El inglés Simon Rattle (Liverpool, 1955), una de las figuras más descollantes de la dirección orquestal de nuestra época, se presentará por primera vez en la Argentina, con dos conciertos al frente de la London Symphony Orchestra, el sábado 18 y el domingo 19 de mayo en el Teatro Colón.
Se trata de un debut por partida doble, ya que es también la primera vez que se podrá escuchar en nuestro país a esta orquesta excepcional, fundada en 1904 como un organismo autónomo y autorregulado por un grupo de músicos ingleses. Ese mismo año dio su primer concierto bajo la guía de Hans Richter, que la condujo hasta 1911; Richter fue el primero de una lista de eminencias como Edward Elgar, Artur Nikisch, Thomas Beechman, Willem Mengelberg, Pierre Monteux, Claudio Abbado, Colin Davis y Valery Gergiev, entre otros.
El director y su orquesta. Rattle, al frente de la London Symphony Orchestra, encarará dos programas diferentes para sus conciertos del Colón del 18 y 19 de mayo.
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Simon Rattle asumió la titularidad en 2017, tras una experiencia de quince años al frente de la Filarmónica de Berlín, y es precisamente con una comparación entre el sonido y la psicología de estas dos grandes orquestas europeas que Rattle abre la entrevista por email con Clarín.
“La Filarmónica de Berlín siempre será para mí un profundo, oscuro y sabroso vino tinto, mientras que la London Symphony será un deslumbrante vino blanco. Las características nacionales existen. Hay en Berlín un peso del sonido que viene de las entrañas de la Tierra. Y hay una suerte de maravillosa y radiante flexibilidad de tipos de carácter que es algo particularmente inglés. Lo que siempre he amado de Inglaterra es que allí siempre se está probando algo. Siempre se está hablando del futuro, a lo que tendríamos que sumar un particular sentido del humor sobre prácticamente todo. Yo estuve trabajando con la extraordinaria Filarmónica de Berlín por muchos años, una orquesta que es muy orgullosa de su historia y que nunca pierde de vista su pasado. Ahora estoy trabajando con una orquesta que tiene 115 años de una gran historia, pero que nunca mira atrás. Siempre está pensando en lo que viene, en qué hay de nuevo.
El que dirige la batuta. Rattle compara a la Filarmónica de Berlín y la Sinfónica de Londres con dos vinos: uno es tinto, el otro, blanco.
-¿En qué medida un director puede cambiar el sonido de una orquesta?
-En la misma medida en que la orquesta acepte que no tiene un techo sobre qué es lo que se puede hacer, sobre cuál es su nivel de excelencia, sobre cuán intenso puede ser el vínculo con su comunidad. Es muy claro desde el vamos que, a pesar de ser una de las grandes orquestas del mundo, la London Symphony Orchestra (LSO) no quiere transitar siempre por la misma senda, sino explorar algo más. Queremos tocar música antigua y música escrita ayer. Queremos trabajar con el teatro. Queremos cruces con otras artes. Queremos afrontar la ejecución de esas grandes y complejas obras maestras de la segunda posguerra, y llevar todo eso a la mayor cantidad posible de personas.
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-Justamente, maestro, en este punto, y conociendo su compromiso con cierto tipo de repertorio, algunos esperábamos algo más actual entre los programas de la gira. Las orquestas en gira suelen mostrar un costado más conservador que el que muestran en casa, ¿es así?
-Sí, probablemente tenga razón, pero también es cierto que esta es nuestra primera visita a la Argentina y es importante para la LSO presentar obras de la gran tradición sinfónica inglesa, como la Requiem Symphony de Benjamin Britten. Espero que tengamos una fantástica recepción en su país y en una próxima invitación podamos explorar un repertorio más actual.
-¿Cómo concibe usted una buena temporada sinfónica? ¿Cuál es su idea de equilibrio entre lo viejo y lo nuevo?
