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El movimiento feminista impone una nueva energía democratizadora Dibujo en la arena de la playa de La Concha de San Sebastián en apoyo al movimiento feminista. Javier Etxezarreta EFE
Hoy, Día Internacional de la Mujer, se celebra el primer aniversario del arranque de una serie sostenida de manifestaciones que han ido congregando en las calles a centenares de miles de mujeres de todo el mundo. El 8 de marzo de 2018, España, fiel a una arraigada tradición feminista que llega al menos desde los tiempos de la II República, respondió con sensibilidad y urgencia situándose en la vanguardia de la lucha por el avance de los derechos y oportunidades de las mujeres con una movilización sin precedentes. Desde entonces, se ha observado la solidez argumentativa y la inteligencia organizativa de un movimiento, el feminista, capaz de sostener en el tiempo unas reivindicaciones que, impulsadas viralmente y desarrolladas en un plano mayoritariamente horizontal, han demostrado no ser flor de un día, sino que se han consolidado como uno de los ejes políticos del presente y del futuro del país.
El estallido reivindicativo de los últimos meses ha permeado otros debates esenciales, como el de la precarización de la vida, fenómeno que afecta a amplias mayorías sociales en prácticamente todos los países del planeta, pero que plantea situaciones agravadas para el bienestar y las necesidades de las mujeres. Los recortes en el ámbito de la protección social entorpecen seriamente el camino hacia la plena participación, articulando de nuevo viejas formas de subordinación y discriminación que colocan a las mujeres en clara situación de desventaja estructural con respecto a sus pares masculinos en todos los niveles de la vida. Supone, además, un peligro añadido: que se siga confundiendo igualdad con meritocracia, definiendo erróneamente los escenarios de ausencia de discriminación como la mera eliminación de obstáculos en el ascenso por la escalera corporativa de puestos de poder y reconocimiento para las mujeres.
La agenda feminista se desarrolla globalmente, pero a su vez impone preguntas y respuestas adaptadas a los contextos específicos de aquellos lugares donde el estallido de esta nueva energía democratizadora, específicamente femenina, ha ganado una visibilidad y reconocimiento públicos inusitados. Bajo el impulso de esta cuarta ola del feminismo, se cuestionan de nuevo las estructuras de poder, reivindicando una concepción amplia e integradora de lo que implica realmente la violencia ejercida desde ámbitos estatales y sociales contra las mujeres, y poniendo sobre la mesa medidas sobre la justicia ambiental y distributiva que exigen el pleno reconocimiento, de hecho y de derecho, de todas las formas de trabajo, visibles e invisibles, en las que están involucradas las mujeres, aglutinadas hoy bajo el concepto del cuidado.
Desde países tan distintos como China, India, Argentina o Túnez hasta otros más próximos a nuestras realidades sociales, las mujeres en toda su diversidad han tenido que enfrentarse a la redefinición de lo que significa la igualdad radical, y a hacerlo además en un contexto donde las promesas rotas de la globalización han producido un repliegue identitario de corte tradicionalista y nativista que amenaza con una peligrosa involución.
La instrumentalización política del malestar social impulsada por los nuevos hombres fuertes en Polonia, Hungría, Brasil o Estados Unidos ha conducido a la presencia de ajados discursos sobre valores familiares que retratan de nuevo a las mujeres como portadoras de las esencias nacionales, convirtiendo a las díscolas, ruidosas y descontentas en el principal objeto de la ira de su reacción. Sin embargo, en un momento en el que el ascenso de las fuerzas ultras muestra su pujanza en todo el mundo, incluido nuestro país, observamos también el rotundo sí de las irlandesas a la despenalización del aborto, algo que el Senado en Argentina solo ha logrado retrasar. Y también la potencia transformadora de una contundente respuesta ciudadana, decidida a demostrar que el camino emprendido hacia una radical concepción igualitaria del mundo es ya irreversible.
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