Cuando el reloj marca las once de la mañana, Roger Federer (Basilea, 37 años) aparece sonriente en el reservado para jugadores de la Caja Mágica y atiende a EL PAÍS junto a otros dos medios internacionales. Se interesa por cómo va el día de sus interlocutores, da un apretón firme de manos y en cuanto se activa la grabadora construye un discurso a la altura de su obra. Luce delgado, pero fuerte. Su rostro está bronceado. Domina los tiempos de la conversación, bromea y mira fijamente a los ojos mientras habla. De vez en cuando se atusa el flequillo revoltoso y gesticula para reforzar la explicación. Impecable en las formas, cierra con elegancia el encuentro. Cuatro años después, el suizo ha vuelto a Madrid. La leyenda sigue, sigue y sigue.
Pregunta. Va cumplir 38 años, 21 de ellos jugando al máximo nivel y lo ha ganado todo. ¿Realmente hay margen para mejorar?
Respuesta. Sí. Siempre hay maneras de mejorar un poquito más. Puede ser algún golpe aquí o allá, puede ser cómo te organizas, puede ser una cuestión de recalibrar todo, la vida, cómo me planteo jugar un partido, la preparación mental, dónde me entreno... Siempre hay pequeñas cosas por hacer. Para muchos jugadores, una vez que pasan los 20 ó 25 años, se trata de mantener cierto nivel. No quiero decir que sea frustrante, porque de los 10 a los 20 ves cómo vas sacando cada vez más fuerte, te mueves más rápido, y de repente llega un día en el que ves que las mejoras son mínimas. Si miras el aspecto negativo es terrible, pero si lo miras con otros ojos resulta interesante, realmente apasionante. Yo siempre trato de volver a mi mejor nivel, y hay que demostrarlo cada día.
P. De usted se dice, sobre todo, que es elegante. ¿Qué entiende por elegancia? ¿Y qué lugar ocupa la elegancia en el deporte?
R. Bueno, en el deporte nos encantan los superlativos, pero no es nada nuevo. Lo aceptas con una sonrisa: vale, lo que vosotros digáis. Creo que el hecho de conservar el revés a una mano ayuda mucho en ese aspecto. Si hablas de jugadores que usan el revés a una mano, dices de ellos que son elegantes, y si a eso le sumas el éxito que he tenido yo, te dirán que soy de los más elegantes entre los del revés a una mano. Pues muy bien. De ahí la elegancia se puede convertir en un estilo al que representas en el circuito, también fuera de la pista, tu forma de hablar, la impresión que das… Si piensan que ahí soy elegante, ya se convierte en un gran cumplido, porque trato de ser un buen embajador de este deporte. Trato de ser buen padre, buen marido, buen ciudadano; trato de hacerlo bien con mi fundación, ayudar a otros, servir de inspiración, de motivación. Si se piensa más a fondo en la palabra, significa mucho más. Miro atrás y me veo sirviendo de puente entre la vieja y la nueva generación. Es una suerte para mí. Soy el único que estuvo en el cuadro de Roland Garros en 1999 y este año volveré a estar allí, 20 años después.
P. El mundo del tenis hace cábalas sobre su fecha de retirada. Tal como lo ve usted, ¿tiene que ser en el momento perfecto, por ejemplo, justo después de una gran victoria en un Grand Slam?
R. Bueno, creo que la respuesta aquí es fácil. Como deportista profesional, lo que deseas es poder retirarte cuando tú decidas. ¿Puede ser algo que decidas estando de vacaciones? Podría ser, te dices; ya he tenido suficiente; das una rueda de prensa y lo sueltas. O puede ser que juegues un partido y digas: ‘Hasta aquí hemos llegado’. Pienso que, mientras la decisión sea tuya, será la situación perfecta. El dónde, el cómo o el cuándo puede ir creciendo en tu interior. Si es algo que sientes estará bien. No busco un final de cuento de hadas. Hay mucha gente que piensa que mi carrera tendría que acabar con el final perfecto, pero yo lo veo como un enfoque erróneo, sería una decepción. De haber buscado un final de cuento de hadas, ya lo habría podido hacer varias veces, pero estoy relajado y soy flexible en esto.
ampliar foto Federer reflexiona durante la entrevista, ayer en Madrid. JAIME VILLANUEVA
P. ¿Cómo mantiene la pasión? ¿Qué es lo que más le inspira después de tantos años?
R. Bueno, es que me encanta jugar. Rememoro mis años como júnior y lo que más me gustaba era jugar al tenis, ir al siguiente partido. Si a eso le sumamos ahora los viajes por todo el mundo y jugar en grandes pistas, me lo paso muy bien. Y tengo un gran equipo, me dan muchísimo apoyo. La gente me mira y se pregunta cómo lo hago, y ellos ponen de su parte para darme un uno o un diez por ciento extra. No puedo hacerlo todo solo. Espero que aún me quede mucha energía en el tanque. Me encanta venir a los torneos y ver a los demás jugadores. Son como mi otra familia.
