El regreso de Zinedine Zidane resultó tan victorioso como machadiano: hoy es siempre todavía. Tras cuatro derrotas en el Bernabéu, con el deprimido Celta de simple telonero, el Real Madrid pudo brindar con su gente. El triunfo de la nostalgia, con Zidane por bandera e Isco de sacacorchos, autor del primer gol segundos antes de coger aire ya en el banquillo. Bale, asistido por Marcelo, otro de los encapotados en la época de Santiago Solari, cerró el marcador y acentuó el nuevo flechazo de Zidane y el madridismo. Al Celta, tan cosido con lo justo y en zona de tiritonas y angustias, le tocará multiplicar sus plegarias por la vuelta de Iago Aspas. Sin su tótem destila ser un equipo más cegado y ramplón de lo que se le supone. Sin Aspas, el extravío del Celta es absoluto. Máxime si a los dos minutos debe trastocar su ya hemorrágica defensa por una lesión de Juncá.
Tanta añoranza latía en Zidane que, en su reaparición, el técnico francés rebobinó a su estreno en 2016. Antes de contemplar el futuro, el galo quiso pasar revista al pasado. El nuevo entrenador madridista alistó a ocho de los futbolistas con los que abrió su periplo en el banquillo el 9 de enero de 2016. Y las tres ausencias, forzosas: los emigrados Pepe y Cristiano Ronaldo y el lesionado Carvajal.
Desde la alineación, ZZ lanzó un mensaje contundente: al frente, los míos, los cofrades que me entronizaron. O sea, Keylor, Marcelo, Isco, Asensio y Bale. Con ellos se propuso aliviar de inicio las heridas de un curso tan tormentoso.
El reencuentro de ZZ con sus pretorianos tuvo más valor anímico que futbolístico. Sobre Chamartín, de entrada un Madrid de bajo volumen, en consonancia con el reclutamiento de jugadores sin ritmo tras un tiempo de mazmorras. De catacumbas para algunos, caso de Isco. Al paso, al Madrid le costó dar con la chispa. Kroos y Modric se juntaron en el eje para paliar la baja del sancionado Casemiro. Con Asensio y Bale por las orillas e Isco liberado en el frente de ataque, el conjunto blanco se quedó expuesto sin la pelota. Nadie hizo de cortafuegos, pero el cuadro celeste, por más que dejara huellas Lobotka, hoy es un equipo fundido. Un cabezazo de Maxi Gómez resuelto por Keylor con una parada a lo Keylor fue todo su bagaje ofensivo. Ni siquiera volvió a echar un vistazo al costarricense, por más que el Madrid le abriera las puertas para encadenar una contra tras otra. Keylor, con una única parada, pero de máxima exigencia, devolvió a ZZ su confianza ciega. Tutor incondicional de este portero, el técnico francés ya se opuso a Kepa y esta vez le anticipó a Courtois.
A partir de la media hora el Madrid ya tuvo algo más de fluidez. Kroos estuvo a un dedo del gol con un zurriagazo desde fuera del área, Bale reventó el larguero con un tiro en tijera, a Ramos se le fue un cabezazo por un pelo y Rubén se lució ante Marcelo. Con un fútbol espasmódico, cansino, con la pelota reclamada más al pie que al espacio, pero suficiente para que el Celta se sintiera amenazado. Y sin otra respuesta que Lobotka, al que no se enganchaban los confusos Sisto y Boufal.
Al cuadro de Zidane le faltaba otra marcha. Y la encontró tras el intermedio con Asensio. Borroso Isco, el Madrid, hasta entonces con un cierto vaivén ordinario del balón, precisaba otra escala, alguien que abriera gas, con desborde. El jugador balear se sumó a la causa que ya lideraba el ubicuo y maratoniano Modric. El VAR frustró un gol al croata por un fuera de juego de Varane, que interfirió ante el portero Rubén.
El apretón local tuvo recompensa a la hora, justo cuando Zidane ya tenía dispuesto el relevo de Ceballos por Isco. Segundos antes, aceleró Asensio, que sacó la cadena a varios contrarios, filtró de maravilla la pelota para Benzema y el compatriota de Zidane citó con el gol a Isco, al que los 60 minutos ya le resultaban alpinos. Un guiño del destino para el malagueño y para ZZ.
El Celta, ni palabra. Ni antes ni después del 1-0. Ceballos dio más consistencia al medio campo local y a quien no se le hizo largo el encuentro fue a Marcelo. Sin oponentes que le enredaran cerca de Keylor, el brasileño poco a poco fue el lateral expansivo y picante encumbrado durante la última década. Un oleaje de Marcelo derivó en el tanto de Bale, que estampó la pelota en la red con la derecha. El broche para que el Madrid se gane una tregua hasta que ZZ vislumbre el futuro. De momento, en una tarde soleada para el madridismo, se aferró al presente anclado en su pasado y el de la vieja guardia.
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