos. Como cada dos horas. Me manejo con unas viandas. Mi estómago hoy tiene la capacidad de un pocillo de café. Voy al gimnasio todos los días. Y me miro al espejo y me gusto".
Cuenta Alejandra también que ahora puede entrar a cualquier local de ropa y elegir qué ponerse. Lamentablemente la ley de talles no se cumple y la mayoría de las marcas confecciona y vende talles pequeños o no aptos para obesos.
"La cantidad de oyentes que me escriben con el mismo problema es increíble. Quieren saber cómo hice. El principal conflicto es que cuando te mirás al espejo no recibís la imagen que corresponde. Pero el cuerpo empieza a mandar sus señales. A mí el corazón me estallaba. No me podía cruzar de piernas. Ni de brazos. Y a nivel hormonal el ciclo menstrual me venía cada tres meses".
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¿Por qué la decisión de no revelar el peso anterior ante tamaño logro? Nunca lo dije ni lo voy a decir. Es una enfermedad la obesidad. Muchos creen que bajar de peso es un logro y un cambio para afuera, pero es más complejo".
Hipersonriente, Salas admite que tiene más vida social ahora, por una cuestión de "haber dejado el sedentarismo". Y anima a otros a seguir su camino: "Gracias a Dios se trató todo esto en el Congreso. Es ley. La gente sigue desconociendo que las obras sociales deben dejarse de jorobar y hacerse cargo. Con la salud no se joroba. Después, claro, hay que mantener una conductora para no volver a caer en lo mismo", remata.
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