Diego Godín llora en su despedida del Atlético en el Wanda Metropolitano. El uruguayo anuncia emocionado su adiós. Foto: REUTERS | Vídeo: ATLAS
Con todo el plantel, el cuerpo técnico y varias leyendas presentes en la sala de prensa del Metropolitano, Diego Godín (Uruguay, 33 años) anunció este martes su adiós al Atlético de Madrid a partir de la próxima temporada. La congoja y las lágrimas le impidieron articular el discurso con fluidez. “Estoy un poco nervioso. Los he citado a todos porque son mis últimos dos partidos en el Atlético de Madrid”. El llanto le impidió continuar. “Quería comunicárselo yo, porque soy un hincha más, por el respeto que le tengo a mi afición y por el cariño que me han dado. No ha sido un club, ha sido una familia, ha sido mi cada. Nunca imaginé que llegaría a este momento, por eso estoy tan nervioso. He disfrutado, pero sobre todo he crecido como persona. Mis padres me han educado con los mejores valores y esos valores son los que he tratado de transmitir, el trabajo, el sacrificio, pero sobre todo la humildad”.
La marcha de Godín supone el adiós de unos de los grandes iconos de la era Simeone. El cacique del área del equipo que conquistó aquella Liga imposible de 2014 retratada para la historia con su cabezazo en el Camp Nou. Apenas una semana más tarde, en Lisboa, estuvo a un minuto de darle su primera Copa de Europa al club con otro testarazo. Ramos en el descuento evitó esa doble y gloriosa entrada entre la selecta nómina de leyendas rojiblancas del charrúa. Dos Ligas Europa, una Copa del Rey, tres Supercopas de Europa y 27 goles en 387 partidos son su legado estadístico. La final de Milán también fue otra tremenda decepción, pero su partido de vuelta de las semifinales contra el Bayern de Guardiola en Múnich, como el de Gabi, quizá fue el último gran ejemplo de resistencia heroica del equipo ante un rival superior.
Como el resto de los pretorianos, hay un antes y después de Godín respecto a la llegada del Cholo. Bajo la dirección del entrenador argentino formó aquella pareja inexpugnable con Miranda, con el que puede volver a coincidir en el Inter de Milán, su próximo destino. Aquella dupla se revalorizó bajo un sistema impenetrable en el que el trabajo de los de arriba facilitaba sus anticipaciones sobre los delanteros por arriba y por abajo. Nunca ha olvidado Godín en el Atlético sus inicios como delantero para descolgarse al ataque en momentos de apuro. Varias cabalgadas suyas saliendo de la cueva levantaron al Calderón y supusieron goles decisivos como uno que le hizo al Levante y que fue vital en la citada obtención del título liguero de 2014. “Es verdad que hasta los 15 años jugué de mitad de la cancha hacia adelante y esas ganas de querer hacer gol o una jugada bonita están ahí, pero con tantos partidos atrás, eso se pierde y se piensa más como defensor, que es lo que soy. Para ser defensor no puedes pensar como delantero porque hay muchos más riesgos”, declaraba en una entrevista a EL PAÍS en 2014. En esos arrebatos o en sus extenuantes esfuerzos defensivos la hinchada rojiblanca reconoció la estirpe charrúa, fajadora y rebelde ante la derrota. Pocas cosas han erizado más su piel que escuchar el pausado y agudo ¡U-ru-gua-yo, u-ru-gua-yo! que emanaba altivo de las gradas, en las que casi siempre ha lucido una bandera de su país. "El Atlético es muy grande, miles y miles de aficionados, en la calle, en el entrenamiento, en el estadio... me hicieron sentir su cariño. Desde que era niño soñaba con jugar al fútbol, pero no hay nada más lindo que entrar a un estadio y que la gente coree tu nombre. No hay cosa más linda que esto y es lo que sentí en este club. Eso no se logra tan facilmente", dijo para regatear la pregunta sobre si había sentido falta de cariño por parte del club.
Su gen ganador ha sido una constante en los entrenamientos. Más de una vez, sus compañeros se han visto sorprendidos en alguna pachanga o ejercicios por sus encabronamientos, reflejados en algún grito o en alguna entrada para marcar territorio. En esos momentos, el silencio, entre temeroso y respetuoso, se imponía. Su liderazgo en el vestuario y su peso en el club y en la estructura futbolística y jerárquica de Simeone le han dado para cultivar la proyección de Giménez o convencer a Griezmann de que su decisión debía ser permanecer en el Atlético. Al francés se le vio visiblemente afectado durante el acto. En parte, si Griezmann se marcha este verano algo tendrá que ver que el padrino de su hija ya no se siente junto a su taquilla en el vestuario.
Su marcha, desde que empezó a intuirse, ha abierto el debate sobre la norma del club de no renovar por más de una temporada a los jugadores mayores de 30 años. Bajo ese contexto, Godín siente que merecía ser una excepción. También parte de la hinchada percibe lo mismo. Rechazó una oferta del Manchester United, confirmada a este periódico por el club, a una semana de que se iniciara el presente curso. "Decidí quedarme, no me arrepiento, de lo contrario no hubiese vivido momentos tan bonitos que he vivido este año. Lo primero es el club, este equipo, mis compañeros... He intentado seguir, pero no se ha llegado a un acuerdo. Estoy para despedirme y para agradecer. Nada más, sólo eso". Desde entonces, el caso Godín se convirtió en un asunto delicado. El club se mantuvo en sus trece en su oferta de una temporada, aunque siempre con el horizonte de comprometerse a prácticamente garantizarle una segunda. Algo se rompió en la negociación económica y temporal desde su inicio que ha desembocado en esta marcha en la que también cuenta el paso del tiempo. "Hubo conversaciones, pero no llegamos a un acuerdo. Se acabó un ciclo, una etapa, estoy orgulloso de formar parte de la historia del club y de formar parte de esta entidad, desde el minuto que llegué hasta ahora", aclaró. "Siento dolor por despedirme, pero con la cabeza alta, porque me entregué en cuerpo y alma. Me voy con orgullo y tranquilidad. Me quedé porque lo sentí, porque quise, no me arrepiento de ninguna decisión, me he encariñado con este club, al hay que respetarlo y a sus normas también".
Con 33 años, Godín ya no es el mismo central contundente de antes. Sufre jugando con la línea adelantada contra atacantes veloces, no es tan dominador en el juego aéreo defensivo y en las últimas tres temporadas ha tenido baches, de los que también se recuperó, en los que era inevitable comparar lo que fue y lo que es. Errores que en sus mejores tiempos era imposible asociarlos a su persona. Como el mismo equipo, la crítica y la exigencia es el precio de su alto rendimiento y de los éxitos alcanzados en el para muchos el mejor Atlético de la historia. Eso sí, competir ha competido casi siempre, independientemente de sus estados de forma o de su enfrentamiento con la dirigencia por su no renovación. Su gol del cojo al Athletic esta última temporada y el 2-0 a la Juventus han realzado su icónica figura y el pensamiento de que el club debía haber roto la norma de los 30 años en pos de los sentimientos. Lo que queda y se reflejará este domingo ante el Sevilla es esa extraña y emotiva conjugación que sucede con los futbolistas-símbolo. Godín dirá adiós a su afición, pero nunca se marchará.
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