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El equipo de Simeone se lleva los tres puntos de Vallecas amparado en Oblak y tras otro partido nefasto en el que su rival fue mejor y no mereció la derrota Griezmann celebra el 0-1. SUSANA VERA REUTERS
Un rebote evitó el desastre mayúsculo del Atlético en Vallecas. Un tropiezo que hubiera hecho mucha pupa en la psique rojiblanca por el nefasto partido firmado y por las consecuencias que hubiera tenido en la tabla el empate o una derrota. El gol de Griezmann fue el fiel reflejo del encuentro que ejecutaron los jugadores de Simeone. Confusos, sin saber si ir o no a la presión, con algunos futbolistas reprochándose la colocación, y otros, la mayoría, groseros con la pelota, sin un pase que rescatar. Incapaces de ligar una jugada para recordar.
Rayo: Dimitrievski; Tito, Gálvez (Álvaro García, min.75), Ba, Amat, Álex Moreno; Mario Suárez, Comesaña; Embarba (Pozo, min.56), Trejo (Bebé, min.56) y Raúl de Tomás.
Atlético: Oblak; Arias, Giménez, Godín, Filipe Luis; Rodrigo (Savic, min.74), Saúl, Correa (Lemar, min.59), Vitolo (Diego Costa, min.59); Griezmann y Morata.
Goles: 0-1, min.74: Griezmann.
Árbitro: Gil Manzano (C.Extremeño). Amonestó a Giménez (min.91) por parte del Atlético de Madrid.
Un 0-1 mísero y desalentador fue lo que dejó el Atlético ante el entusiasta Rayo y su hinchada. Fue el triunfo de la nada cerrado por Oblak, determinante con seis meritorias paradas. La última, a un cabezazo de Ba, que ahondó aún más en el sufrimiento de la victoria rojiblanca. Injusta para el Rayo, que no mereció perder ante otro ejercicio de fútbol oscuro del Cholo y su tropa. Todos, entrenador incluido, parecieron regañados con la táctica y, sobre todo, con el balón. No le quedó más remedio al técnico argentino que juntar a Diego Costa y a Morata para tratar de enmendar el bochorno a menos de media hora del final. Un balón bajado de las nubes y protegido por Morata y que el remate de Griezmann tocara en Amat escenificó un regalo, nunca mejor dicho, caído del cielo.
El Atlético no supo mimetizar las condiciones en las que debía jugarse el partido. Un campo pequeño y un equipo que hace de esas dimensiones una de sus armas principales para hacerse fuerte en su casa. Ni por arriba ni por abajo se sostuvieron los rojiblancos. Un desastre con y sin pelota. De inicio pretendieron jugar en largo, pero para ese fútbol de barricadas estaba más preparado el Rayo. Empieza a ser significativo que un equipo de Simeone lleve unos cuantos partidos sufriendo en el juego de trincheras que tanto le ha dado. Ni Morata ni Saúl se impusieron en los desplazamientos que buscaban las segundas jugadas.
No fue casual que los únicos acercamientos peligrosos del Atlético en el primer tiempo llegaran de jugadas de estrategia. Un cabezazo de Saúl, otro de Giménez y un centro cruzado de Filipe, al que Godín no llegó en boca de gol, tras un saque de pillo de Griezmann. Para jugar por abajo, Rodrigo firmó una de sus actuaciones más espesas desde que llegó. Saúl, su acompañante en la zona de máquinas, sigue regañado con todo lo que tenga que ver con jugar bien al fútbol. Impreciso y mal colocado, una pérdida suya propició una contra que plantó a Embarba ante Oblak. El esloveno, que poco antes le había atajado un disparo raso y cruzado, volvió a hacer una exhibición de potencia de piernas para desviar el remate del extremo rayista.
Le costó al Atlético entender que en un campo de esas medidas, tres toques por jugador son un mundo. Y si los pases son imprecisos, el resultado es una patraña de fútbol. El Rayo estuvo más certero con el balón, convertido en un suplicio en cada bota de los futbolistas de Simeone. Entre Comesaña, Mario Suárez, Álex Moreno, Embarba y Raúl de Tomás retrataron y penalizaron las innumerables pérdidas de sus rivales.
No sacó más rédito de su superioridad el Rayo porque se cruzó con Oblak. Estelar una vez más para confirmar que este Atlético sigue siendo fiable en defensa desde su portero. La estadística de solo 17 goles encajados es más mérito del esloveno que de un sólido sistema defensivo. Ni defensa ni ataque tuvo el Atlético. Fue zarandeado en la pizarra y sobre la hierba. Sólo con el gol de ventaja y con el Rayo a la desesperada pudo armar algún contragolpe al final.
La victoria permite a los colchoneros seguir en la pelea por LaLiga. Pero la imagen que transmitieron se correspondió más con la de un equipo desorientado. Incapaz de imponerse en ninguna de las facetas del juego. Ganar, ganó, pero de rebote. El fútbol que ofreció no le dio para más. Y la Juventus no es el Rayo.