Ni el frenesí de las entrevistas y las fotografías perturba la sonrisa perenne que Jaime Mata (Madrid, 30 años) mantiene estos días. El delantero del Getafe vive dentro de un sueño desde que Luis Enrique dijo su nombre el viernes, y más desde que el lunes se reuniese con el resto de convocados de la selección española en Las Rozas. “Pero no he venido a pasar el día”, advierte, “quiero aprovechar la oportunidad”.
La carrera futbolística de Jaime Mata ha sido muy distinta de la del resto de sus compañeros internacionales. Nunca fue ese juvenil por el que se pegan los grandes, ni siquiera sabe lo que es formarse en una cantera. Tampoco descolló en su juventud ni llamó la atención para que se pagasen cifras suculentas por él. De hecho, todos sus cambios de club fueron cuando acababa contrato, a coste cero. “Ves el largo camino que he tenido que recorrer y eso hace que esté disfrutando a tope. Estar aquí con la selección absoluta es lo máximo”, cuenta quien confiesa que para él jugar en Tercera “ya era la leche”.
La frase anterior, dicha por un tipo que luce un chándal con una estrella de campeón del mundo, puede sonar extraña o incluso conformista, pero la dice alguien que creció fuera de la burbuja del fútbol. “Si vienes de un club humilde, te sorprende incluso que haya camillas para el masaje, que te cuiden tanto el físico”. Y es que Jaime Mata vivió de lleno las penurias de ese balompié de campos de barro, vestuarios precarios y trabajadores impagados. En sus primeros pasos en el primer equipo de su ciudad, el Pegaso de Tres Cantos, en Tercera, tuvo que encerrarse en el vestuario con sus compañeros o bajarse los pantalones antes de un partido para protestar. “Era una época dura en España [2009] por la crisis. Muchos presidentes de clubes venían del mundo de la construcción y hubo impagos. Yo era joven y no cobraba casi nada, pero tuve suerte de que me pillase en casa de mis padres”, recuerda Mata, que entonces andaba más centrado en los estudios que en el fútbol, que para él tan solo era un “hobby”.
Aquel veinteañero del extrarradio madrileño seguía jugando mientras se sacaba la selectividad y empezaba Derecho. “Preferí dejar la universidad porque daba demasiada libertad. Yo necesitaba más disciplina, que me obligasen a ir a clase, por eso me metí en Formación Profesional e hice un grado superior en Administración y Finanzas y luego otro en Comercio Internacional”.
Tras no asentarse en la cantera del Rayo y jugar en modestísimos equipos de Tercera como el Móstoles y Socuéllamos, Mata se dio una última oportunidad a él mismo y al fútbol. “Me llamó el Lleida en el momento en que estaba pensando en ponerme a trabajar. Me hicieron un contrato de dos años y me fui en plan Erasmus, como para ver cómo es vivir del fútbol”. Con casi 24 años, Mata abandonaba el centro de la Península, su familia y su zona de confort. “Quieras que no, estás en tu burbujita de comodidad y quería buscar la experiencia de vivir solo. Eso me marcó, porque hace que madures más rápido y mejor. Aunque era Segunda B, el nivel de exigencia era alto y cada fin de semana te la jugabas”. El Erasmus se saldó con una quincena de goles por curso y una oferta del Girona, de Segunda. Por fin el fútbol profesional.
Jaime Mata, segundo por la derecha, con el resto del equipo del Tres Cantos, que protesta por los impagos en 2009.
La experiencia catalana provocó un cambio en la mentalidad del delantero. “Nunca pensé que me ganaría la vida con el fútbol”, reconoce hoy el máximo goleador español de LaLiga (13 tantos, más dos en Copa), y quizá por eso saborea mejor los momentos dulces que está viviendo. El salto a Segunda tampoco le hizo perder la perspectiva, se sabía un currante, capaz de anotar sus 10 o 12 goles por año, así que lo que ocurrió en Valladolid la temporada pasada le pilló por sorpresa hasta a él. “Salía todo bien. Casi cualquier balón que tocaba se iba para adentro”, cuenta sobre los 35 goles anotados en Pucela, absolutamente esenciales para el ascenso del equipo a Primera. “Cosas de la confianza”, articula intentando encontrar una explicación a tal explosión anotadora.
Salto a Primera
Ni que decir tiene que los goles sepultaron la idea de Mata de buscarse la vida fuera del fútbol. El verano pasado dio otro gran salto fichando por un Primera, el Getafe, donde sigue haciendo diana con frecuencia, hasta 13 en lo que va de curso. El equipo madrileño aguanta en la cuarta posición a 10 jornadas para el final, puesto que le daría billete para jugar la Champions. “Eso queda muy lejano”, dice como espantando la idea. Por ahora vive el momento y eso es La Roja. “Solo quiero disfrutar con la selección absoluta. Hace años no me veía aquí lo más mínimo”, repite.
Ahora queda otro pasito: debutar, que su retrato cuelgue junto a los de todos los internacionales de España en las paredes de la Ciudad del Fútbol. Para ello tendrá dos oportunidades, una en Valencia ante Noruega el sábado; otra en Malta el martes. Ambos son encuentros clasificatorios para la Eurocopa 2020. Que juegue ya depende del seleccionador, Luis Enrique, que también dispone de Rodrigo Moreno y Álvaro Morata. La aparente diferencia de estilos entre el juego que hace el Getafe con Bordalás y el de La Roja no parece importar a Mata. “Lo bueno que tenemos los delanteros es que somos camaleónicos y nos adaptamos bien. He estado con muchos entrenadores, cada uno con su estilo, y siempre me he adaptado”.
Uno de esos entrenadores, cuando Jaime era joven, fue Jorge González, percusionista de Vetusta Morla. Ahí entra en juego la conexión de Tres Cantos, con su banda más emblemática y su futbolista de moda. “Son amigos míos. Guillermo el guitarrista también jugó con mi hermano. Me han visto crecer y yo a ellos desde los inicios, cuando no eran famosos”, cuenta Mata, declarado seguidor de la música indie que encuentra un pero a su vida de jugador de élite: “No puedo ir a festivales porque estoy de pretemporada. Tendré que esperar a retirarme”.
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