Calendario, geografía y coreografía impregnan la cita de Sibiu de una semiótica buscada por los líderes comunitarios. La fecha de la cumbre (9 de mayo, Día de Europa), el lugar (una ciudad transilvana donde se cruza y choca la historia de Europa, desde el imperio de los Habsburgo hasta el imperio otomano o la URSS) y la lista de invitados (se ha excluido a Theresa May a pesar de que el Reino Unido sigue siendo socio de pleno derecho de la UE) envían mensajes inequívocos sobre la encrucijada histórica en la que se encuentra una Unión que acaba de cumplir 62 años de edad.
“Queremos pasar un mensaje de unidad, esperanza y determinación”, señalaba el presidente de la Comisión Europea antes de la reunión. Y recordó que la cumbre se celebra en un “momento crucial” para Europa, a solo dos semanas de lo que casi toda Bruselas califica como las elecciones europeas más importantes de la historia.
“Los comicios del 26 de mayo serán un auténtico referéndum sobre Europa”, pronostica Esteban González Pons, eurodiputado y vicepresidente del grupo Popular Europeo. Y el parlamentario español, candidato a repetir en la próxima legislatura, teme que el resultado del plebiscito condene al proyecto europeo a una parálisis sin precedentes. “Los partidos antieuropeos llegan con una fuerza tremenda y los proeuropeos estamos divididos”, lamenta Pons.
Los sondeos pronostican que, por primera vez en 40 años de elecciones europeas, las dos grandes familias políticas del continente, populares y socialistas, no superarán el 50% de escaños y necesitarán el apoyo de uno o dos grupos más (liberales y verdes, con toda probabilidad) para poner en marcha la legislatura.
“Estamos en un momento clave, en el que tendremos que decidir qué Europa queremos”, señala Iratxe García, eurodiputada y líder de la delegación española del grupo socialista en el Parlamento Europeo. García considera que “el auge de los populistas lo que debe hacer es reforzar las posiciones europeístas”. Y advierte que “o dotamos a la UE de los instrumentos necesarios para afrontar los retos que tiene por delante, en política social, migratoria o medioambiental, por ejemplo, o la estaremos vaciando de contenidos”.
La cumbre de Sibiu, sin embargo, llega lastrada en su ambición, tanto por la inminencia de una campaña electoral en la que los propios líderes europeos se enfrenarán entre sí como por un Brexit interruptus que pone en duda la propia configuración del club comunitario a medio y largo plazo.
Los 27 gobiernos presentes en Sibiu tienen previsto suscribir una Declaración de 10 puntos, tan solemne como inocua, en la que reafirman su compromiso de mantenerse unidos aunque sin concretar demasiado para qué.
Agenda 2019-2024
La cumbre también analizará el primer esbozo de la agenda estratégica para la próxima legislatura (2019-2024), en cuyo borrador dominan los términos “protección”, “combate” y “seguridad”; y constituye el pistoletazo de salida en la negociación de los cargos principales del club, que tendrán que renovarse.
“¿Proteger Europa de qué? ¿Es que los europeos son menores de edad que necesitan protección?”, se indigna Shada Islam, directora para Europa del think tank Friends of Europe. Islam aboga por introducir una agenda “de empoderamiento de los ciudadanos, en lugar de atemorizarlos”. Pero se teme lo peor en un club en el que “vemos divisiones como nunca”. El riesgo, según Islam, no es la desaparición de la UE. “Sobrevivirá”, pronostica, “el problema es en qué forma y para qué".
Algo más optimista se muestra Ulrike Guérot, directora del departamento de Política europea en la Danube-University Krems y fundadora de European Democracy Lab. Guérot detecta “un claro cambio de paradigma y por primera vez las elecciones europeas colocan en el centro a la ciudadanía”. Esta profesora percibe un proceso de “creación destructiva” en el que las fuerzas nacionalistas parecen llevar ventaja pero serán derrotadas por una corriente ciudadana europea que gana fuerza por momentos.
La transición, si llega a producirse, puede ser dolorosa y sorprender a Europa en medio de una escena mundial nada propicia para los cambios pausados. La previsible fragmentación política podría condenar al bloqueo al próximo Parlamento Europeo, cuyos poderes legislativos alcanzan ya casi todas las áreas políticas de la UE y cuya posición es fundamental para cualquier avance.
Guntram Wolff, director del think tank Bruegel, cree que “el mayor desafío para la UE es abrirse su hueco en un mundo, bajo una enorme presión de EE UU, que se retira del multilateralismo y cuyo apoyo en defensa se reduce mientras que China emerge como una seria competencia”. Wolf afirma que “solo se podrán superar esas circunstancias si se pone el foco en un crecimiento inclusivo y sostenible que resuelva algunos problemas internos como las carencias de una unión monetaria todavía por completar”.
El peso de la crisis
Islam también recomienda no perder de vista la crisis económica, aparentemente superada pero cuyas profundas heridas siguen abiertas y explican gran parte de la desafección de la opinión pública. “Han sido 11 años de crisis y todavía hace falta recuperar la confianza”, advierte Islam.
La Comisión saliente recomienda aprovechar la próxima legislatura para desarrollar una Europa de la defensa, concluir la reforma de la política de asilo, potenciar la investigación para una transición ecológica y social.
Pero los equilibrios de poderes pueden complicar esos objetivos. Casi una decena de gobiernos europeos ya incluyen entre sus miembros a fuerzas antieuropeas; en la Comisión se espera un puñado de comisarios populistas (desde el italiano al húngaro o el polaco) y en el Parlamento los escaños euroescépticos o eurófobos pueden llegar al 30%.
La eurodiputada Iratxe García cree que el temido bloqueo solo se podrá superar con un posicionamiento claro de los partidarios del proyecto europeo. “Las diferencias ideológicas marcarán la legislatura 2019-2024, pero sin duda puede ser más fuerte el eje de europeístas frente a europeístas”, apunta la eurodiputada. Pero González Pons alerta de que “corremos el riesgo de que haya una mayoría institucional para arrancar la legislatura, con el nombramiento de la nueva Comisión, pero que no logremos ninguna mayoría política para aprobar medidas de calado”.
“Mientras la UE funcionaba bien, no había necesidad de cambio, pero ahora hay un creciente deseo de cambiar las cosas y del choque surgirá algo nuevo. No será fácil, pero para que algo nazca, algo tiene que desaparecer”, concluye la profesora Guérot.