Manifestación contra Maduro, este miércoles en Caracas. En vídeo, el periodista de EL PAÍS Francesco Manetto informa desde Caracas de la situación de la crisis en Venezuela.
La actualidad política de Venezuela es una montaña rusa desde hace años. A los sobresaltos suelen suceder etapas de rutina llenas de incógnitas. Juan Guaidó busca romper esa dinámica y mantener la presión en la calle de manera indefinida para lograr la renuncia de Nicolás Maduro. El jefe del legislativo, reconocido como presidente por más de 50 países, apeló este miércoles al hartazgo de los trabajadores, asfixiados por la desastrosa gestión económica del chavismo, y llamó a la huelga general. Lo hizo ante una multitud que se movilizó contra el régimen con ocasión del 1 de mayo y un día después de la liberación de Leopoldo López.
Mañana vamos a acompañar la propuesta que nos hicieron de paros escalonados, hasta lograr la huelga general”, afirmó Guaidó, que hace dos meses ya planteó un paro de los empleados públicos, el sector tradicionalmente más vinculado al oficialismo. El anuncio del político es relevante porque hace propias algunas de las reivindicaciones históricas de la llamada revolución bolivariana. “Reconocemos el valor del trabajo digno, que les permita bienestar y progreso. Hoy sabemos que no hay sueldo que alcance, que se ignoran sus derechos y logros”, manifestó antes del comienzo de las marchas en referencia a las precarias condiciones de vida de millones de venezolanos que luchan a diario contra una hiperinflación sin freno. “Los acompañamos en sus exigencias. ¡Nos vemos en la calle!”, enfatizó.
La jornada fue una nueva muestra de la incertidumbre por la que atraviesa el país. Miles de personas se concentraron a partir de media mañana en la plaza de Altamira, símbolo de las manifestaciones antichavistas, y en otros puntos del este de la capital. La tensión se disparó en las proximidades de la base aérea de La Carlota con lanzamiento de gases lacrimógenos y enfrentamientos que dejaron varios heridos. Fue allí donde el martes Guaidó anunció por sorpresa la liberación de López, que en cuestión de horas pasó de su arresto domiciliario a refugiarse en la embajada de España en Caracas.
Esa operación, que fue posible con el apoyo de un grupo de uniformados y sectores del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), tenía que ser determinante para desencadenar un levantamiento de la población y una ruptura de los estamentos militares. No sucedió, probablemente por la mala gestión de los tiempos y por una excesiva confianza en la respuesta de las fuerzas armadas.
Guaidó, sin embargo, no se ha resignado y trata de redoblar el desafío a Maduro, ya que en su opinión no hay marcha atrás.
El presidente de la Asamblea Nacional está decidido a mantener el pulso en la calle hasta el final. “Le pido hoy a toda Venezuela, y sé que hemos dado mucho, hasta la vida. Pedir más a veces es injusto. Pero se lo pido porque siempre he dado la cara. Mientras mantengamos la presión en las calles, estaremos más cerca”, afirmó desde la urbanización caraqueña de El Marqués.
En esta fase es crucial que la oposición logre mantener altos los ánimos, puesto que las expectativas de sus seguidores se han visto frustradas en varias ocasiones desde el pasado enero, cuando Guaidó se juramentó como presidente interino. “Les juro que lo vamos a lograr, claro que sí se puede, seguiremos recorriendo los puntos de concentración, fuerza Venezuela”, aseguró ante sus simpatizantes.
El dirigente de Voluntad Popular, el mismo partido de Leopoldo López, está convencido de que, pese a que los centenares de deserciones de militares hayan tenido por el momento un carácter simbólico, Maduro no tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas. Lo expresó después del intento fallido del martes, al final de una jornada importante que, al menos por el momento, no ha resultado decisiva para desencadenar un giro político.
“Hoy es un día histórico para el país en este inicio de la fase definitiva de la Operación Libertad para el cese de la usurpación. Hemos visto que la presión, que la protesta genera resultados”, afirmó. Poco después compareció Maduro, que salvo por un mensaje publicado en Twitter no se había pronunciado a lo largo de todo el día. El sucesor de Hugo Chávez habló flanqueado por el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, y el jefe de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, considerado como el número dos del chavismo.
Lealtad de los militares
El pronunciamiento del mandatario no tuvo consecuencias inmediatas. Advirtió de que “no puede haber impunidad”. “Tiene que haber justicia para que haya paz”, consideró. Exigió lealtad absoluta a los uniformados, aseguró que la mayoría de los militares que respaldaron la acción de Guaidó lo hicieron bajo engaño y que los que no le abandonaron a lo largo de la mañana ya están siendo investigados por la Fiscalía. Arremetió contra Guaidó y López con varias descalificaciones, aunque no les amenazó abiertamente.
De alguna manera, trató de exhibir una imagen de unidad del chavismo y aparentar una normal separación de poderes, a pesar de que la justicia sigue bajo la influencia del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Hoy aprovechó la marcha del 1 de mayo, a la que estaban convocados funcionarios estatales y militantes oficialistas, para recalcar que su Gobierno todavía tiene el control de los engranajes del Estado y está lejos de ser expulsado del poder. “Quedó demostrado que la injerencia, el golpismo y el enfrentamiento armado, no son el camino para nuestra amada Venezuela. La ruta para dirimir las diferencias siempre será la constitucionalidad y el respeto mutuo. Los patriotas venceremos la violencia y ganaremos la paz”.
Este mensaje choca, no obstante, con los intentos de diálogo ensayados hasta ahora, que nunca han logrado avances sustanciales en la resolución de la crisis y, más bien, han alentado nuevos enfrentamientos. El oficialismo, según ha denunciado siempre la oposición, está dispuesto a abrir conversaciones, pero nunca se ha abierto a negociar de verdad con concesiones de por medio.