No vale que el Manchester City encamine las aspiraciones de esta temporada a lograr un combo jamás conseguido en el fútbol inglés de ganar todas las competiciones en las que participa, ni que Pep Guardiola acreciente su leyenda con un título más (25). En Inglaterra solo hubo focos este lunes para alumbrar el episodio protagonizado por Kepa Arrizabalaga en la final de la Copa de la Liga. Y conocidos los argumentos y excusas tanto del meta vasco del Chelsea como de su técnico, Maurizio Sarri, el debate se reaviva. El conjunto inglés cierra filas y anticipa que no habrá sanción para su futbolista, que se negó a ser sustituido en los instantes finales de la prórroga contra el Manchester City (0-0 y victoria celeste en los penaltis) por, según entrenador y jugador, “un malentendido” en cuanto a su estado físico.
El reglamento explica cómo es el procedimiento de sustitución de un futbolista. Apunta que debe informarse al árbitro sobre el cambio, que el jugador sustituido debe recibir el permiso del colegiado para dejar el partido y se matiza que ya no está obligado a salir por la línea media del campo, aunque su reemplazo sí debe entrar por esa zona. En el cuarto punto de la regla 3.3 llega la clave: “Si un jugador que debe ser reemplazado rehusara salir del terreno de juego, el partido continuará”. Y ahí se retoma la charla entre Kepa y el árbitro John Moss. Lo explica David Luiz, uno de los pesos pesados del Chelsea, que intentó terciar: “No es fácil hacerse entender con todo el ruido y desde tan lejos. Kepa quería explicar que estaba bien, el árbitro le preguntó y entonces nos dijo ‘Play, play (jugad, jugad)’. El entrenador tiene todo el mando sobre la plantilla y todo nuestro respeto”.
Sarri insiste en que tiene el control sobre sus futbolistas. Pero la lectura que se hace desde fuera de la caseta del Chelsea es diferente. The Times hablaba de “vergüenza”, en The Guardian aludían a “un barco hundido” y en The Telegraph se podía leer que quedó en evidencia “la incapacidad del entrenador para gobernar el equipo”. El Evening Standard, el diario vespertino más popular de Londres, tituló: “A Sarri le gana el City… y el poder de sus jugadores”. Todo el mérito del Chelsea, que según David Luiz plantó cara “al mejor equipo de Europa en estos momentos”, se difuminó en dos minutos de locura. “No importa el marcador. Ha sido un auténtico motín, jamás vi nada parecido y debería ser el último partido de Kepa con el escudo del Chelsea”, explicó en la BBC el exdelantero Chris Sutton, que jugó una campaña con los blues tras sus mejores años en el Blackburn Rovers campeón de los noventa. El caso puede abrir un precedente para otros jugadores que pudieran negarse a salir cuando les ordenan ser sustituidos.
No fue tan explosivo ni generó un conflicto en el terreno de juego con la intervención del colegiado para aplicar el reglamento, pero en octubre de 2014 Messi negó la voluntad de Luis Enrique, entonces su entrenador, que quería retirarlo de un partido ya sentenciado contra el Eibar. El que se marchó del campo fue Neymar.
Sarri, durante el duelo del domingo. CARL RECINE Reuters
Entre Sarri y Kepa no fluyó esa comunicación, y si lo hizo fue de manera volcánica, detalle que no es la mejor señal para un entrenador seriamente cuestionado. Según Kepa, pretendía dar tiempo a que el cuerpo médico que le atendió comunicara su estado al banquillo, pero en Inglaterra los doctores y los entrenadores están en contacto a través de un pinganillo, lo que desmontaría esa justificación. En la banda, Willy Caballero, un especialista en penaltis, se quedó calentando.
José Mourinho explicó en una colaboración televisiva que lo ocurrido deja a Sarri en “situación de debilidad”. Y Sutton insiste. “Si yo fuese Sarri me iría del club inmediatamente”. Otro exfutbolista del Chelsea, el alemán Michael Ballack, cree que los dirigentes del club deben intervenir. “No se ha proyectado una buena imagen. Es importante el respeto al entrenador”, sugiere. En los medios ingleses la palabra más empleada es “insubordinación”. Todo se amplifica además en el Chelsea, por el que han desfilado ocho entrenadores de postín (Ancelotti, Villas-Boas, Di Matteo, Benítez, Mourinho, Hiddink, Conte y Sarri) en los últimos 10 años.
La entidad, en venta
Kepa Arrizabalaga se convirtió el pasado verano en el portero más caro del mundo. El Chelsea abonó al Athletic su claúsula de 80 millones de euros y acordó con el jugador un salario por una cantidad similar a repartir en siete temporadas. Su curso hasta ahora había estado en consonancia con la de su nuevo equipo, sin alardes. El Chelsea se ha desinflado tras un buen inicio de campaña, es sexto en la Premier y pelea con Arsenal y Manchester United por acceder a la próxima Liga de Campeones, meta para la que se guarda la baza de la Europa League, en la que se cruzará en octavos con el Dynamo de Kiev. Si no logra el objetivo puede pasarlo mal porque la FIFA acaba de sancionarle, por irregularidades en contrataciones de menores, con la prohibición de adquirir jugadores en las dos próximas ventanas de fichajes, hasta el verano de 2020. Y el runrún sobre la posibilidad de que Roman Abramovich ponga en venta el equipo no cesa. El magnate ruso apenas ha acudido a los partidos de su equipo esta temporada y tampoco estuvo en Wembley cuando tenía la opción de festejar su decimoséptimo título desde que se convirtió en el dueño del club hace casi 16 años.
El Chelsea no venció, pero planteó un partido casi perfecto ante el Manchester City, que 15 días antes le había humillado con un 6-0. El domingo, Sarri, un sesentón respetado por su capacidad como estratega táctico, montó un dispositivo futbolístico fenomenal, pero lo que queda es su imagen desquiciado y amagando con abandonar Wembley porque un chico de 24 años desafió su autoridad.
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