Algunas tienen agujeros grandes. Otros, casi milimétricos. Hay negras, hay muchas menos blancas, hay de colores pasteles, pero sobre todo hay fosforescentes. Verdes, naranjas, amarillas y fucsias que, al primer vistazo, encandilan. Son remeras de tul de mangas cortas o largas y las usan las chicas que desde este jueves y hasta este domingo visitan el Grant Park, en el centro de Chicago, para ser parte del festival Lollapalooza, que nació en esta ciudad en 1991 y que conserva aquí su casa matriz.
Mirá también
Newsletters Clarín Lo más leído del día | Enterate de que se habló hoy para no quedarte afuera del mundo
De lunes a viernes por la tarde.
El jueves, cuando este festival empezó, las primeras dos cuadras de remeras -y vestidos, y polleras, y algunos pocos pantalones- de tul parecían una novedad. Algo distinto a las clásicas remeras de bandas que suelen verse en los festivales musicales, de las que tocan por estos días o de las que ya tienen a varios de sus integrantes muertos, pero sobreviven en el imaginario colectivo. Incluso algo distinto a cualquier remera de algodón o de modal, las telas más usadas por las adolescentes en el predio.
Al cuarto día de este festival -y miles de prendas de tul después-, eso que este jueves parecía novedoso asoma como parte de un uniforme. Ser adolescente y no querer usar "lo de siempre" equivale, aquí en Grant Park, a ponerse una prenda de esa tela finita, algo rasposa y, en general, sumamente brillante. El tul se usa, casi siempre, por grupos: si una chica del grupo de amigas tiene tul, las demás tienen tul. "Quiero estar distinta al resto y destacarme, llamar la atención", contó Lindsay, de Austin, ante la pregunta de Clarín. Tenía una musculosa agujereada fucsia. Era el mismo color que habían elegido dos de sus amigas. Las otras tres, verde y amarillo.
Mirá también
Aunque en mucha menor proporción que en el caso de las chicas, los chicos también usan musculosas de tul, aunque entre ellos predomina más el negro que los colores fosforescentes. Pero la vestimenta que se destaca entre ellos es la camisa hawaiana, floreada, llena de palmeras, con colores que intentan ser un atardecer o con colores que no intentan nada y se llevan como pueden entre sí. "Todo el mundo anda con remeras comunes, nosotros queríamos que nos miraran", dice Matthew. Viajó desde Memphis con cuatro amigos, y cada uno tiene una playa distinta desparramada por el pecho: hay caracoles, olas, algún delfín, el sol que se va, cocos. "Sirve para que las chicas nos miren más, o para que nos encontremos entre nosotros", explica, pragmático, Nathan. Cerca suyo, alrededor de la fuente del Grant Park que le sirve de meridiano cero a Lollapalooza, se multiplican los chicos de camisas que le rinden homenaje al verano.
Los adolescentes usan camisas que le rinden homenaje al verano // Gentileza Lollapalooza
Mucho más que fuera del parque, mucho más que en otras ciudades de este país, los chicos y chicas que llegan hasta el festival lo hacen con camisetas de basket puestas. Como esos días en los que la Costa Atlántica se inunda de turistas y mirarles la camiseta de fútbol ayuda a intuir desde dónde llegaron -uno con la de Newell's probablemente es de Rosario, uno con la de Juventud Antoniana es de Salta, alguien con la de Godoy Cruz tiene altas chances de llegar desde Mendoza-, las casacas de basket que van y vienen por Grant Park son una geografía posible. Hay, por supuesto, muchas -muchísimas- de los Bulls de Chicago. Y mirarlas es como viajar en el tiempo: dicen "Jordan", "Rodman", "Pippen", protagonistas de los dorados años '90 para el equipo. Pero también hay de los Suns de Phoenix, de los Miami Heat, de los Mavericks de Dallas, de equipos universitarios de Carolina del Norte y de Carolina del Sur, de los Charlotte Hornets, de los Bucks de Milwaukee, de los Indiana Pacers, de los Pistons de Detroit, y las firmas -y los Estados- siguen.
Las camisetas de los Bulls andan por todos lados, pero hay de decenas de equipos de la NBA // Gentileza Lollapalooza
Marcia, de 16 años, tiene sus raíces en Bélice, donde nacieron su mamá y su papá. Y tiene también la camiseta violeta de Los Angeles Lakers: desde esa ciudad californiana viajó con dos amigos para el festival. "This is where I'm from" -"de aquí es de donde soy"-, cuenta, y sacude la tela brillante. Chelsea, de 21, vive y estudia en Chicago, pero se crió en Ohio: va y viene por el parque con la camiseta de los Cavaliers, de ese Estado. "Sos del equipo del lugar donde creciste", describe.
Para identificarse con el rincón de este país ancho y bastante alto desde el que vinieron a mezclarse con cientos de miles de personas, o para intentar distinguirse de los demás aunque bajo la seguridad de que los amigos hacen algo parecido -esa forma que tienen los adolescentes de estar en el mundo-, los teenagers usan la ropa como bandera.
El accesorio que no falta
Hay de 16 dólares y de 50. En general, tienen una capacidad de entre 1,5 y 2 litros. Y probablemente sea el accesorio más usado en este festival al que se puede entrar con una cartera o mochila muy -muy- chica. Se trata justamente de una mochila para hidratación, que tiene un tanque que se lleva sobre la espalda y de la que sale una manguera desde la que tomar ese líquido. Al final de la manguera, una boquilla que se parece a la de los buzos y que, en general, los jóvenes que vienen a Lollapalooza, no comparten.
Casi todos los adolescentes llegan al predio con las mochilas que incluyen tanque de agua // Amy Harris / AP
Esos tanques, que son desmontables, son los que los adolescentes llevan hasta los puestos de hidratación del festival. Allí les recargan con agua la bolsa plástica que vuelven a meter en la mochila y conectar a la manguera, listos para volver al show que los haga bailar y transpirar.
Cerca, Jordan siempre estuvo cerca
En esta ciudad en la que Michael Jordan tiene una estatua, miles de peatones que caminan con su camiseta por las calles, un restorán con su nombre y con una mesa -la 23, como su número histórico de casaca- reservada siempre para él, el Lollapalooza es también un espacio para celebrarlo.
michael jordan pelicula peliculas space jam actores cine dibujos animados basquetbolistas michael jordan pelicula peliculas space jam actores cine dibujos animados basquetbolistas
No sólo con la camiseta de los Bulls, el equipo con el que se volvió amo y señor de la NBA, sino también con la de Tune Squad, el equipo animado del que Jordan fue parte en la película Space Jam, de 1996. Ésa en la que en vez de jugar con Dennis Rodman o Scottie Pippen, lo hacía con Bugs Bunny y el Pato Lucas.
23 años después de ese estreno, el festival está repleto de esa camiseta blanca que conocimos en el cine y que Chicago no olvida. "I love Jordan, I love Space Jam", dice Nicky, con la casaca puesta de camino al show de Tenacious D. Tiene 17 años, cuando la película se estrenó no había nacido, pero no importa: "En nuestra ciudad la ven todos los chicos, se ve en todas las casas, es parte de nuestra cultura".
Chicago. Enviada especial.