Once, o Una vez en la vida, es un musical de Broadway que adapta la película homónima estrenada en 2007. Algunas cosas han cambiado, pero se diría que para mejor. Once, la película, era un filme con un hit (Falling Slowly), una canción matadora, hermosa, que le valió el Oscar.
En el filme del irlandés John Carney, profundamente independiente, hecho con 10 euros, las canciones ocupaban un espacio poco común en un largo de ficción -los actores las tocan y cantan con guitarra o al piano, pero no “se dicen” las letras unos a otros, no es un musical convencional-. Llegaban a abrumar un poco. Las canciones eran buenas, pero la resolución cinematográficamente hablando no siempre lo era.
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Una vez en la vida, el musical, cuya versión en un solo acto, sin intervalo a diferencia de Broadway, acaba de estrenarse en el Metropolitan, tiene esa distinción. Aunque la obra es más larga (bah, 105 minutos corridos), es más. Tiene más punch, es más emotiva. Llega más directo al corazón.
Porque Una vez en la vida es un musical dramático, con toques de comedia, sí, y con otro añadido: los personajes son todos músicos (salvo la pequeña Ivanka, hija de Ella) y tocan sus instrumentos y cantan en el escenario.
Así, las acciones se van enriqueciendo y generando un ambiente, si se quiere, más natural. Los músicos/actores se van sumando a las escenas, sus desplazamientos no interrumpen la acción sino que la apoyan y sostienen como un elemento más.
La historia sigue siendo la misma de la película, aunque con retoques. El se gana la vida en las calles de Dublín tocando en su guitarra temas que compuso para su ex, quien lo dejó por otro y se fue a Nuevas York (en el filme, a Londres). Un día Ella, que es checa, se lo cruza en la calle, elogia sus canciones y nace entre ellos una atracción instantánea.
Ella tiene una aspiradora “que no chupa” y como El ayuda a su padre en su taller a repararlas, bueno, tienen una excusa para volver a verse. La chica checa vive con su hijita y su madre, y tiene un esposo en su país. Así que cada uno arrastra una historia de amor y se verá si inconclusa, o no.
Once, el musical, apuesta fuerte de entrada. Empezar una obra con dos canciones y sin texto es jugado, arriesgado. A El, ella le devolvió las ganas de vivir, y a amar. Estaba perdido.
En lo ancho que es el escenario de la sala principal del Metropolitan han economizado los cambios en la escenografía, pero como para crear un ambiente, más que un ámbito. Esa atmósfera, esa creación más que una recreación de los distintos escenarios de Dublín donde transcurren las escenas de Una vez en la vida, aporta, contribuye aunque no hiciera falta.
Porque Paula Reca y Eliseo Barrionuevo tienen la presencia necesaria para llevar por sí solos la obra, pero está visto que la conjunción con el ensamble y los actores es una amalgama potente.
Hay algunos cambios, pero que Once, la canción que le dio título a la película ya no esté, es otra decisión de la obra original. Y transformaciones en las características de El y Ella. Por lo pronto, el protagonismo en el musical es parejo (en el filme lo tiene claramente El, y cada vez que canta se desangra en la pantalla). Aquí Ella habla con acento y parece una joven mucho más firme y segura.
Las composiciones que logran Reca y Barrionuevo tienen matices, amén de la facilidad o habilidad de la actriz formada en Nueva York y Londres -estuvo en Casi ángeles y fue Sophi en la puesta local de Mamma mia!- para expresarse, para cantar y para humedecerse los ojos. Hay química entre ellos, algo que en un musical -exceptuando intérpretes sumamente profesionales- se nota si falla. Barrionuevo (Tango feroz y varios roles en musicales como Rent y Sweeney Todd) es un El de carne y hueso, entrador y creíble.
Santiago Otero Ramos, como el banquero, vuelve a demostrar versatilidad como en Asesinato para dos, y en el elenco está Roberto Catarineu (el padre de El), una institución en el género. Pero todos y cada uno de los intérpretes están para el aplauso.
Es una historia de amor, atípica para los tiempos que corren. Ya verán por qué. Comprometerse con el amor y arriesgarse. De eso se trata, y de eso trata Una vez en la vida.