El líder norcoreano acude a Vladivostok, en el lejano oriente ruso, en busca del apoyo de su antiguo aliado de la Guerra Fría para aliviar la maltrecha economía de su país, ahora todavía más tocada por las sanciones internacionales contra su programa nuclear. Kim Jong-un, que llegó a la ciudad portuaria del Pacífico a bordo de uno de sus famosos trenes blindados y fue recibido con todos los honores, también quiere mostrar su perfil diplomático.
Y más después de que la cumbre de desnuclearización con el presidente Estados Unidos, Donald Trump, del pasado febrero en Vietnam terminase muy abruptamente y en completo fracaso. Al parecer por las diferencias sobre las demandas de Pyongyang —que en 2003 se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear— sobre su desarme y hacer posible el levantamiento de las sanciones. Kim ha decidido tocar la tecla rusa para ver si, entre su cercanía a Pekín y ahora a Moscú, puede presionar a Washington.
La cumbre de este jueves, en la isla de Russki, cruzando el famoso puente sobre el estrecho del Bósforo Oriental, se producirá apenas una semana después de que el Ministerio de Exteriores de Corea del Norte reclamase a Estados Unidos que retire al secretario de Estado, Mike Pompeo, de cualquier proceso de negociación común.
Rusia ya había invitado a Kim hace un año, en otro de sus intentos por participar en las conversaciones a seis bandas sobre el programa nuclear de Pyongyang. Moscú no estuvo en la mesa de negociación abierta el año pasado por China, Estados Unidos y Corea del Sur con Corea del Norte. Desde marzo de 2018, en medio de la tensión por sus pruebas de armamento, Kim se ha reunido cuatro veces con el presidente chino, Xi Jinping; tres con el surcoreano Moon Jae-in, y dos veces con Trump. Y todavía ninguna con Putin. El tropiezo en la relación con la Casa Blanca ha llevado a Kim a buscar otras opciones, así como un posible y necesario apoyo para su economía.
Eso ha beneficiado a Rusia en su andadura para labrarse un papel de mediador, con una política exterior cada vez más asertiva. Rol que se ha agenciado ya en puntos muy distintos del globo. Como en Afganistán. O en Damasco, donde después de apoyar al régimen de Bachar el Asad, Moscú está teniendo un papel predominante en el diseño y la negociación de la nueva Siria. En África, donde a través de una combinación de cooperación militar e inversiones con diplomacia, está ganando hueco en países como República Centroafricana o Egipto. O en Venezuela, donde con su apoyo al régimen de Nicolás Maduro, a través de acuerdos económicos y de defensa, le ha permitido poner una pica en una zona tradicional de influencia de Estados Unidos. El objetivo de Putin, señalan los analistas, es realizar hábiles movimientos para influir en cada vez más piezas del tablero geoestratégico global. Y en muchos casos tira de los vínculos históricos de la antigua Unión Soviética; como ahora.
M. R. S.
Y Kim Jong-un pasó revista a Lenin. En su famoso tren blindado y acompañado por un séquito de unas 250 personas, el líder norcoreano llegó este miércoles a Vladivostok. El presidente ruso, Vladímir Putin, no estaba allí para recibirle. Sí una alfombra roja y la enorme estatua de Vladímir Lenin con la mano extendida que domina la plaza de la estación y que presidió los desfiles y marchas militares que dieron la bienvenida a Kim. Frente a Lenin, ataviado con abrigo militar negro y sombrero de fieltro, ha pasado revista a la guardia de honor.
El líder norcoreano viajó casi 20 horas. Al cruzar la frontera, en la estación de Jasai le esperaba una delegación diplomática rusa formada por el ministro para el Desarrollo del Extremo Oriente, Alexandr Kozlov, el viceministro de Exteriores, Ígor Morgúlov, el embajador ruso en Corea del Norte, Alexandr Matségora, y el gobernador de la región de Primorie, Oleg Kozhemiako; que también le recibieron después en Vladivostok.
En Jarsán, el líder norcoreano le dio un pellizco al pan y la sal (llamado karavai) que le ofrecían un grupo de niñas, símbolo de la hospitalidad con el que Rusia quería agasajar al norcoreano. Si de verdad se lo comió o no, se convirtió en uno de los temas más comentados por los medios rusos.
Sonriente, Kim aseguró que espera que la visita a Rusia sea “exitosa y útil”. "He escuchado mucho sobre su país y hace tiempo que soñaba con visitarlo", dijo Kim al canal de televisión Rossya-24. "Hace siete años que tomé el timón, y solo ahora he podido visitarlo”, ha dicho el líder norcoreano que también ha hablado del "gran amor de su padre por Rusia”. El viaje de El viaje de dos días se ve como un pequeño homenaje al Kim Jong-il, que se reunió con Putin en Vladivostok en 2002. El padre de Kim llegó a viajar a Moscú en el mismo tren blindado. Esta es la cuarta vez que el líder norcoreano decide viajar en tren al extranjero.
No intervencionista
“La estrategia de Rusia es estar presente y activa en las regiones más importantes del mundo. Tener voz allí, pero no a través de un modelo intervencionista, como hace Estados Unidos. Situarse como una potencia independiente con un compromiso global es el objetivo de Putin, uno de los puntos en su legado”, remarca Dmitri Suslov, profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela Nacional de Economía de Rusia.
La desnuclearizacion de Pyongyang será el plato principal de la cumbre, según ha confirmado el Kremlin. Moscú asegura, además, que tiene una hoja de ruta para resolver, progresivamente, la crisis nuclear. Un plan que podría establecer de manera conjunta con Pekín. Un guiño a la buena relación entre esos dos socios y un paso más del acercamiento a Asia que Moscú inició hace unos años y que se acrecentó con las sanciones occidentales por anexionarse Crimea en 2014.
Rusia y China han pedido que se levanten o se reduzcan las sanciones contra Corea del Norte, pese a que ambos países son miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, que ha impuesto 11 de estas medidas desde 2006. Y Moscú, que siempre se ha mostrado preocupado por el programa nuclear de Corea del Norte, reclama el desarme, pero combinado con un levantamiento de las penas. Una opción que apuntala la postura norcoreana frente a Washington. Los analistas apuntan a que Kim pedirá a Putin que se muestre tajante con la propuesta de levantar las sanciones. O al menos, que se hagan excepciones para que Rusia pueda, por ejemplo, enviar ayuda humanitaria.
Pero Rusia no pasa por un buen momento económico, así que es difícil que Moscú se preste a rubricar grandes acuerdos económicos y tampoco a enfrentarse a Washington a cuenta de las sanciones a Pyongyang. Sobre a mesa está también el destino de miles de trabajadores norcoreanos en Rusia que deberían abandonar el país antes de fin de año, como consecuencia de las sanciones. Trabajadores que se han convertido en una fuente vital de ingresos para Corea del Norte. Unos 11.000 norcoreanos trabajaban en Rusia en noviembre del año pasado. La mayoría en condiciones de semiesclavitud, según organizaciones de derechos humanos, que denuncian que deben entregar la mayor parte de sus sueldos al régimen de Pyongyang.