Cuando el sol comenzaba a caer y un hermoso arco iris circular se formaba a su alrededor, Clairo salió a escena con la naturalidad de quien entra en el living de su casa.
El rompehielo “¿Cómo estás, Argentina?” se respondió a pleno coro de mayoría de chicas, todas felices de presenciar el primer show de esta suerte de “ídolo de entrecasa”. Su pop entre inocente y melancólico, se desarrolla sin artificios y con sencillez brutal, contrastando con el constante show-off que ofrecieron los distintos actos de trap que pasaron por el festival durante los tres días.
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Aunque ella reniegue del mote de “pop de habitación” con el que de identifica a su música y ella misma se encargó de imponer, es innegable que su identidad musical es somnolienta y gentil, ayudada por una estética sonora lo-fi, que no se refleja en su sonido en vivo, pero que sí está muy presente en las tomas de estudio. En el efectivo Drown aflora su pasión por el pop de los '80 y misteriosamente la música recuerda a Sade, hasta que llega el rapeo en off de Cuco para recordarnos que estamos en 2019. Aquí el show da un giro en U hacia la música negra y tanto la cantante como el público entran en modo seducción.
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Con 21 años y una muy buena experiencia en grandes festivales -pasó por la versión estadounidense del Lollapalooza así como por Coachella- Clairo también desfiló su hit inmediato Pretty Girl, coreado desde los cuatro costados, y completó su redondo set con el repertorio derivado de su disco debut Diary 001.
“Estoy en shock” declaraba emocionada con las manos en la frente, mientras mantenía pequeños diálogos personales con sus más cercanos fans, tal cual se haría en una charla de amigos en una habitación.
Cerró su aporte con Forever un preciso funk color pastel dejando a sus fieles flotando en un halo de armonía.
Con Caetano Veloso aún contorneándose con gracia en el escenario principal 1, a sólo 200 metros la espectacular Jorja Smith inauguraba su set a puro soul ante una nutrida concurrencia. Logrando hacer que este enorme espacio al aire libre se sienta como una pequeña sala, Smith, nacida hace 21 años en Walsall, Inglaterra de madre blanca y padre jamaiquino, desplegó su encanto al frente de una banda de formación clásica -guitarra, bajo, batería, teclados- que hizo gala de un pulso de acero, regalando groove y matices al por mayor.
El espíritu de Stevie Wonder surge en los teclados de February 3rd y el tono dulce y cercano de Smith hace el trabajo perfecto: logra que el público sonría y se mueva en consonante y espontánea coreografía.
La cantante británica Jorja Smith. EFE/ Alberto Valdés
Hace sólo unos años Smith se desempeñaba como camarera de una cadena multinacional de cafeterías mientras soñaba con ser quien es hoy. Ese anhelo se traduce en el aplomo que la joven -colaboradora de Drake y Kendrick Lamar y Kali Uchis- evidencia a cada paso, a cada vocalización en escena.
Smith propone un nuevo capítulo entre los hallazgos que la escena soul inglesa entregó en los últimos años, no por nada se la menciona como quien tomará el legado de Amy Winehouse.
Una preciosa versión lounge con aires bossanovescos del “No Scrubs” de TLC hace mella en la melancolía de los treintañeros que se acercaron a verla y marca el terreno y las intenciones del show: dar guiños a ciertos clásicos modernos y sumar millas a los temas de Lost & Found, su premiado disco de 2018.
Otro momento de homenaje surge de la mano de una enérgica versión del Lost de Frank Ocean sobrada de fineza.
En Lifeboats (Freestyle) se prueba como una respetable rapper mientras presenta a cada uno de los miembros de su aceitada banda, que -cosa curiosa en este Lollapalooza- reproducen prácticamente la totalidad de los sonidos que salen del escenario, es decir, esta propuesta está casi libre de sampleos y pistas pregrabadas.
En el midtempo Wandering Romance el grupo deja ver su cara más introspectiva y oscura y llegando a la conclusión del concierto y luego de Let Me Down -balada que recuerda a Adele-, llegó el momento de su tema más reconocido, Blue Lights, todo un manifiesto anti violencia policial durante el cual la instalación de luces del escenario acompañó con acierto emulando flashes azules y láseres rojos.
Para el final, On My Mind , su plato más rítmico y contagioso con su perfecto beat de jungle, actuó de banda sonora de una despedida con aclamaciones del público y lágrimas de emoción de la protagonista.