Zidane sostuvo ante los dirigentes del Madrid que debían despedir a Gareth Bale porque su impacto como goleador no compensaba el mal ambiente que generaba en el vestuario. Para el entrenador que levantó las últimas tres Champions resultaba evidente que el jugador que más gana ahora en la plantilla —casi 15 millones netos anuales— debía justificar su jerarquía salarial en el campo de juego o debía marcharse. Hace nueve meses que Zidane está en el paro y el peso de su diagnóstico se multiplica cada día. La andanada de señales desafiantes que envió el galés en el campo del Levante contra su entrenador y sus compañeros lo sitúan en una posición extrema. Justamente cuando más le necesita su equipo. Ante la semana más determinante de la temporada, con tres partidos decisivos seguidos en el Bernabéu —clásico de Copa, clásico de LaLiga y vuelta de octavos de final de Champions contra el Ajax— que tienen a la directiva en estado de alarma, Bale hace el pino en la cornisa. O se precipita al vacío o se reivindica como el redentor que hasta hace no mucho soñó el presidente, Florentino Pérez.
Ya ni siquiera depende de sí mismo. El hombre acudió sub iúdice al Ciutat de València desde que el Comité de Competición aplazó hasta el miércoles la resolución del expediente que le abrió a instancias de LaLiga por hacer lo que parece un corte de mangas a la hinchada del Metropolitano. Si el tribunal lo interpreta como incitación a la violencia podrá imponerle hasta cuatro partidos de suspensión.
Un eventual castigo le apartaría de los clásicos y le mantendría en el fondo del escalafón. Desde que regresó tras un mes de baja por lesión, el 27 de enero, ha disputado ocho partidos y solo dos como titular. Para alguien que durante años envió a su agente, Jonathan Barnett, a que presionara a la directiva del Madrid para que le permitieran ocupar la plaza de Cristiano, sentirse superado por Vinicius y Lucas Vázquez resulta insoportable. No consigue asimilar que la promesa que le hicieron los dirigentes el verano pasado, asegurándole que sería titular para evitar que cumpliera su amenaza de marcharse, haya desembocado en su actual condición de suplente. Se siente traicionado. Víctima de algo parecido a una conspiración después de vivir cinco temporadas bajo el paraguas protector presidencial. Quedó patente en Valencia, donde GOL captó cómo se negó a calentar cuando descubrió que Solari no le eligió como primer suplente.
La norma consuetudinaria manda que los futbolistas pasen del calentamiento a la cancha, sin escalas en el banquillo. Bale se sentó en actitud desafiante. Con las piernas cruzadas. Expresó su rabia mientras Pintus, el preparador físico, y Marcelo, el segundo capitán, le pedían explicaciones. Solari, que luego lo protegió diciendo que había estado “pletórico”, le pasó por alto el arrebato y le cambió por Benzema. Pero ni así calmó su sentimiento de agravio, y una vez dentro del campo se quitó de encima a Lucas cuando intentaba abrazarle tras su gol, el 1-2 de penati. Pudo más su ira que el sentido del compañerismo que empuja naturalmente a los futbolistas a celebrar los tantos con sus colegas.
La protección de Florentino Pérez
La exhibición de desprecio de Bale en el campo del Levante caló hondo en el círculo de Florentino Pérez. Fuentes próximas al presidente aseguraban ayer que el jugador dejrá de gozar de la protección que le brindaron hasta ahora.No se imaginaron nunca que un británico tan gentil acabaría comportándose de forma tan poco cortés dejando en evidencia a quienes le respaldaron.
Bale no tolera que Lucas y Vinicius le disputen el puesto. Pero en el cotejo con los dos extremos la estadística comparada indica que Bale participa menos del juego en todas sus facetas, y que en la zona de definición tampoco genera más ocasiones ni su producción de remates es significativamente mayor. Respecto a ellos solo se distingue por una cosa: apunta mejor. Considerando todas las competiciones, Lucas mete un gol cada 446 minutos, Vinicius anota cada 354 minutos, y Bale cada 154.
Agarrados a estas cifras, todavía hay directivos que le avalan con un último argumento. El mismo que empleó Emilio Butragueño este domingo en Valencia: “Bale en cualquier momento puede hacer algo importante”.
Famoso por sus goles en las finales de Copa y Champions de 2014, y en la final de Kiev, el galés, de 29 años, goza de más prestigio fuera que dentro del camerino. Allí son mayoría los que sostienen que nunca hizo los goles más decisivos. Sí los más publicitados.
En esta Liga, Bale suma siete tantos en 20 partidos, uno cada 180 minutos. El ratio de efectividad entre los futbolistas que suman siete goles o más le sitúa en el puesto 11º de Primera. Le superan Messi (25 goles, uno cada 75 minutos), Charles (12 goles, 1/93 minutos), Suárez (16, 1/126), Stuani (13, 1/134), Roger (10, 1/141), Jaime Mata (10, 1/142), Aspas (10, 1/146), Ben Yedder (11, 1/152), Dembélé (8, 1/157) y Jorge Molina (10, 1/172).
A falta del eventual momento Bale el primer postulante a heredar a Cristiano ha ofrecido mucho menos de lo que prometía.
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