La Compañía Nacional de Danza Contemporánea cumple este mes diez años de vida. Es el único conjunto oficial en su género en el nivel nacional y vale la pena repasar brevemente su historia: nació de un conjunto de siete excelentes bailarines que habían pertenecido al Ballet del San Martín y que se dieron desde el principio una forma de conducción colectiva. El grupo fue creciendo en el marco del entonces Ministerio de Cultura de la Nación –ahora Secretaría- pero recién en 2014 fue nombrada por concurso una directora, la coreógrafa cordobesa Cristina Gómez Comini, que renunció al cabo de un año y medio. Desde entonces está a cargo de la compañía Margarita Fernández, también una muy experimentada coreógrafa, maestra y personalidad de la danza, acompañada por Lorena Merlino.
La CNDC festeja este aniversario reponiendo hoy un hermoso programa en el Anfiteatro de Parque Centenario, compuesto por 8 pies del coreógrafo argentino Ramiro Soñez, y Tensión espacial, creada especialmente para la compañía por el coreano Jea Duk Kim.
La coreógrafa dirige a la Compañía desde 2016.
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De lunes a viernes por la tarde.
-¿Cómo era la compañía que recibiste y cuáles eran tus propios proyectos respecto de ella?
-Lorena y yo nos encontramos con una compañía ya encaminada y con fuertes propósitos de parte de los bailarines; pero quizás no había una muy buena comunicación entre los cuerpos técnicos, artísticos y administrativos, que es la única posibilidad de que una compañía funcione, y nos concentramos bastante en esto. Cristina Gómez Comini había dejado proyectos muy interesantes, como la obra Materiales, de Pierrik Malbranche, que todavía no se había puesto en marcha y que pudimos hacer: fue la primera vez que un coreógrafo extranjero trabajaba con la CNDC.
-La CNDC hizo muchas giras por el interior, para públicos no necesariamente familiarizados con la danza contemporánea. ¿Cómo fueron encarando esta cuestión?
-Un rasgo de la compañía fue el del “laboratorio de creación”, muy interesante pero más bien introspectivo y que no es fácil presentar en un escenario salvo que te dirijas a un público de élite. Sin dejarlo de lado, porque es muy enriquecedor, nos parecía importante formar nuevos públicos. Cuando vamos al interior, incluso a los pueblos más pequeños, tenemos que empezar por explicar qué es la danza contemporánea. Abrimos nuestras actividades a la gente: las clases, los ensayos. Utilizamos muchos centros cultuales y con nuestros técnicos transformamos estos espacios, que se vuelven mágicos.
-¿Hicieron giras internacionales también?
-Sí, en muchos países de Latinoamérica: pero lamentablemente no hay presupuesto para pasajes. Tenemos muchos proyectos de intercambio este año pero no sé cuánto podremos hacer. El pasaje de Ministerio a Secretaría fue un cimbronazo grave desde el punto de vista cultural; de hecho el Área Danza del Ministerio –que se ocupaba de las asistencias técnicas en todo el país, las becas, las ayudas a jóvenes coreógrafos, etc. – fue eliminada. En nuestro caso, concretamente, afectó las cuestiones presupuestarias. Salvo el ministro, que pasó a ser secretario, otras personas cambiaron de lugar y esto nos llevó a tener que empezar desde cero en varios frentes. Afortunadamente permaneció Mariela Bolatti, que es directora de Organismos Estables y tiene muchos años en el área.
-¿Algún proyecto para 2019 que quieras comentar?
-Me gusta mucho la llamada “Carta Blanca”: consiste en que los integrantes de la compañía presentan sus propios planes de creación y de allí han salido cosas realmente interesantes. Este año tenemos al menos dos propuestas muy originales -una incluso surgió de un técnico de sonido- y espero que podamos llevarlas adelante.
Hoy a las 19:30 en el Anfiteatro de Parque Centenario, Leopoldo Marechal 832. Entrada libre.
JB