Los omóplatos de Childish Gambino. Sus hombros. La barba del músico y actor Atlanta, El Hombre Araña) mojada por la transpiración que se le resbala por la cara porque no para de moverse. La boca abierta, enormemente abierta, cada vez que le toca cantar los agudos de sus canciones justo antes de que lo aplaudan por las notas a las que llega. Su pantalón -¿de lino?- clarito y sus zapatillas blancas y todas las vueltas que da sobre esas zapatillas y sobre sí mismo, uno de sus varios pasos de baile.
Los ojos de Childish Gambino que se abren más que nunca y se ven blanquísimos cuando sus canciones se ponen más rápidas y hay que apurar el verso y si la métrica se apura demasiado puede que haya que saltar. Las corridas por las pasarelas valladas en medio del campo que le permiten sacarse selfies con los fanáticos más cercanos. Los rascacielos iluminados de Chicago que son el fondo de la figura de Gambino, a la que las cámaras siguen a las corridas. El movimiento de cadera -suavecito para abajo, para abajo, para abajo- con el que acompaña las partes corales de sus canciones que se parecen a una ceremonia religiosa.
Todo eso se vio este viernes en las pantallas gigantes de uno de los dos escenarios principales de Lollapalooza de Chicago. El artista, también conocido como Donald Glover, hizo lo suyo ante la audiencia hasta ahora más multitudinaria de lo que va de este festival en esta ciudad, que es su casa matriz. Lo que no se vio por la pantalla fue la sensación de que la Tierra temblaba cuando Gambino instó a su público a que saltara en el estribillo de This is America, esa metáfora sobre la discriminación racial y la violencia armada que el mundo conoció el año pasado. Tampoco se vio el baile entre despreocupado y festivo que se contagiaban rápidamente quienes escuchaban al artista decir I feel like summer en una noche que superaba holgadamente los 20 grados, y cuya sensación térmica dentro del Grant Park era directamente proporcional a las canciones de hip-hop, R&B, trap y soul que el músico tenía preparada en su lista.
"Bajen sus celulares: lo que estamos haciendo es una experiencia", dijo Gambino. Foto: Gentileza Lollapalooza
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"Hay dos reglas en mis presentaciones en vivo: pasarla muy bien y que todos ustedes bajen sus celulares, porque por más que graben esto, no va a repetirse en sus casas. Esto que estamos haciendo es una experiencia, lo que importa es que estamos acá ahora, ¿pueden sentirme?", agitó Gambino. Sólo dejó de moverse cuando -siempre enfocado por las cámaras- se sentó en el backstage a escuchar los gritos con los que le pedían que volviera al escenario para los bises. Y volvió: como durante toda su presentación, puso el cuerpo y la voz al servicio de la apuesta que había hecho cuando cantó el segundo tema de su repertorio, Algorythm.
Era el final de una jornada en la que hubo al menos 120 mil personas y en la que lo multitudinario se apreciaba al dimensionar no sólo la cantidad de gente que vio a Gambino y también a los australianos de Tame Impala, que con su repertorio psicodélico cerraron la jornada en el otro escenario principal, sino también en otros detalles. Un ejemplo: en cada una de las zonas donde los organizadores instalan baños químicos hay no menos de 65 de esas casillas, y este viernes nunca hubo menos de 15 personas en fila apurada delante de cada una de esas puertas. Otro: la espera para recibir una bandejita de nachos con guacamole por seis dólares llegó a superar los quince minutos a la hora pico del hambre. Durante la primera jornada de Lollapalooza, conseguir tacos de pollo frito en ese mismo corredor gastronómico del Gran Park llevaba cinco minutos o menos.
Grant Park recibió a al menos 120 mil personas: hubo fila para todo, pero nada desanimó al público Foto: Gentileza Lollapalooza
Ninguna de esas esperas desanimó al público: la calle interna del parque en la que se instalan los puestos gastronómicos no fue solamente un espacio para tener paciencia hasta que estuviera listo el pedido, sino una pista para bailar lo que el DJ de turno en el escenario de música electrónica estuviera programando en ese momento. Esa misma calle sirvió para que grupos de amigos inventaran coreografías mientras se acortaba la fila del baño. Todo ocurría, sí, bajo una supervisión policial más numerosa y más cercana que la de la primera jornada: los oficiales -había uno cuyo apellido, según su identificación, era Gunning- iban y venían entre la gente.
Antes de que Tame Impala y Childish Gambino cerraran la jornada -aquí todo termina a las 22, y buena parte del público empieza a desconcentrarse varios minutos antes- hubo tiempo para otros shows. Los Death Cab For Cutie, de Seattle, hicieron bailar a muchos con canciones de esas que se construyen con una buena base de batería y bajo y que, por momentos, se parecían a las de El Mató a un Policía Motorizado en eso de querer agarrar un auto, subir a la autopista y manejar hasta que se termine el disco. Con la remera de la banda, un chico de veintipocos lloró apenas los vio en el escenario.
Death Cab For Cutie, de Seattle, hace canciones que invitan a viajar. Foto: Gentileza Lollapalooza
La cantante y productora Janelle Monáe, en otro de los escenarios centrales, hizo un poco de todo: tocó la guitarra, bailó el Moonwalk, se puso el mismo pantalón que usó en el video de su canción Pink y que tiene forma de vulva para cantar que "pink is my favorite part", encabezó las coreografías que también hicieron cuatro bailarinas, escuchó cómo aplaudían sus solos vocales más souleros, hizo que los que bailaban sus canciones pusieran la cara que ponen los que se sienten en su mejor momento, y pronunció uno de los discursos políticos más contundentes en lo que va del festival.
Janelle Monáe pidió por los derechos de las mujeres e instó a que Trump no sea reelegido. Foto: Gentileza Lollapalooza
"Estamos peleando por los derechos de las mujeres, por sus derechos reproductivos, por las mujeres trans, por los inmigrantes, por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ a la que pertenezco, por la comunidad negra", gritó. Y remató: "Estamos peleando para que haya un impeachment a Donald Trump y para que no vuelva a ser votado para ser Presidente". Las filas del baño y las de conseguir comida eran multitudinarias. La presencia de público en los shows de este viernes, también. Y el aplauso y los gritos que siguieron a esa proclama anti-Trump de la artista no se quedaron atrás.
Chicago. Enviada especial.
WD