Las negociaciones internas de la UE para el segundo aplazamiento del Brexit arrancaron en la tarde del viernes, pocas horas después de que Bruselas acusase recibo de la carta en que Theresa May solicita aplazar de nuevo la salida del Reino Unido, esta vez, hasta el 30 de junio.
May, entre inasequible al desaliento y ajena a la realidad política de su país, se muestra esperanzada en la carta en que sus actuales conversaciones con el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, permitirán que los dos principales partidos del Reino Unido sumen el respaldo necesario para aprobar el acuerdo de salida en el Parlamento británico.
En su esfuerzo por convencer a Bruselas, May asegura que, de fracasar las negociaciones con los laboristas, someterá a votación en el Parlamento una serie de alternativas a su plan a y acatará la decisión de los diputados. Y como señal de buena voluntad, se muestra dispuesta a convocar las elecciones al Parlamento Europeo (el 23 de mayo) si en esa fecha el Reino Unido sigue siendo miembro de la UE.
La respuesta oficial a esa petición llegará en la cumbre europea extraordinaria convocada para el 10 de abril, en la que se espera que May concrete los planes esbozados en la carta para rematar el Brexit. Pero el brit-escepticismo de Bruselas alcanza tal nivel que los preparativos de la cumbre europea giran ya en torno al blindaje que debería adoptar la UE ante el riesgo que comporta la permanencia a largo plazo de un socio con voluntad expresa de marcharse.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, plantea una prórroga de hasta un año, según indicaron fuentes comunitarias. La fórmula de Tusk, según esas fuentes, pretende evitar que los líderes europeos tengan que reunirse de manera recurrente cada que expire un nuevo plazo de salida.
Pero esa prórroga tan larga provoca serias inquietudes entre algunos socios de la UE, temerosos de un sabotaje interno desde Londres. Como socio, Reino Unido mantendría su derecho de voto en el Consejo de la UE, su puesto en la Comisión Europea y sus 73 escaños en el Parlamento Europeo. Una inquietante presencia en un período crucial para la UE, porque en los próximos meses se renovarán todos los altos cargos del club, se fijarán las grandes líneas del próximo período presupuestario (2021-2027) y se reorientarán posiciones geoestratégicas tan sensibles como la relación con China o el impulso a una política común de defensa.
“Es importante aclarar desde el principio la relación del Reino Unido con esos asuntos tan importantes”, señalan fuentes diplomáticas en Bruselas. Las primeras ideas apuntan a una suerte de código de conducta voluntario por el que Londres se comprometa a mantener una cooperación leal con sus socios comunitarios. Algunas delegaciones incluso mencionan la posibilidad de que Reino Unido se comprometa a abstenerse en ciertas votaciones sensibles, aunque reconocen que solo podría tratarse de un compromiso político sin ningún valor legal.
Poco después de hacerse pública la misiva de May y la propuesta de Tusk, Francia ya ha declarado que le parece prematuro hablar de otra extensión del Brexit, según fuentes cercanas a Macron
La valoración del riesgo de sabotaje o chantaje, sin embargo, varia de una capital a otra, con París al frente de los países partidarios de supeditar la prórroga a condiciones muy estrictas, aun a riesgo de precipitar la ruptura sin acuerdo, y Berlín a los que desean una oferta asimilable para Londres que permita ganar tiempo y espacio político.
La división también ha surgido entre las instituciones comunitarias, con la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker abogando por atar muy corto al Reino Unido y el presidente del Consejo, Donald Tusk, más favorable a un tono comprensivo hacia Londres. Fuentes de la Comisión alertan del riesgo de que Reino Unido, cuyo liderazgo político podría cambiar en los próximos meses, "dañe la capacidad de decisión de la UE".
Fuentes del Consejo, en cambio, relativizan la supuesta capacidad de chantaje del socio en retirada. Recuerdan que el derecho de veto afecta ya a muy pocas áreas y que la votación por mayoría cualificada es la norma general. Y resaltan que "hasta ahora, Reino Unido se ha comportado siempre de manera leal desde que activó el Brexit". En el Consejo genera más inquietud el riesgo de que la UE cometa una ilegalidad si se propasa en la limitación de derechos del socio en retirada.
Sin embargo, el reciente precedente en el Parlamento Europeo, donde un eurodiputado británico aprovechó su posición institucional para bloquear el Reglamento europeo de exención de visados tras el Brexit por no compartir la definición de Gibraltar como colonia, ha sido esgrimido por los partidarios de acotar al máximo la permanencia de Reino Unido. El eurodiputado solo fue apartado en último extremo (esta semana) ante el riesgo de que se llegara al Brexit sin una norma esencial para evitar un caos fronterizo entre las dos partes del canal de la Mancha.
El futuro blindaje marcará, por tanto, la cuenta atrás hacia la cumbre del Brexit. La primera ronda de negociación de los embajadores de los 27 en Bruselas, que ha contado con la presencia del negociador jefe del Brexit, Michel Barnier, ha reflejado este viernes las discrepancias entre los socios. La agenda de los próximos días, siempre pendiente de lo que ocurra en Londres, se anuncia intensa, con una reunión a nivel ministerial en Luxemburgo el próximo martes y otra reunión de los embajadores prevista para ese mismo día en Bruselas. Objetivo: allanar el camino para que la cumbre del miércoles en Bruselas, que arranca a las seis de la tarde, pueda resolver el peligroso dilema que afronta la UE.
“Algunas delegaciones creen que la prórroga larga acelerará la aprobación del acuerdo en Londres y otras creen que rebajará la presión sobre los diputados británicos”, señalaron fuentes diplomáticas después de la primera ronda de consultas. Algunas delegaciones incluso consideran que la solución ideal podría ser un Brexit sin acuerdo para hacer tabla rasa e iniciar una nueva relación con Londres desde cero.
El ala más euroescéptica del Parlamento británico, contraria a la prórroga y favorable al Brexit sin acuerdo, ha olido sangre y no duda en alentar temor al posible sabotaje. “Si una larga extensión [de la fecha de salida] nos deja atrapados en la UE, deberemos ponerles difíciles las cosas. Podríamos vetar cualquier incremento presupuestario, obstruir los intentos de crear un ejército europeo o bloquear los esquemas de integración del Sr. Macron”, ha amenazado el diputado conservador, Jacob Rees-Mogg, líder del Grupo de Investigaciones Europeas en el que se congrega el ala dura de los tories.
La bravuconada de Rees-Mogg parece desproporcionada con la capacidad real de Reino Unido de paralizar el club. Pero refuerza al bando europeo partidario de un blindaje a prueba de las desagradables sorpresas para Europa con las que últimamente se prodiga la clase política britanica.