P. Lleva jugando dos décadas, con una conexión con los aficionados, los medios y los patrocinadores. ¿Qué piensa de esto?
R. Lo primero que pienso es que los tenistas tenemos mucha suerte. Lo comparo, por ejemplo, con un músico que hace una gira por todo el mundo. Nosotros vamos a donde tú estés. Vamos a verte, lo hacemos cada año. Creo que los aficionados generalmente están contentos de que hayas elegido volver a su torneo. Ahora es Madrid, después será París; es algo que aprecian y van a aplaudirte. No es como en el fútbol, donde cuanto mejor seas, más fuerte te animan, y puede que te abucheen. En el tenis no estamos acostumbrados a eso de que te abucheen, es una falta de respeto silbar o abuchear a los jugadores. A lo mejor sería interesante que ocurriese más a menudo. Que te den la bienvenida siempre, casi como si fueras local, es una situación asombrosa, algo muy interesante de experimentar. Nuestro deporte es muy grande, la gente celebra las victorias de jugadores de cualquier país, de cualquier estrato, porque les gusta su personalidad, su estilo, cómo juegan, lo que sea... Esta conexión sin duda me ha ayudado. También soy uno de los que más habla con los medios. Eso me ayuda a conectar con la gente. Llevo tantos años en este deporte… Eso ayuda muchísimo. Nos conocemos todos. Cada semana tienes que demostrar lo que vales, no te puedes esconder. Como espectador, ves un partido, la cámara enfoca al jugador, y sabrás quién es esa persona. Aunque el jugador ponga cara de póquer, el espectador verá la verdad detrás de esa fachada. He tenido que pasar por eso y creo que no me ha ido del todo mal [risas]…
ampliar foto Federer, durante un ecuentro con la alcaldesa Manuela Carmena en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, el pasado sábado en Madrid. Juan Carlos Hidalgo EFE
P. Si pudiera elegir ser otra persona, aunque solo fuera 24 horas, ¿quién le gustaría ser? ¿Una estrella de rock, un político, un sacerdote?
R. Yo quizás elegiría ser una persona corriente. ¿Cómo será una vida muy corriente? ¿Cómo vive una persona normal? Podría ser no solo un día, también me valdría una semana. El trabajo no tendría por qué ser algo maravilloso, algo que te inspire un montón, sino algo normal. Eso es lo que más busco para mi familia. Cuando vamos de gira en el circuito vivimos esta especie de bendita locura, que no es la realidad, y no debemos tomarla como tal. Hago un esfuerzo consciente por mi mujer y mis hijos, pero estaría bien ir a trabajar, y cuando terminase, volver con tu familia o si no la tienes, ir a tomarte una copa. ¿Cómo sería poder hacer eso? Me lo puedo imaginar, pero es algo que no me importaría probar.
P. ¿Cómo se ve a sí mismo dentro de 10 años?
R. No lo sé. Buena pregunta. Seguro que para entonces ya habré elegido las otras cosas después del tenis que sean interesantes para mí, que me hagan feliz. También habrá que tener en cuenta la edad de mis hijos dentro de 10 años; mis chicas tendrán 20 y los chicos 15, algo totalmente diferente a ahora. Eso determinará en buena medida las cosas que podremos o no hacer. Espero que para entonces la fundación haya crecido un montón y habré viajado mucho. Espero seguir vinculado al tenis, de una forma u otra, ya sea como mentor de chavales o algo totalmente diferente, no lo sé. Hay mucho que se puede hacer. Tengo ganas de vivir esos próximos 10 años.