-Simplemente, no puedo imaginar un nuevo año sin pensar cuáles son los nuevos sonidos que no hemos escuchado todavía. Yo encuentro eso tremendamente estimulante, y es la travesía en la que estamos embarcados con la LSO. Empezamos a ensayar las obras muchos meses antes del estreno, de modo de ir poniendo las cosas en orden y encontrando qué ocurre en cada pieza. Es un momento muy excitante en el que podemos ver qué clase de criaturas estamos trayendo al mundo. También me gusta cambiar ideas con los principales directores invitados. Francois-Xavier Roth y yo somos tal para cual; es como si jugamos al tenis con nuestras ideas. Con Gianandrea Noseda, el otro director principal invitado, es un poco diferente, es el ave de otro corral que uno precisa. Por ejemplo, si vamos a hacer un ciclo dedicado a Shostakovich, ¿con qué obras las acompañamos, qué parejas armamos? Yo sé que él es capaz de proponer programas que a mi nunca se me habrían ocurrido. Él tiene una mirada sobre un repertorio que es menos familiar para mí, el ruso en particular. Lo mejor es ofrecer programas por fuera de los caminos transitados. Nuestras audiencias en Londres aceptan de buen grado el desafío.
-¿Qué es lo que orquestas, directores y teatros deberían hacer para mantener viva la tradición del concierto sinfónico? ¿Cómo ve el futuro del concierto?
-Ya estamos bien entrados en el siglo XXI, y no creo que nadie pueda todavía vislumbrar qué va a pasar o cuál va a ser el rol de la orquesta y el concierto sinfónico. Lo que sí creo es que una orquesta debe asumir la cuestión de la educación y el acceso a la música como una parte central de su misión y su trabajo. Si usted realmente piensa, como yo, que la música es un derecho natural de todos, lo primero que tenemos que hacer es salir a evangelizar. Es esencial lograr que esta evangelización se dé en las escuelas primarias para los más chicos, pero también en lugares desconocidos, e incluso en las salas de concierto frente a los fanáticos más fervientes. La música es uno de los principales medios de comunicación. Puede decir cosas que no podemos poner en palabras y puede realmente cambiar la vida de la gente para mejor. Es por eso que estamos aquí.
-¿Podría mencionar algunos compositores actuales que le interesen especialmente?
Hay muchos, y es difícil rescatar unos pocos. Pero lo que más me llama es lo que estoy trabajando en el momento, la exploración de algo nuevo para mí. Hay dos piezas de dos autores británicos vivos que hoy tengo mucho en mi mente. Una de Emily Howard (Liverpool, 1979), a quien conozco de mi Liverpool natal desde que era una niña y tocábamos con su padre en la orquesta de cámara amateur Liverpool Mozart Players. Ella ha escrito una pieza basada en buena medida en su gran conocimiento de las matemáticas que me resulta fascinante. La otra obra pertenece al injustamente desvalorizado Colin Matthews (Londres, 1946), un gran amigo de la London Symphony y una referencia para muchos autores jóvenes. En la apertura de nuestra próxima temporada vamos a hacer su magnífico y lírico Concierto para violín con la solista Leila Josefowicz. Estrenar o redescubrir estas obras es algo muy vigorizante.
Dos programas diferentes
La London Symphony Orchestra debutará en el Teatro Colón para el ciclo Grandes Intérpretes Internacionales, con dos programas diferentes. El sábado 18 (a las 20) podrán escucharse la Requiem Symphony de Benjamin Britten y la Sinfonía N° 5 de Gustav Mahler. El domingo 19 (a las 17) será el turno de las Danzas Eslavas 1, 2, 3,4 y 7 de Dvorak y de la Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz.
“Me pareció importante -señala Simon Rattle sobre el programa- llevar en nuestra primera gira por Latinoamérica una de las grandes piezas sinfónicas de la música británica del siglo XX, como la Requiem Symphony de Britten, una obra surgida en medio de un contexto histórico muy particular. La obra fue comisionada (junto con otros encargos a autores de cierta celebridad, entre ellos Richard Strauss) para los 2600 años del Imperio japonés. Britten era un hombre de fuerte convicciones sobre la guerra, y me parece muy interesante ver cómo un artista responde de manera creativa y personal en medio de una creciente tensión entre Japón, América y los Aliados, que desembocará en el ataque a Pearl Harbor. Es una obra muy valiosa por varios motivos”.