Como en cualquier trampa, en las deudas resulta bastante fácil entrar pero muy difícil salir, decía el escritor y cómico estadounidense Henry Wheeler Shaw. Sin embargo, mientras que las rentas bajas y altas accedieron al crédito con igual facilidad durante la bonanza, a la luz de los datos parece que la salida será mucho más desigual: las bajas siguen empleando una parte muy alta de sus rentas para devolver la deuda y los intereses, según denuncian el Banco de España y la Comisión Europea.
“La carga de la deuda hipotecaria superaba en 2017 el 50% de la renta del 10% con ingresos más bajos”, señala el Informe de Estabilidad Financiera del Banco de España publicado la semana pasada. A pesar del fuerte descenso de los tipos de interés, una década después siguen abonando la misma proporción de su renta.
Y ello ocurre porque estos colectivos han bajado la deuda en euros bastante menos que el resto, según se desprende de las estadísticas del Banco de España. Otra explicación radica en que, como apuntan los datos de la Comisión, los hogares de menos ingresos son los que todavía no han restablecido sus niveles de renta previos a la crisis.
Para colmo de males, estos grupos han tomado prestado más crédito al consumo en proporción a su renta. Según el Banco de España, el 20% más pobre debe en crédito al consumo el equivalente al 16% de sus ingresos, frente al 8% que han contraído las rentas más altas.
A este respecto, los datos que esgrime la Comisión se antojan clarificadores: mientras que los ingresos de las rentas bajas todavía no han recobrado las cotas previas a la crisis, el consumo de estos colectivos se ha recuperado mucho mejor. O lo que es lo mismo, sus tasas de ahorro se han hundido. “En algunos casos, incluso podrían estar en negativo”, afirma el Ejecutivo comunitario en su informe sobre España.
En consecuencia, las rentas bajas estarían compensando su falta de ingresos con más crédito al consumo, cuyos tipos de interés son además más elevados, subiendo la carga financiera y reduciendo el alivio de los tipos bajos. “Podría indicar una mayor vulnerabilidad de los hogares de renta más baja frente a los cambios en las condiciones económicas y financieras”, sostiene la Comisión.
En definitiva, el peso de la deuda se distribuye de manera muy distinta por estratos sociales. Según cifras del Banco de España, las rentas medias emplean algo más de un 20% de sus ingresos al pago de la hipoteca. El 10% más rico en torno a un 10%. Y cuanta mayor renta posee un hogar, más ha bajado su deuda en euros en los últimos años. Sin embargo, el 10% más pobre desembolsa más del 50% para pagar la vivienda. Y uno de cada cinco hogares destina más de un 35% de su renta para sufragar la hipoteca, por encima del umbral considerado financieramente sostenible según los estándares de supervisión.
De ahí que la Comisión y el Banco de España destaquen la fragilidad de estos colectivos, que siguen haciendo un esfuerzo muy grande para mantener su vivienda y que apenas disponen de margen ante una subida de tipos o un cambio de ciclo que les reste ingresos. Al estar la deuda muy concentrada en estos grupos, la probabilidad de impago resulta más elevada, lo que podría llevar a una repetición de los desahucios y a serios problemas reputacionales añadidos para la banca. Todos estos datos se han elaborado con medianas para que sean más representativos, explican varios expertos consultados.
Deuda y competitividad
Prestigiosos académicos como el execonomista jefe del FMI Raghuram Rajam han argumentado que las autoridades facilitaron el endeudamiento durante la burbuja para tapar los problemas de competitividad que generaban la globalización y las nuevas tecnologías, sobre todo en el empleo de los menos cualificados.
En España, el motor que impulsó este proceso fue la construcción, favorecida por la tendencia de los españoles a tener vivienda en propiedad, las desgravaciones fiscales y una excesiva relajación de las condiciones financieras y del acceso a los créditos. La pujanza del ladrillo brindaba además mayores sueldos a trabajadores que estaban poco formados, ocultando unos problemas de desigualdad que luego con la crisis afloraron en toda su crudeza.
Tras la recesión, según destaca el informe de estabilidad del Banco de España, se produjo un considerable endurecimiento del acceso a la financiación hipotecaria. Sin embargo, no ha sucedido así con el crédito al consumo, que se ha llegado disparar en tres años a tasas del 40%, si bien sus crecimientos se han moderado en los últimos meses y en total solo representa un 13,7% del conjunto del crédito concedido. En un entorno de tipos bajos, las entidades han buscado en este nicho rentabilidades extra. Y aunque en dimensiones mucho menores que la hipotecaria, las familias pobres han vuelto a entrar con suma facilidad en estas deudas.
“La deuda de las familias se distribuye de manera desigual, y algunos hogares sobreendeudados —a menudo de bajos ingresos o cuyos miembros están desempleados— son particularmente vulnerables a cambios del entorno económico”, afirma la Comisión, que añade que las rentas bajas “pueden haber experimentado un aumento de su vulnerabilidad en los últimos años”. El Ejecutivo comunitario subraya, además, que los niveles de deuda del conjunto de las familias españolas continúan siendo elevados, y que “aún existen necesidades de desapalancamiento”. Sin embargo, observa que “el volumen de préstamos a los hogares ha dejado de disminuir”. Por su parte, el Banco de España ve una estabilización del saldo hipotecario tras las caídas vividas en años precedentes. Es más, detecta que desde junio de 2018 “el flujo neto de financiación a las familias, en términos acumulados de doce meses, ha pasado a ser positivo por primera vez desde diciembre de 2010”.