P. Usted es una persona tranquila, que domina las emociones. ¿Qué le irrita?
R. Creo que para eso están mis hijos. Son quienes de verdad me ponen a prueba. Me anticipo bien porque soy tenista, soy deportista, y pienso que voy un paso por delante y luego resulta que no, que te pillan, y ahí ya no puedo poner cara de póquer como si no hubiera pasado nada. Ellos te importan, y cuando alguien te importa ya entran en juego las emociones, y ahí la cara de póquer se deshace como un azucarillo. Para lo bueno y para lo malo, no encuentras un momento de aburrimiento con cuatro hijos.
ampliar foto Federer, en otro instante del encuentro con EL PAÍS. JAIME VILLANUEVA
P. Ayuda a mucha gente con su fundación, tiene conciencia social, pero, ¿cree que algunos deportistas viven como en una burbuja, en un mundo irreal?
R. Sí, es cierto. En cierta manera, nos meten un poco en ese mundo. No es culpa nuestra. Depende un poco de quién seas, de dónde vienes. Es importante que sepas dónde están tus raíces, quiénes son tus amigos de verdad, mientras pasas por este proceso, que puede ser bastante engañoso, sobre todo para la gente joven. De repente te ves rodeado de agentes, acuerdos de patrocinio, dinero, y puede que en tu vida no hayas tenido mucho dinero. De verdad que puede poner a prueba tu carácter y los vínculos con tu familia y amigos. Es una fase complicada, y lo mejor es tener buenos consejeros. Pero sí, vivimos un poco en una burbuja. Es importante reconocer que todo esto es un poco irreal pero a la vez es real, y a mí me gusta entrar y salir. Es muy divertido, pero lo realmente importante lo tengo en casa. Creo que pone a prueba tu carácter. Ser deportista profesional, estar en el candelero, ser famoso, es una buena prueba. No tiene por qué ser malo.
P. ¿Qué querría que la gente recordase de usted?
R. Es bastante sencillo. Espero que miren atrás y piensen que era buen tío, que era bueno para el circuito. Ahora, por ejemplo, que se retira Ferrer, veo a un hombre que ha dado todo lo que tenía que dar. Da igual que hayas ganado cinco torneos o 50. Siento un enorme respeto por David, y quiero que la gente me mire a mí y sienta lo mismo, que ayudé al circuito, que contribuí a darle forma, que era un buen referente, que no solo pensaba en lo mío. Como dije antes, veo el circuito un poco como una familia. Sí, eso estaría bien.
P. ¿Cuál considera que es la obra maestra de su carrera?
R. Me lo tengo que pensar. No lo sé... Cuesta escoger solo uno. Es extraño, pero de alguna forma puede que sea la final del Open de Australia de 2017. Nunca había visto tantos resúmenes como con la última media hora de ese partido. No sé por qué, pero me mandaron un millón de vídeos y compilaciones de los mejores golpes, y empecé a verlos porque no me podía creer que hubiese ganado ese partido, ni mucho menos el torneo. Ese regreso fue como un cuento de hadas. Siempre será uno de los momentos más increíbles de toda mi carrera. Sí. Puede que fuese ese partido, porque fue contra Rafa, y lo tuvo todo. En otros grandes partidos puede que faltase ese elemento clave, que no fueron contra Rafa. Hay muchos otros partidos, pero este definitivamente está muy arriba. Los últimos 20 minutos fueron muy especiales.
P. En alguna ocasión ha comentado la importancia de las mujeres en su vida: su madre, su esposa, sus hijas gemelas...
R. Y no me quejo, ¿eh? me encanta estar rodeado [risas]...
P. ¿Qué importancia tienen para su carrera y su vida?
R. También tengo una hermana, ningún hermano… Mi madre ha sido increíblemente importante en mi vida. Primero vinieron las niñas, quería más niñas y llegaron los chicos, no pasa nada [risas]... Eran tan bonitas, tan dulces… Mi mujer ha sido un grandísimo apoyo, una persona maravillosa. A lo largo de esta carrera tan larga que hemos tenido, siempre me ha apoyado, ha sido la mejor madre, la mejor esposa. Siempre siento que las mujeres tienen muchísimo que ver en lo que soy. Les estoy muy agradecido.
P. ¿Tiene algún truco para mantener los pies en el suelo?
R. No lo tengo, creo que es algo que he hecho bien a lo largo de mi carrera. En el momento en que me subo al coche y abandono las instalaciones, el tenista se queda allí. Sé que soy un deportista profesional, tienes que cuidarte para rendir luego, pero llego a casa y no me veo como el deportista famoso o el tenista. Creo que este equilibrio, esta transición, es algo que hago muy rápidamente, de manera natural, sin pensar en ello. Creo que eso me ha venido muy bien.
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