Los árbitros de la delirante final de Copa entre el Madrid y el Barça —Juan Carlos García González, Miguel Ángel Pérez Pérez y Benjamín Jiménez Trujillo— solo consultaron dos de las 11 repeticiones a su disposición en el Instant Replay para dar validez al tiro de Tomic que decidió el título. Y el club blanco solo se quedó con esa acción mal arbitrada para denunciar de forma furibunda una injusta resolución del torneo, omitiendo en su relato la clamorosa antideportiva no señalada a Randolph a 11 segundos del final. “Decisión arbitral sin soporte tecnológico, como la falta no pitada de Claver a Taylor hace un año en Las Palmas ante la que no dijimos nada”, cuentan en el Madrid. La final de Copa se jugó durante 45 minutos. La polémica ya se extiende mucho más.
“Es evidente que han existido varios errores arbitrales graves al final del partido”, ha reconocido el presidente de la ACB, Antonio Martín, en su valoración del torneo. “Por primera vez hemos puesto a disposición de todo el mundo la imagen del Instant Replay y por tanto toda la actuación en referencia a la jugada es pública y los aficionados han podido ver en directo exactamente lo que han revisado y la decisión que han tomado los árbitros. Por otro lado, también ha habido acciones que por reglamento no se pueden revisar por el Instant Replay y en las que no debería caber el error”, explica Martín.
“Hemos pedido a la ACB que hagan un comunicado oficial diciendo que se han equivocado”, contó Juan Carlos Sánchez, director de la sección de baloncesto madridista, tras ocupar el puesto reservado a un jugador en la rueda de prensa postpartido a la que acudió junto a Pablo Laso. La protocolaria y habitual aparición del presidente, Florentino Pérez, en el vestuario de su equipo se convirtió en esta ocasión en un improvisado gabinete de crisis al que se sumó el director general del club, José Ángel Sánchez. De esa reunión salieron varias decisiones: la rápida intervención de Juan Carlos Sánchez ante los medios y se deslizó en privado la exigencia a la ACB de “una disculpa oficial” y la amenaza de abandonar la propia Asociación de Clubes si no había una “sanción ejemplar” a los integrantes de la terna arbitral de la final. Argumentos que el director del baloncesto madridista declinó ampliar a petición de este periódico, remitiéndose a su comparecencia publica del domingo por la noche.
De no producirse esa sanción a los colegiados, en formato de expulsión o neverazo, el Madrid sostendrá su órdago anunciando la convocatoria de un referéndum entre sus socios para que estos den su aprobación a la salida de la Liga, una idea que ronda en el club desde hace tiempo y ahora se refuerza estratégicamente con el mensaje de persecución. En mayo de 2017, el Madrid, junto a los otros equipos españoles de Euroliga de esa temporada (Barcelona, Baskonia y Unicaja), amagó con consumar la escisión tras abandonar una reunión de la ACB con el plan de sumarse a un proyecto de liga privada. Paradójicamente, abanderada por Albert Soler, director de deportes profesionales del Barcelona. Ahora el club blanco repite un desafío recurrente.
Sin embargo, la amenaza del Madrid es inviable a día de hoy porque —además del engorroso proceso interno, con la convocatoria de una junta directiva y una asamblea general extraordinaria—, chocaría frontalmente con los estatutos de la Euroliga, con los de la propia ACB y con la Ley del Deporte. El organismo europeo recoge en el artículo 5.3 que, entre los requisitos para tener la licencia de la competición, “los clubes deben participar en un campeonato doméstico, con una excepción, que su presencia sea aprobada por el Consejo Ejecutivo de Accionistas, si al club se le impide participar en dicho torneo nacional en contra de su voluntad”. La disputa de la liga nacional es también condición indispensable para la FIBA que, en caso de que el Madrid materializara su salida, retiraria la licencia internacional a sus jugadores por romper el statu quo.
Los estatutos de la ACB contemplan, en su disposición adicional sexta, “la indemnización con 150.253,03 euros a cada uno de los 17 clubes restantes de la Asociación”, entre otras sanciones, en caso de retirada de la competición. Pero, por encima de ello, en la transformación de los clubes en Sociedades Anonimas Deportivas, la Ley del Deporte estableció la exigencia de permanencia en la liga nacional a las entidades exentas, Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna. El club azulgrana intentó sin éxito hace unos años que su sección de balonmano participara en la liga francesa.
La ACB, con su presidente Antonio Martín a la cabeza —exjugador madridista durante 11 temporadas—, analizó durante todo el día la situación generada tras la final hasta posicionarse de manera oficial al filo de las nueve de la noche. “Cada vez contamos con más avances tecnológicos y debemos usarlos de la manera adecuada para ayudar al estamento arbitral a tomar las decisiones correctas, siempre sabiendo que se ha de convivir con el error humano. Mejorar de forma relevante este aspecto y en la formación técnica de manera continuada durante toda la temporada es una prioridad para nosotros en los próximos meses, y lo vamos a hacer conjuntamente con el colectivo arbitral”, analizaba Martín en sus declaraciones. Antes, el Madrid había recibido explicaciones, a título personal, de Daniel Hierrezuelo, presidente de la Asociación de Árbitros, cortado de la final por los errores en la semifinal entre Barça e Iberostar Tenerife. No hubo defensa corporativa a los integrantes de la terna del domingo ni explicación pública de su secuencia de errores.
El reglamento solo estipula para los colegiados sanciones que tengan que ver con cuestiones administrativas, como la correcta cumplimentación de las actas, y que pueden llegar a los dos años de suspensión. No existe, en cambio, baremo sancionador para los errores sobre sus decisiones durante el juego. Hace 10 días, la Euroliga estableció un precedente al reconocer en un comunicado dos errores arbitrales en los instantes finales del Barça-Zalguiris de la competición continental, sin sanción asociada para los árbitros. Las mismas cámaras que captaron la abrupta indignación de Felipe Reyes — “¡Vaya puto robo. Dos años seguidos!”— también mostraron la autocrítica de Llull: “No pueden llegar así al final, íbamos ganando por 16, joder”. García González, Jiménez Trujillo y Pérez Pérez, emplearon poco más de 50s en analizar erróneamente la acción que sentenció una final que pudo haberse cerrado 11s antes con la clamorosa antideportiva sobre Singleton no pitada.