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La falta de control, los cambios defensivos y la rapidez de los puntas del Villarreal provocan dudas sobre la fiabilidad del equipo de Valverde Ampliar foto Leo Messi y Gerard Piqué, este domingo en el banquillo del Estadio de la Cerámica. JOSE JORDAN AFP
El Barça quedó retratado el martes en el Estadio de La Cerámica. El partido ofreció argumentos para el optimismo, sobre todo por la capacidad competitiva de un equipo que cuenta con el desequilibrio de Messi, y también evidenció defectos que condicionan sus aspiraciones, especialmente en la Liga de Campeones. Ninguno tan evidente como la facilidad que tiene para encajar goles sin parar, cuatro consecutivos ante el Villarreal, igual que los cuatro que recibió del Betis o los tres que tomó la temporada pasada en Roma. Tanto los jugadores como el cuerpo técnico, así como los analistas, coinciden en cualquier caso en que el 4-4 llega en el momento preciso, tal que fuera una señal de alarma, antes de la visita el sábado del Atlético y la salida del miércoles a Old Trafford.
Ha menguado el juego de posición del Barça, sobre todo por las características de los futbolistas en nómina, y le cuesta controlar los partidos, más pendiente del resultado que de la pelota, incluso en el Camp Nou. Ya no se junta ni presiona siempre en campo contrario, sino que a menudo solo aprieta después de perder el balón y se parte, circunstancia que compromete a un futbolista como Busquets. El medio centro sufre más que disfruta últimamente, mientras mengua la incidencia de Arthur, un volante que parecía garantizar el estilo desde su irrupción en Wembley y San Siro. Ataca y defiende mucho el Barcelona y por el contrario juega menos, incapaz de descansar con el cuero, pendiente de Messi o de los desmarques de Dembélé y Malcom.
El equipo se organiza de manera diferente si juega o no Messi. Tiene dificultades para desordenar a la defensa de cinco y se entrega sin reservas al 10. Una alternativa es apostar por la profundidad de Jordi Alba o abrir el juego por un costado como pasó con Malcom en Villarreal. Ha dejado de actuar en cualquier caso con dos extremos pegados a las bandas, prefiere recogerse en un 4-4-2 para contener cuando no tiene la pelota y no le importa intercambiar golpes porque se ha hecho fuerte en las áreas con Ter Stegen, Piqué y Lenglet en la propia y Messi y Luis Suárez en la contraria además de Coutinho o Dembélé/Malcom. Ha vuelto la defensa estática en el Barça.
La pareja que han formado Piqué y Lenglet es ya tan decisiva como la de Messi-Luis Suárez. Los cuatro constituyen la fórmula del éxito azulgrana junto con Ter Stegen. Ocurre que no siempre funciona cuando el equipo se enfrenta a adversarios con delanteros muy rápidos, sobre todo por fuera, como los que dispuso Calleja: Chukwueze y Ekambi. No es extraño que los azulgrana teman más en la Champions al Liverpool de Mané, Salah y Firmino que el Manchester United. Los centrales sufren especialmente porque los dos laterales no son completos: Sergi Roberto y especialmente Jordi Alba desequilibran en ataque y en cambio resultan menos fiables en defensa, tarea en la que destaca Semedo.
La ausencia de Piqué ante el Villarreal perjudicó al equipo y particularmente a Lenglet. El francés se mostró tan flojo y poco contundente como Umtiti. Nada que ver con actuaciones anteriores como la protagonizada en el derbi del Camp Nou. El dúo Piqué-Lenglet se complementa estupendamente, ya tiene los automatismos memorizados y el uno hace mejor al otro, seguramente porque es la pareja defensiva más natural: Piqué es el único diestro y no es casual por tanto que hubiera disputado hasta el martes todos los minutos de LaLiga.
Umtiti, en cambio, solo ha disputado 11 partidos como titular por una lesión en la rodilla izquierda de la que ha sido tratado con la supervisión de la Federación Francesa. Así se entiende que fuera convocado por la selección en lugar de Lenglet. Umtiti desoyó los consejos del club, que le aconsejaba una intervención, y ha reaparecido con un tratamiento conservador que hace dudar sobre su recuperación si se atiende al partido de Vila-real. Fuera de sitio —a la derecha cuando es zurdo— y de forma, el francés salió señalado del encuentro y desde hace tiempo se baraja un posible traspaso si finalmente el Barcelona apuesta por contratar a De Ligt. Ni Murillo ni Vermaelen cuentan para Valverde.
La inestabilidad defensiva penalizó tanto como la permeabilidad de la medular en ausencia de Rakitic. Hubo un cambio por línea y reapareció la versión más vulnerable del Barcelona ya olvidada desde el 3-4 del Betis. Aunque Valverde entiende que fue una cuestión circunstancial, provocada por multitud de factores, hay dudas sobre la fiabilidad del equipo y también la certeza de su carácter inconformista, difícil de batir con independencia de si juega mejor o peor, como ocurrió en La Cerámica.
El 4-4 se toma por tanto en el Camp Nou como una lección a tiempo para enfrentar con garantías los duelos decisivos contra el Atlético y el Manchester United.
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