Claudio Marazzita, especial para Clarín
Queda poco tiempo para entregar un trabajo, pero por alguna circunstancia se opta por darle prioridad al grupo de WhatsApp, abrir un link o colgar en Instagram el último meme del momento. Posponer una tarea esencial tiene nombre: procrastinar.
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¿Qué significa? “Es el hábito o arte de postergar. A pesar de lo que la gente piensa no es voluntario. La gente siente una fuerza interior que la inmoviliza y no puede avanzar”, explica Celia Antonini, psicóloga y autora de GPS Mental 2.0, recalculá tu vida. En tanto, Fernando Torrente, director de Psicoterapia Cognitiva del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), remarca que posponer se hace patente en la lucha entre la “satisfacción más inmediata versus una actividad que pueda ser más aburrida, cuyos resultados positivos, si se producen, van a ocurrir más adelante”.
Las obligaciones se acumulan, pero uno se cuelga con diversos estímulos y esquiva la concreción de los deberes. Manuel Bulacio, psiquiatra, presidente la Fundación de Investigación de Ciencias Cognitivas Aplicadas (ICCA), señala que este hábito es “una forma de huír hacia delante porque figura amenazante. En general se evitan las cuestiones más grandes e importantes bajo una cobertura de autoengaño, de hacer cosas menores. Por ejemplo, tengo que estudiar para un final, pero me la paso ordenando los materiales”, ejemplifica.
¿Qué características tienen los que procrastinan? Poseen “rasgos de personalidad disejecutivos o lo que se llama una tendencia menor a la conciencia. Es decir, no son muy propositivos y ordenados”, dice Torrente.
Antonini asegura que las personas que lo padecen “quedan como atrapadas en modelos mentales que no son capaces de superar. Aunque saben lo que tienen que hacer, no pueden moverse. Quedan paralizados. Es una sensación horrible”. La caracterización social es uno de los estigmas que cargan, ya que “la gente cree que son vagos y no lo son. Sufren muchísimo”, aclara.
Postergar puede ser un escape temporal con consecuencias graves. “Es un alivio inmediato, pero dura poco porque después viene la culpa por no resolverlo. Se sienten incompetentes”, sintetiza Bulacio.
“No lo veo como una patología, si no como un elemento que indica una serie de cosas ligadas al verdadero deseo”, discrepa Miguel Espeche, psicólogo y coordinador del programa de Salud Mental del Hospital Pirovano.
Esteban Ierardo, filósofo, escritor, autor de la Sociedad Pantalla: Black Mirror y la tecnodependencia, asegura que posponer las obligaciones “se relaciona con el aprendizaje de supervivencia que prioriza la inmediatez, por lo tanto atendemos lo que nos parece urgente. Lo otro lo relegamos”.
En la era de la revolución tecnológica y el multitasking, procrastinar no es fruto del entorno digital. La psicóloga e investigadora Bluma Zeigarnik elaboró en 1927 la tesis Tareas acabadas e inacabadas, a partir de observar cómo los mozos podían recordar todos los pedidos, aunque ese poder se evaporaba una que vez cobraban la cuenta. La teoría marca que si una tarea no es finalizada la memoria tiende a estar pendiente de ella.
En la década del ‘80, un equipo liderado por Kenneth McGraw retomó el efecto Zeigarnik. El estudio consistió en pedir a los participantes un rompecabezas complejo e interrumpirlo antes de finalizar. Sin embargo, el 90 por ciento prefirió terminarlo. Estos conceptos no quedaron relegados al campo de la psicología, sino que fueron aplicados por el entretenimiento, principalmente por el cine y las series, que suelen capturar con narrativas y finales abiertos.
¿Hay manera de evitarlo? Torrente marca que hay que “mensurar los niveles de postergación”, porque en primera instancia se debe “despejar si no es parte de un problema mayor como un trastorno de déficit de atención o ansiedad”, apunta.
Esteche sostiene que si ese aplazamiento “tiene una razón, por ahí estamos en lo cierto en no hacerlo, porque tal vez no es tan importante”. ¿Qué es lo esencial? Responder esa pregunta “nos salva de la falsa vivencia de urgencia que nos impone nuestra cultura”, indica.
Las técnicas para salir de la parálisis son diversas, como las que obligan a salir del letargo o la querida lista de pendientes, aggiornadas en Google Calendar o Evernote. “Con mis pacientes trabajo con el corcho y papeles de colores”, dice el psicólogo Alejandro Schujman. No existen fórmulas mágicas. Afrontar las tareas y poner primera es sólo el comienzo. Y como instaló el lema una marca deportiva: ¡sólo hazlo!