La conferencia de programadores de Facebook (F8) en San José (California) no ha despertado el entusiasmo de otros años. El gran cambio es la actualización, no solo de diseño, en la aplicación principal, el quinto de gran calado desde su estreno y una de las apuestas para mitigar los fuegos de la privacidad. Esta fue la palabra más repetida por el fundador de la compañía, Mark Zuckerberg. Este F8 marca una nueva etapa en Facebook más cerrada al exterior, centrada en la cohesión interna y la explotación de sus soporte estrella, Instagram, para la venta directa.
Facebook quiere convertirse en un jardín más vallado, donde las actividades se hagan de puertas adentro, en comunidades basadas en intereses, relaciones, afinidades y cercanía. El NewsFeed pasa a un segundo plano. Una jugada para descargar la tensión por la forma en que se distribuye contenido en función de las recomendaciones de su algoritmo y que se comparte con el resto de usuarios. Según Facebook, de los 2.400 millones de cuentas activas, más de 400 millones ya participan en grupos.
Fidji Simo presenta la aplicación de citas. STEPHEN LAM REUTERS
Si se comienza a comentar y participar bajo invitación, Facebook no tendrá tanta exposición ante noticias falsas o contenido violento, pero sí la misma responsabilidad por dejar que se difunda con un control demasiado laxo.
Vender sin demora
El universo de falsas vidas perfectas y miles de likes que han traído los influencers sufrirá un cambio radical. Instagram quiere dejar de lado la lucha por los Me gusta, cuyo contador podrá desactivarse para evitar la frustración. A cambio, se podrá vender directamente desde los perfiles. Esto permite, por fin, fiscalizar el fenómeno de los influencers. Menos métricas llenas de vanidad y más medición de efectividad, de conversión en ventas.
El gran reto de esta venta directa estará en la integración con las plataformas de pago en cada uno de los países. Algo que no hizo falta en el Marketplace, al ser casi siempre venta entre particulares que llegar a un acuerdo, pero sí lo será a nivel global.
Portal y Oculus
Tras un intento fallido por hacer su propio móvil, Facebook vuelve a intentarlo en el difícil mundo del hardware. Portal es su sistema de videoconferencia, de brillante ejecución y precio asequible, el aparato más caro cuesta 350 dólares. Nace en el peor momento, cuando más se cuestiona la confianza en la red social, ¿quién querría tener un aparato potencialmente espía en el salón? Una pena, porque la calidad de las llamadas y la realización a través de inteligencia artificial renueva por completo la experiencia de videollamada. Llegará a España este año. La integración con WhatsApp lo convierte en una gran fórmula para comunicarse con la familia a distancia. E incluso, para pequeñas empresas sin presupuesto para acondicionar una sala de llamadas en remoto.
Demostración Oculus Go. STEPHEN LAM REUTERS
Oculus, la plataforma de realidad virtual más popular, y a pesar de ello todavía un formato minoritario, renueva sus gafas, sin grandes títulos para explorar nuevos universos o o propuestas futuristas. Tan solo una vuelta de tuerca adicional que sabe a poco.
Lo que faltó
Hasta hace dos años a Facebook le obsesionaba conectar el mundo. La guerra por la suma de usuarios ha quedado atrás. Ahora quiere que sigan dentro de su plataforma y se relacionen entre sí. En este F8 no se habló de Aquila, los fallecidos aviones ultraligeros para dar conexión ni de su plan para crear redes ultra-rápidas en tierra. No hubo una sola mención al número de usuarios totales, ni los espacios por conquistar.
No hubo rastro de algunos de los directivos de alto rango más reconocidos. Ni apareció la cada vez más polémica Sheryl Sandberg, número dos de la empresa, ni tampoco lo hicieron Hugo Barra, al frente de Oculus, tras volver de China con Xiaomi y, antes, uno de los directivos de Google más apreciados. O David Marcus, al frente de mensajería hasta el F8 pasado, cuando comenzó a liderar los esfuerzos de la red social en blockchain y de los que no se ha vuelto a tener noticia.
Lo mismo sucede con los creadores de WhatsApp o Instagram, que tras vender sus aplicaciones y cumplir el tiempo necesario para hacerse con sus acciones han abandonado la sede de Menlo Park. Las tres aplicaciones estrella: Facebook, Instagram y Whatsapp están cada vez más interconectadas, la mejor forma de comenzar a rentabilizar adquisiciones de miles de millones de dólares.
No era la primera vez que subía al escenario durante F8, pero sí contaba con un protagonismo marcado en esta ocasión. Joaquín Quiñonero Candela, investigador español afincado en Silicon Valley, dejó claro que en su campo la evolución es constante: “La Inteligencia Artificial no es perfecta. En dos años estaremos mucho más avanzados”.
Antes de liderar un equipo en el que además de ingenieros tienen cabida filósofos, sociólogos y economistas, Quiñonero Candela estuvo en Ads, los anuncios de la red social, donde ya se aplicaban patrones para reconocer imágenes, entender el contenido y tomar medidas si violaban las normas de la plataforma. El nuevo competido es más complejo y va directo al futuro de Facebook. Busca sin descanso el fairness, cuya posible traducción sería la equidad. “Sabemos que las matemáticas no tienen todas las respuesta. O que no es la única respuesta. La naturaleza de este tipo de problemas es masiva (lo traduciría como inabarcable o inmensa)”, reconoce.
Tras el auge de las fake news, bulos y movimientos antivacunas, Facebook ha tomado medidas: “Compartimos datos con investigadores, con académicos y con entidades independientes que nos ayudan a asumir responsabilidad. Al final, somos una plataforma y se nos mide por las decisiones que se toman”.
El español reconoció que no hay un ganador claro entre humanos y máquinas: “Es más justo un algoritmo que un humano? No lo sé. Cada uno tiene unas habilidades diferentes. Hay que entender las fortalezas de cada uno”.